Paso de cebra

José Carlos Rosales

josecarlosescribano@hotmail.com

Capital cultural

Se plantea que seamos capital cultural en 2031. Pudimos serlo en los años 80 o en el mágico 1992

Si un granadino quiere viajar en tren ha de irse hasta Antequera donde no sólo hay una estación moderna y acogedora, sino donde también podría contemplar el Homenaje al viajero, magnífica escultura de Cristóbal Toral que preside la entrada de la estación; porque, si quisiera ver estatuas respetables y se paseara por Granada, sufriría lo indecible al ver los mamotretos que en los últimos años han ido maltratando rotondas y avenidas. Si un granadino quisiera asistir a un Congreso (por ejemplo, el 6º Foro Europeo para la Ciencia, la Tecnología y la Innovación), tendrá que ir al Palacio de Congresos de Málaga porque el Palacio de Congresos de Granada se ha convertido en discoteca o cabaret, ya se sabe, aquí somos más proclives a la jarana o al jolgorio que al pensamiento o al debate. Si un granadino deseara pasearse por una ciudad universitaria tendría que irse a Salamanca, ciudad que ha sabido conservar en pleno centro histórico sus Facultades de Humanidades (como Filología o Historia), con todo lo que eso supone de vida urbana cultural: librerías, cafetines o galerías de arte (Fundación Caja Duero, por ejemplo). Si un granadino quisiera pasear tranquilo por algún centro histórico, tendrá que irse a Málaga o a Sevilla, cuyos centros históricos están peatonalizados con cierto sentido común, carecen de pintadas callejeras y disfrutan de aceptables transportes públicos. Si un granadino quisiera disfrutar de políticas municipales literarias abiertas y plurales, tendría que irse (por ejemplo) a Sevilla, donde el Instituto de la Cultura y las Artes mantiene en la Casa de los Poetas y las Letras una programación estable. Si un granadino quiere ver buen cine en versión original tendrá que ir a Málaga y disfrutar del cine Albéniz, cine municipal bien equipado: seis salas, buena programación y empleados amables; en Granada, por el contrario, el Teatro Municipal Isabel La Católica hace tiempo que perdió su rumbo atrapado en torpezas administrativas, intereses privados o desidias diversas.

Y así podríamos seguir hasta el infinito mientras ciertas élites (culturales y políticas) se plantean ahora la posibilidad de que seamos capital cultural en 2031. Sí, han leído bien: ¡En 2031! Pudimos serlo en los años 80, en el mágico 1992 o quién sabe cuándo. Pero nunca fue posible. Ni nunca lo será si seguimos girando alrededor de mentiras y prebendas, opacidad contable, amiguitos del alma, fantasmas.

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