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Cuando la estadística refleja lo que ocurre en el campo

Los números no siempre explican lo que pasa en un partido. Ayer, en Butarque, sí. Un tiempo para el conjunto local y otro, aunque no con tanta superioridad, para el visitante.

Puede escudarse el Granada en la inferioridad numérica para analizar su pobrísima primera mitad, aunque lo cierto es que cinco de las catorce llegadas al área rival firmadas por los locales en los 45 minutos iniciales ya se habían producido antes del cuarto de hora de juego, cuando aún jugaban once contra once.

Los de Sandoval apenas pisaron la zona peligrosa del Leganés y una volea de Nico López tras centro de Salva Ruiz fue la única vez que dispararon entre los tres palos.

El equipo madrileño llegó a chutar sobre la meta de Kelava hasta en ocho ocasiones, y casi siempre con buena puntería, ya que marcó dos tantos, obligó al meta a intervenir cuatro veces y uno de esos disparos, en concreto un cabezazo, se fue al larguero.

En el lado estadístico del primer tiempo uno de esos datos curiosos e inhabituales. Clos Gómez no mostró ninguna tarjeta amarilla pero sí una roja, la que vio Rubén Pérez que tanto condicionó el choque y va a marcar la eliminatoria.

El mejor ejemplo de que el Granada mejoró bastante en la segunda parte es que el Leganés cometió en los doce minutos iniciales del segundo periodo las mismas faltas, cinco, que en todo el primero. En ese mismo espacio de tiempo, los locales cayeron dos veces en fuera de juego, algo que no había pasado en toda la primera mitad, detalle significativo de que los de Sandoval actuaron con la defensa más adelantado y con el equipo más junto tras el descanso.

Por seguir comparando, llegó las mismas veces, tres, al área de los madrileños en quince minutos del segundo acto que en todo el anterior. En general, el Granada superó en todo a su oponente hasta el final, salvo, desgraciadamente, en el resultado último.

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