Cultura

"El flamenco no está en crisis"

  • Pansequito defiende el buen estado de salud del arte jondo y reivindica el papel de la generación de los años setenta: "En Madrid había entonces 18 tablaos"

Resulta curioso escuchar de boca de un artista de la talla de Pansequito una afirmación tal como "casi no decidí ser cantaor". Y es que al artista, que asegura que "cien millones de veces que naciera, sería lo mismo, cantaor", lo que verdaderamente le atraía en su juventud era la tauromaquia, afición que aún conserva hoy en día. "España ha sido siempre sol, toros, vino y flamenco", comentó ayer el cantaor de El Puerto, aunque nacido en La Línea, al respecto del vínculo que une arte jondo y toreo y que observa, por ejemplo en la actualidad, en toreros como Morante de la Puebla o José María Manzanares, que en plena faena parecen llevar el compás del flamenco.

El canator reveló ésta y otras vivencias en la jornada dedicada a su figura dentro del ciclo Los flamencos hablan de sí mismos, organizado por la Universidad Internacional de Andalucía. Declarado admirador de Caracol y ejemplo de cante para Camarón, el intérprete de ¡Ay, qué mora! repasó su carrera, desde sus orígenes en Los Canasteros hasta su último disco, Un canto a la libertad, el trabajo en el que asegura que más ha trabajado y más se ha dejado llevar. Junto al periodista Juan Manuel Marqués, subdirector de Publicaciones del Grupo Joly, el cantaor recordó sus primeros pinitos en el taba de Caracol, en unos momentos de ebullición en el flamenco en los que estaban surgiendo figuras clave del género como Terremoto de Jerez, la Perla de Cádiz o Paco Cepero. "La mejor universidad para el flamenco es un tablao; cantar para bailar", comentó el experimentado artista, que en 2013 cumplirá 50 años en activo y ya planea celebrar sus bodas de oro en el cante.

El linense se mostró muy exigente con la interpretación del arte jondo, y sostuvo que, "el flamenco no está en crisis", y lo justificó con el ejemplo de lo sucedido desde los años sesenta a los setenta, cuando se programaban giras a Latinoamérica y existían 18 tablaos en Madrid. Con su disco de ¡Ay, qué mora!, por ejemplo, llegó a vender 500.000 discos. Fue muy reivindicativo con esa generación de los setenta, entre los que estaba Camarón, El Turronero, Paco Cepero, Chiquitete o él, y que abrió el flamenco al gran público. Pero para apoyar su reflexión, Pansequito fue un paso más allá, hasta afirmar que el flamenco pasa por "un buen momento", tal y como lo prueba la Bienal, donde todos los espectáculos se están llenando. Sin embargo, al ser preguntado por si esta Bienal es el mejor festival del flamenco, aseguró: "El mejor festival de cante es donde estén los mejores".

"Caracol, Mairena, Terremoto, Paquera... de ésos van a salir pocos", analizó Pansequito, que también reivindicó el papel de los gitanos en esta cultura musical al decir que "si los gitanos no hubieran cantado, el flamenco no existiría". Se paró en Camarón, a quien conocía de la Isla y quien lo sustituyó en su primera actuación cuando Pansequito hacía el servicio militar. "Tenía una caja de música en la garganta", comentó de él. Pansequito sabe bien de qué se trata. Él mismo posee una voz que sorprendía a quienes le descubrían por primera vez a un niño subido en los tablaos de Madrid en los años sesenta. Su técnica, su voz, su singularidad que le permite alcanzar los tonos más altos: ése es su sello personal e inconfundible. Si bien Panseco se atreve con todos los palos, confiesa que la bulería, de la que es un maestro, se le presenta como la modalidad más difícil para cantar y bailar, ya que "tiene unos compases y un ritmo que no son normales".

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