Gallopedro, un pez ‘bíblico’

Este curioso pez es poco atractivo pero muy apreciado gastronómicamente. Su nombre se debe tanto a su aspecto como a una leyenda bíblica

Pez araña

Gallopedro / Lorbone

El gallopedro, pez de San Pedro o de San Martín, es un pez solitario y territorial, que pasa la mayor parte del tiempo en el lecho marino buscando alimento. Buen nadador, es incansable basando su estrategia de caza en el acecho de sus presas, con un acercamiento muy lento para después, con gran rapidez, abalanzarse sobre su víctima, tragándosela por medio de su hocico extendido. Se sitúa en lo alto de la cadena trófica al comer una gran variedad de peces, sobre todo sardinas aunque también puede alimentarse de sepias y calamares. Sus enemigos naturales pueden ser algunos tiburones y otros grandes peces óseos.

Un aspecto inconfundible

La morfología y aspecto de este pez lo hace inconfundible. Su cuerpo es ovalado, alto y muy comprimido, tanto que si nos lo topamos de frente apenas podemos distinguirlo. Mide alrededor de los 35 centímetros, aunque hay ejemplares que pueden doblar este tamaño y alcanzar varios kilogramos de peso.

Pez de San Pedro.
Pez de San Pedro. / Acuario de Almuñécar

Su peculiar imagen y aspecto amenazante se deben a la cabeza y al juego de aletas. La primera es recta en la parte dorsal e incluye una boca, grande y protráctil, con unas potentes mandíbulas, (aunque sus dientes son pequeños). Los grandes ojos en la parte delantera de la cabeza, cerca del borde dorsal, le proporcionan la visión binocular y la percepción de profundidad que necesita para atrapar a sus presas.

La aleta dorsal tiene de 9 a 11 espinas muy largas y de 22 a 24 radios blandos y la caudal, grande y redondeada, es muy especial ya que está formada por radios largos y unidos por medio de una membrana alargada en forma de bandera; las aletas pectorales son cortas y de forma redondeada, las pélvicas son bastante grandes y en la anal podemos encontrar cuatro espinas y de 20 a 23 radios blandos.

Su coloración es grisácea teñida de un tono violeta y marcada más o menos de amarillo-dorado, con líneas irregulares y unas muy típicas manchas redondas oscuras, una en cada flanco y cercadas por una zona más clara.

La línea lateral es visible y tiene forma de ‘S’. El cuerpo es aparentemente desnudo ya que las escamas que lo cubren son muy pequeñas, no apreciables a simple vista.

Hábitat y distribución

El gallopedro es un pez bentónico, es decir, que vive en el fondo del mar, en zonas arenosas o fangosas a profundidades que van desde los 20 hasta los 200 metros. Las formas juveniles se encuentran frecuentemente en verano en zonas rocosas o en praderas submarinas donde buscan protección y alimento.

Tiene una amplia distribución, prácticamente cosmopolita, aunque lo encontramos mayoritariamente en el Mediterráneo y en el Atlántico oriental, desde tierras escocesas hasta África occidental.

Reproducción

La reproducción del gallopedro ocurre en primavera y verano. Los machos y las hembras se reúnen en zonas específicas en aguas poco profundas (unos 100 metros) para desovar. La fecundación es externa, y las hembras pueden poner miles de huevos que flotan en el agua gracias a una gota aceitosa. Los huevos eclosionan en larvas planctónicas que luego se transforman en juveniles que pasan a ser bentónico-demersales y, con el tiempo, en adultos. Alcanzan la madurez sexual entre los 3 y 4 años de edad y su vida puede llegar a los 20 años.

¿De dónde viene el nombre?

El nombre científico del gallopedro es Zeus faber. La etimología del género (Zeus) alude a la mitología griega, ya que este Dios era el padre de todos los dioses –equivalente al ‘Júpiter’ de los romanos–. Por su parte el nombre de esta especie (faber) significa ‘artesano’, que parece derivar de que los huesos del esqueleto semejan la forma de los utensilios del herrero.

Las denominaciones más frecuentemente empleadas de este pez incluyen el término gallo: pez gallo, peje gallo, pez de gallo, galludo, gallopedro... Están relacionadas con la amplia y erguida aleta dorsal que recuerda la cresta de un gallo.

