Fernando Delgado · Escritor y periodista

"La verdad inventada como engaño e impostura es de uso corriente"

  • El periodista asegura que no entendió nunca que TVE fuera viable sin publicidad, y ahora con la crisis todavía menos.

Fernando González Delgado (Santa Cruz de Tenerife, 1947) es más conocido por su firma: Fernando G. Delgado y, desde hace unos años, Fernando Delgado. Tras licenciarse en Periodismo y trabajar en periódicos, pasó a la radio y fue director en dos ocasiones de Radio Nacional de España. Perteneció al Consejo de RTVE durante cuatro años. Fue director de Tele-Expo en Sevilla. Pero se hizo más famoso presentando el Telediario de TVE. Luego trabajó en la Ser. Como escritor ha publicado 11 novelas y ganó el premio Planeta de 1995 con La mirada del otro. La última, También la verdad se inventa (Planeta), se ha publicado en abril.

-¿Ahora se considera más escritor que periodista de radio y televisión?

-Me considero más novelista de siempre. Empecé a escribir siendo niño y publiqué mis primeros artículos literarios al tiempo que tenía un micrófono para jugar en casa. La radio me ha querido más a mí que yo a ella.

-Su última novela, También la verdad se inventa, tiene un título que da juego.

-Algunos lo han relacionado con mi oficio de periodista. El título, tomado de Antonio Machado, es una defensa de la fantasía. La mentira destruye, la fantasía construye. Los personajes nos hablan de una verdad inventada, que es su otra verdad. O sea, la verdad de esos otros que somos y que a veces no dejamos salir.

-¿Es una novela sobre la identidad sexual?

-Lo es, porque entiendo que la sexualidad nos explica. Pero pretende ser una novela sobre la identidad, más allá de lo sexual. Lo que pasa es que la identidad sexual parece ser la más conflictiva y la más evidente a veces. O la más oculta y, por eso mismo, la más polémica.

-¿Sus personajes no son un tanto extravagantes?

-Lo son, porque cuando tratamos de explicar nuestros dobles, corremos el riesgo de mostrar nuestra extravagancia. Y, a lo mejor, por eso reprimimos al extravagante que llevamos dentro.

-¿Somos intolerantes con la sexualidad?

-La tolerancia es concesiva, viene de no me importa, te admito… Y no se trata de ser tolerado por ser distinto, sino de ser comprendido.

-¿Cuál sería su mensaje?

-No he escrito una novela de tesis, pero invoco la necesidad de ponerse en el lugar del otro.

-Aunque no tengamos las mismas ideas…

-Lo fundamental es la defensa de cada cual a vivir su propio imaginario, el derecho a ser otro sin convertirse en impostor o en un personaje con un doble. Y de paso denunciar la doblez y la impostura. Desconfío de quienes, desde posiciones morales intransigentes, buscan no la verdad, sino su verdad.

-La radio aparece como escenario de su novela.

-La empecé hace tiempo. La interrumpí y me puse con otras. Precisamente porque temía que se relacionara con mi faceta radiofónica. Es lo de siempre, elegir entre el periodismo y la literatura.

-¿No le ha ayudado ser periodista?

-Me siento honrado con mi oficio de periodista, que me ha dado muchas satisfacciones en la vida; pero le ha quitado tiempo a mi vocación, no sólo de escritor, sino de lector.

-¿Y el papel de la radio?

-Al principio era sólo un procedimiento, hasta que me di cuenta de que se convertía en la atmósfera de la novela. Después era como un personaje. Ahora estoy complacido, porque si ese protagonismo de la radio tiene un sentido de homenaje se lo merece. También me planteó un reto literario: la traslación de su lenguaje oral y la necesidad de contar los diálogos.

-Hay una reflexión sobre la voz. ¿Cree que la buena voz es esencial en la radio?

-En España se asocian esas buenas voces, de canon, al franquismo, a los locutores de entonces. Mientras, en las radios europeas, aún hay exigencias de buena voz, de dicción y pronunciación, porque allí no lo han relacionado con dictaduras.

-Entonces es un defensor de la buena voz...

-Yo también soy defensor de las malas voces expresivas. Me refiero a voces que son características, y que pueden tener atractivo, sin ser buenas voces. Pero sí que lamento mucho los descuidos formales en la radio y sobre todo la vulgaridad.

-¿Hoy en dónde se inventa más la verdad?

-La verdad inventada, como engaño y como impostura, es una moneda de uso corriente, que da grandes dividendos al poder económico, político y social. La desvergüenza está instalada de tal modo que algunas veces produce indignación ver y oír a algunos personajes públicos, tratando de estafarte y tomándote por tonto.

-Tuvo un pasado en TVE. ¿Cómo ve su futuro?

-Muy de temer, porque si en el orden empresarial no entendí nunca que esta empresa pública fuera viable sin publicidad, ahora con la crisis económica todavía menos. Desde el punto de vista de derechos y libertades, creo que el rumbo que se anuncia va a ser una muestra más de la democracia enferma, depauperada y agónica en la que vivimos.

-¿Y los telediarios?

-Creo que TVE pasa por la mejor época de honestidad informativa. Si algún exceso ha cometido, en los últimos tiempos, es actuar con excesivo temor a quienes de todas formas la iban a acusar de parcialidad.

-¿Falta independencia en los medios de información?

-Creo que sí. Para que falte independencia no es necesario recibir consignas, sino que está en el aire que se respira. Pero también falta independencia a otros agentes de la comunicación, que no son periodistas, y que también están sometidos a presiones e intereses.

-Usted estuvo en el Consejo de RTVE designado por el PSOE. ¿Eso no marca?

-A mí nunca. Yo no le debo nada a nadie. Estaba establecido que el consejero debía ser un profesional de prestigio, aunque con frecuencia se ha elegido a personajes políticos y no a profesionales. Cuando se designa a un profesional, ¿por qué va a ser un vendido? Yo no lo he sido.

-Ganó el Planeta con La mirada del otro. ¿Es su novela de referencia?

-Para mí, no. Para mi público, es posible que lo sea, por la repercusión que tuvo el premio. Algunas personas, al hablar de esa novela, dicen que es la primera, y era la quinta. Después he escrito cinco más.

-Antes firmaba como Fernando G. Delgado. ¿Por qué se quitó la G?

-Se prestaba a equívocos, porque muchos decían el apellido mal. Seguí un consejo que me dio hace tiempo Vicente Aleixandre. Me comentaba que me quitara la G. Era enemigo de siglas y puntos. Después de pensarlo, decidí hacerle caso.

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