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Un vórtice temporal en clave sinfónica

  • El tenor granadino Zapata ofrece su voz en el concierto inaugural de la Orquesta en 'De Bach a Radiohead'

Hay un aforismo completamente instaurado en los mejores ambientes -aquellos en los que a la luz le cuesta colarse, y al final de la noche es cuando afloran las mejores conversaciones- que dice que las mejores baladas son las heavies y rockeras. Una buena Still loving you de Scorpions, November Rain o Don't Cry de Guns and Roses, Wasted Love de Iron Mayden o I'd Do Anything For Love de Meat Love -veáse que hemos evitado hablar de Bon Jovi, aunque él ocupa gran parte de este nicho- hacen estremecer de puro sentimiento al más tatuado.

Algo que no debe olvidarse en canciones como estas es su parte sinfónica, que aporta la nutrición estética justa a los riffs y bombardeos de golpes de batería. Es de instrumentación clásica de lo que trata esta historia. Y aunque la cita con el rock duro y canalla fue unos cientos de metros mirando hacia la Sierra, en el Zaidín Rock, la velada protagonizada por un soberbio despliegue de maestría musical se vivió anoche en la explanada del Palacio de Congresos desde las 21:30 horas.

La OCG, junto al tenor granadino José Manuel Zapata y bajo la batuta de Michael Thomas, abrió anoche su temporada de conciertos cogiendo la salida de la autopista hacia el infierno, o sea, adentrándose en la cueva del rock sinfónico con el concierto titulado De Bach a Radiohead, una muestra de que la música es la disciplina más transversal y bien el gran maestro barroco del arte del contrapunto puede bailar con los acordes alternativos de los de Abingdon.

Anoche se creó un sinfín de agujeros de gusano que abrieron puertas a la música (sin complejos ni contemplaciones) desde el siglo XX hasta el XVIII. Piezas del compositor alemán se mezclaron con temas de los creadores de la maravillosa Creep, que anoche no sonó, así como de la ecléctica Björk, los míticos Iron Maiden, Paco de Lucía, e incluso se atrevieron con un tango desgarrado como Garganta con Arena de Cacho Castaña de la que Adriana Varela tiene también una versión exquisita.

Fue Johann Sebastian Bach quien, como correspondía casi por protocolo y deuda histórica, abrió la noche con su Tocata en Re menor, una pieza rotunda y muy conocida que estremeció el subconsciente de los 8.500 asistentes -aunque tras el descanso un cuarto de la entrada no volvió- y sentó las bases de un concierto que no dejó pocos palos por tocar.

Street Spiritde Radiografía en una versión más ligera que cogió contundencia y sonoridad a cada compás fue la segunda en aparecer.

Unas notas rápidas, con mucho protagonismo de los vientos y una garganta, la voz algo tenue de Zapata, trajeron a una de las bandas clásicas del heavy, Iron Maiden, con The Trooper mezclado con una pieza de Shostakóvich.

Arvo Pärt, precursor de la música minimalista, apareció con su Spiegel im spiegel, quizás su pieza más conocida, que precedió a la incombustible y maravillosa No surprises de Radiohead, el gran presente de la noche.

Tras esto llegaba Harold in Islington, creación del director de la orquesta Michael Thomas, que antes de coger la batuta se inclinó hacia el micrófono y se presentó ante el respetable.

Adela, de Joaquín Rodrigo, Tarantella de Rossini, Brava de Bruno Canfora, compositor y director de orquesta italiano de principios del siglo XX y cómo no el gran final Adiós Granada de Shostakóvich y Juan Francisco Padilla, fueron las piezas más cercanas a lo clásico en un concierto que fue diseñado para que todo el mundo pudiera tararear las canciones.

Motion Picture soundtrack de Radiohead, cantada por Zapata aceleró el reloj hasta siglo XXI. El tema sonó algo más alegre que la original, más lenta e íntima por el uso de un órgano que le da tintes sacros.

Se retornó a los años 60 con Brava de Mina, una alegre interpretación en la que todos los instrumentos saltaban nerviosos por el pentagr0ama. Y llegó el turno de Hyperballad, canción de 1996 de Bjork fue el toque oscuro de la noche, como no podía ser de otra manera viniendo de la extraña artista de Reikiavik.

En resumidas cuentas el concierto cumplió con las expectativas de la gran mayoría del público y fue una apertura de temporada más que correcta.

La entrada al concierto fue mediante invitación gratuita.

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