Paso de cebra

José Carlos Rosales

josecarlosescribano@hotmail.com

Buenas tardes

Narcís Serra, alcalde de la ciudad condal, regaló en el 82 a Granada una réplica de la fuente de Canaletas

El sábado por la tarde me senté un rato en un banco de la plaza Fontiveros, en el barrio de los Vergeles: lo hago de vez en cuando, sobre todo desde los feroces atentados de este verano en Barcelona. Me gustan esos jardines sin pretensiones, ese espacio olvidado, una isla rodeada de bloques desmesurados de hormigón o ladrillo, los bloques que se hacían en los años 70 del pasado siglo en una ciudad que apenas si oponía resistencia a la inquina de aquel tiempo tan triste: tanto abuso y tanta desmesura. Aquel barrio era un barrio sin aceras, sin jardines, casi sin autobuses o colegios, un barrio donde los vecinos empezaban a organizarse, a hilvanar sus demandas y a exigir el cumplimento de leyes y promesas. Había un solar vacío, un solar esperando otro bloque, y los vecinos consiguieron salvarlo de las hormigoneras, y el 20 de noviembre de 1982 se inauguraron estos jardines donde ahora me siento: setos y bancos y una réplica de la barcelonesa fuente de Canaletas, fuente regalada por el Ayuntamiento de Barcelona.

En la inauguración estuvo Narcís Serra, entonces alcalde de la ciudad condal, pero ninguna placa recuerda aquella historia. La fuente carece de nombre, nadie recuerda a nadie en esta ciudad tan rara, nadie quiere recordar esa época donde un ayuntamiento catalán podía regalarle a un ayuntamiento andaluz una fuente simbólica, un trozo de amistad o de cercanía en un barrio donde vive tanta gente que vivió en Cataluña y nos trajo experiencia, otro aire. Tampoco nadie puso flores en esta fuente después del 17 de agosto, ni siquiera yo, unas flores que recordaran el dolor o la sangre de las víctimas de aquellos atentados del verano.

Cataluña está en Granada, no sólo en la plaza Fontiveros, y yo miro esta fuente de Canaletas, estoy pensando en lo que yo podría escribir en esta que será, por razones diversas, mi última columna en estas páginas, estoy pensando en las ideas que se me van a quedar en el tintero o el olvido, pienso en esta escondida fuente de los Vergeles o en aquel obrero que tuvo, hace ya muchos años, un accidente mortal en las obras del Campus de la Salud. Nadie recuerda su nombre, tampoco nadie se acordó de ponerle una placa, inscribir su nombre en algún muro. Mi columna se acaba y quiero darles las gracias a todos los que la hicieron posible, adiós, buenas tardes, volveremos a vernos en los bares y en los cines y en los museos, allí donde no lleguen iluminados o chamanes.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios