Costa Tropical

Un domingo semiconfinado en la Costa de Granada: entre la soledad y los baños en la playa de Salobreña

  • La Villa vive su primer domingo de ‘cierre total’ con terrazas precintadas y melancolía

Vídeo de la playa de Salobreña este 15 de noviembre con bañistas durante el primer domingo de cierre de negocios / Noelia Gómez Mira (Salobreña)

Domingo, una de la tarde. Tras unos 40 minutos de viaje por carretera –sin apenas coches por la A-44, ni tampoco controles o agentes que patrullen e identifiquen a aquellos que cruzan a territorio prohibido– Salobreña nos recibe tranquila, como es habitual en esta época, pero con ese olor a sal que la caracteriza. Hace buen día, un poco de bruma y cierta brisa que casi evoca esos últimos días de mayo en los que el buen tiempo invita a salir a las terrazas o a tomar el sol en la playa. Lo segundo sigue presente, pero de lo primero no queda ni rastro.

"Otra vez todo cerrado y precintado, ¿eh? A ver cuándo salimos de esta", comenta una pareja al cruzarse por uno de los chiringuitos cerrados a cal y canto. Al igual que Granada Hoy, también acaban de llegar a una Costa de Granada en la que tienen su segunda residencia, aun a sabiendas de que técnicamente eso está prohibido.

Cuando se va andando por la zona del Paseo Marítimo, la imagen es desoladora... O casi. Todo está cerrado a cal y canto y las terrazas de los chiringuitos incluso precintadas. Cinco jóvenes, mochila al hombro, se dirigen hacia el rebalaje y se asientan.

Cerveza en mano, bolsa de patatas abierta y cigarro encendido, empiezan a anhelar lo que hace una semana sí que podían hacer. "Di que no, ahora lo que pega es esto, pero ahí, en la terracita, bien sentados, de domingo, con unas tapillas", comenta uno, a lo que recibe una réplica: "Tendrás queja, que hemos traído hasta tortilla. Y no des voces, que vaya que esto no se pueda y nos regañen".

Unos metros a la derecha –y quien dice unos se refiere a muchos más de los famosos 2 (o 1,5) metros que hay que guardar de distancia de seguridad (hay playa de sobra)– una pareja extranjera disfruta de una jornada de sol, un buen rato que culmina incluso con un chapuzón. Y eso que es 15 de noviembre.

Mientras él se remoja, otro valiente bañista sale del agua y se envuelve en la toalla a la par que ve cómo vuelve a la orilla un grupo de seis amigos que hacen paddle surf. Y el mismo comentario vuelve a aparecer. "Qué pena todo cerrado, con lo bien que pegaría ahora sentarse a tomar algo", dice uno.

Con resignación, la misma que mostraban el pasado lunes los hosteleros de la Costa mientras echaban la llave a sus negocios, el grupo de amigos abandona una playa tranquila y semiconfinada, en un primer domingo de cierre total en el que, pese al azul del cielo, todo parecía teñido de gris.

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