Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Perito en lunas

¡Miguel Hernández! La vida fue con él muy desatenta. La memoria, también

La suerte de Miguel Hernández recuerda a la de autores reconocidos en los 70 y ahora casi olvidados, como Hamsun, Maugham o Zweig, aunque el polígrafo vienés fue tímidamente recuperado tras la reedición hace unos años de El mundo de ayer. Hernández gozó de un éxito modesto en vida y modesta fue la repercusión internacional de su final, cuando, con 31 años, lo murieron de tuberculosis franquista en una prisión de Alicante, la misma en que escribió cuentos para su hijo en papel destinado a limpiarse el culo. Tras la Transición, lo olvidó la España próspera. Y, finalmente, ni lo quisieron en su tierra, donde los dirigentes del PP dejaron escapar su legado, que ahora reposa en Jaén.

¡Hernández! ¡Aquella pupa viva! ¡Aquel ser nacido para el dolor! ¡Aquel cabrero de la casta de los cabreros de Orihuela! ¡Aquel adolescente que leía a Góngora retrepado en un peñasco! ¡Aquel poeta que supo libar y transmutar en belleza la desgracia! Su vida fue la guerra. Guerra contra su padre, que lo obligó a abandonar los estudios con quince años. Guerra por el reconocimiento que le regatearon críticos, profesores y niñosbien instalados en una métrica más vanguardista, en una poesía urbana y conceptual. Guerra por el pan. Y guerra con la Guerra. Era tan pobre que, por no tener, ni generación tuvo. Algunos del 27 sólo vieron en él a un paleto exótico. Y cuando despuntaron los del 36, ya había muerto. No fue un poeta para los poetas de su época, ni lo es para parte de los actuales rendidos al narcisismo, los "versos vidriados" y las fruslerías fosforescentes. Ni "el arte por el arte" ni la poesía pura, lo suyo es la "pura poesía", que sentenció Umbral. Una poesía terrenal, carnal, frutal, humana. Una poesía del amor, de la naturaleza, de las cosas. Una poesía de deslumbrante sencillez.

¡Hernández! La vida fue con él muy desatenta. La memoria, también. Ayer, en el 75 aniversario de su muerte, instituciones y medios de comunicación le dedicaron un recuerdo tibio. No importa: la resaca de la Historia devolverá sus versos a la orilla de la actualidad una y mil veces. Mientras la desigualdad perdure; mientras haya bebés alimentados con sangre de cebolla; mientras existan el hambre, el yugo y la explotación infantil; mientras se nos muera un amigo a destiempo; mientras queden limones, sartenes, insectos, almendras, olivos, estiércol, leche, viento; mientras mayo traiga correhuelas y albahacas; mientras la gente necesite poemas para cantarlos… Hernández será inmortal. ¡Qué poeta se ha perdido la crisis!

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