Rosa de los vientos

Pilar Bensusan

bensusan@ugr.es

El calendaria

Forzar el lenguaje para llamar la atención sobre la desigualdad sólo aporta negatividad y rechazo

Boquiabierta me he quedado ante la última ocurrencia de la Unidad de Igualdad de la Universidad de Granada, que ni corta ni perezosa, ha decidido editar un 'calendaria' para este año 2017. Sí, como lo oyen, un 'calendaria' feminista que cambia los nombres de los meses para denominarlos en un hipotético e ideal femenino como enera, febrera, marza, abrila, maya, junia, julia, agosta, septiembra, octubra, noviembra y diciembra. De traca…

Dos consideraciones se me ocurren ante semejante despropósito. En primer lugar, de lenguaje, ya que el colectivo de los miembros y miembras parece olvidar que el masculino es genérico en castellano y que el retorcimiento del lenguaje con fines feministas lo único que produce es, o rechazo y pesadez, o burla, en quienes lo oyen o leen, y esa no es precisamente la mejor manera de dar respuesta a la desigualdad efectiva. Y la verdad es que a las mujeres no nos apetece tener que ser objeto de burla de nadie porque a un señor -casi siempre son hombres a los que se les ocurren semejantes boutades- se le ha encendido su apoteósica bombilla con esta idea contra el machismo. Por lo pronto ya han comenzado las burlas con novihembra y dicihembra…

En segundo lugar, el querer darle un significado trascendental a llamar a los meses enera o diciembra no tiene ningún sentido en una sociedad avanzada y que lucha efectivamente contra las desigualdades de género como la nuestra, que tiene hasta un Ministerio que se dedica a la Igualdad. Pero los ideólogos del lenguaje feminista no escarmientan, y por eso Miguel Lorente -Delegado del Gobierno de Igualdad durante la insuperable época zapateril-, y ahora director de la ya famosa Unidad de Igualdad, dice que se trata simplemente de alterar el género de los meses con poética -¿cómo?- y que sólo es "una campaña de concienciación" cuyo objetivo "trata de llamar la atención"… Y desde luego que lo ha conseguido, pero a costa del pitorreo generalizado y del dinero, perdón, del 'dinera', de los 'contribuyentas'. Y mientras se despilfarran nuestros cuartos, la UGR ha sido de las administraciones que más ha tardado en devolver la famosa paga extraordinaria de Navidad que nos quitaron a los funcionarios.

En vez de obsesionarse tanto con el sexismo en el lenguaje -que ya digo que es una entelequia porque en castellano el masculino es genérico- y de inventarse nuevos y ridículos sustantivos sin importarles lo más mínimo lo extraños que suenen, deberían dedicar sus esfuerzos a hacer más efectiva y real la igualdad de género, obligando, por ejemplo, a que las empresas equiparen los salarios entre hombres y mujeres. Forzar el lenguaje para llamar la atención sobre la desigualdad es una auténtica pesadez que sólo aporta negatividad y rechazo al proceso, o sea, que convierte algo necesario en contraproducente.

Y mientras aquél se apunta esta sonada llamada de atención, las mujeres seremos nuevamente objeto de burla, como lo llevamos siendo con el temita de las miembras desde el momento supremo en que Bibiana Aído tuvo la feliz ocurrencia de inventarse un femenino para palabras sin flexión de género.

Y vaya por delante que esta opinión crítica a esta ideíta ni es machista ni sexista, sino simplemente de alguien que pertenece al sexo femenino y que se siente ridiculizada con semejante iniciativa.

En fin, una metedura de pata en toda regla proveniente de un organismo público dedicado a la enseñanza superior, que a este paso acabará ofertando Gradas en Derecha, en Telecomunicacionas o en Turisma.

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