El otro rasgo morfológico más representativo de esta especie es la mancha circular negra que posee en el centro de cada costado y que da origen a las otras denominaciones que recibe: pez de San Pedro, pedrogallo o gallopedro. Según la leyenda popular, estas manchas se deben a la huella de los dedos índice y pulgar del apóstol San Pedro, quien, por orden de Jesucristo, cogió un pez para sacarle de la boca una pieza de oro con la que pagar el tributo de entrada al templo. Esta escena está recogida en el evangelio de San Mateo, aunque no se menciona ningún pez específico:

“Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Capernaúm, los que cobraban el impuesto del Templo se acercaron a Pedro y preguntaron: —¿Su maestro no paga el impuesto del Templo? —Sí, lo paga —respondió Pedro. Al entrar Pedro en la casa, se adelantó Jesús a preguntarle: —¿Tú qué opinas, Simón? Los reyes de la tierra, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos: a los suyos o a los demás? —A los demás —contestó Pedro. —Entonces los suyos están exentos —dijo Jesús—. Pero para no escandalizar a esta gente, vete al lago y echa el anzuelo. Saca el primer pez que pique; ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y dásela a ellos por mi impuesto y por el tuyo”.

Gallopedro.
Gallopedro. / Lorbone

Peces planos y peces aplastados.

Los pescados planos tienen los dos ojos en el mismo lado permitiéndoles tumbarse en el fondo marino y ver los peces que nadan por encima suyo, es el caso del lenguado, rodaballo o las acedías. El gallopedro es una rareza porque aunque es un pez plano tiene los ojos uno a cada lado y nada con el cuerpo perpendicular al fondo y no tumbado.

No confundir con:

Hay una especie de la misma familia con la que podemos confundir al gallopedro o pez de San Pedro: Zenopsis conchifer. Su cabeza tiene un perfil cóncavo y carece de las marcadas manchas redondas oscuras en los laterales. En nuestra costa es conocido como gallopedro blanco.

Gallopedro blanco.
Gallopedro blanco. / Wilkipedia

Una propuesta gastronómica

Su aspecto ‘monstruoso’ y la elevada cantidad de espinas ha hecho que no fuera muy apreciado gastronómicamente y su precio era bajo. Además la cabeza, espinas y aletas suponen casi la mitad del pescado. Pero en la actualidad ha subido su cotización y se le reconoce que es tan rico como ‘feo’ y aparece en cartas de famosos restaurantes como una especialidad exquisita.

Es un pescado semigraso, su carne es blanca y muy sabrosa y su temporada de consumo se extiende casi todo el año (salvo la época de desove) aunque en algunos lugares se relaciona su captura con el mes de noviembre hacia San Martín, (de ahí deriva una de las denominaciones que recibe).

Lo habitual es comerlo en fritura o a la plancha aunque su carne, firme y fibrosa, admite un amplio abanico de posibilidades como rebozados y gratinados y toda clase de recetas al horno, cuidando bien los tiempos, muy cortos, que necesita para lograr su punto.

Receta con verduras y piñones

Proponemos esta receta fácil con ingredientes fáciles de encontrar: patatas, tomates, acelgas, cebolletas, uvas pasas y piñones. Se retira la espina central y la cabeza al pescado (que podemos aprovechar para hacer un rico caldo) y se trocea en porciones. Precalentamos el horno a 180ºC. Mientras, lavamos, secamos y troceamos las acelgas y pelamos y cortamos en rodajas gruesas las patatas; cortamos la mitad de los tomates en rodajas y la otra la picamos fino, igual que las cebolletas y los ajos. Salpimentamos el pescado y lo marcamos en aceite de oliva virgen extra por los dos lados y lo reservamos. En la misma sartén completamos el aceite y doramos por ambas caras las patatas y luego las colocamos en la base de nuestro recipiente para el horno. Sofreímos las cebolletas y el ajo y luego añadimos las acelgas, el tomate picado, los piñones y las pasas, apenas un par de minutos sazonando con sal y pimienta. Colocamos el pescado sobre las patatas y cubrimos con el sofrito, repartiendo las rodajas de tomate por encima y añadiendo nuestros condimentos y aromáticos preferidos. Dejamos unos 10 minutos al horno. Emplatamos con unas láminas de ajo fritas y unos trozos de pan chapara crujiente.

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