Carlos Santos Rubio

"Garci es el dueño y señor de sus películas, el capitán"

Carlos Santos Rubio

Carlos Santos Rubio / ENRIQUE CIDONCHA

Carlos Santos (Murcia, 1977) ha trabajado en cine, teatro y en algunas de las mejores series de la historia de la televisión en España: 7 vidas, El comisario, Periodistas... Pero su espaldarazo definitivo fue el papel de ese policía inseguro y adorable llamado Povedilla de Los hombres de Paco. A partir de ahí, su rostro se fue haciendo cada vez más popular hasta protagonizar la serie Ella es tu padre, en la que tenía que disfrazarse de mujer. Ganó el Goya al Mejor Actor Revelación por El hombre de las mil caras (2016) en el papel de Luis Roldán y hoy estrena El crack cero, precuela en blanco y negro de la famosa saga de Garci, en la que interpreta a un joven Germán Areta.

-¿Cómo llega a sus manos un papel tan codiciado como el Germán Areta joven de El crack cero?

-La película se iba a rodar hace un año y, en un primer momento, el personaje lo iba a hacer Víctor Clavijo. Pero cuando se retomó el proyecto, Víctor estaba inmerso de lleno en la obra de teatro The Lehman Trilogy. Entonces, uno de los productores de la peli sugirió mi nombre, fui a ver a Garci y lo primero que me dijo fue: "¡Hombre! Pase, don Germán". Y me enseñó los diseños del despacho y de la casa de Areta. Acabé temblando, maravillado.

"Ha sido un reto lograr esa parquedad de Germán Areta a la hora de hablar, moverme y gesticular"

-José Luis Garci es el último clásico de nuestro cine. En esta película vuelve a rendir homenaje al Hollywood de Bogart y Bacall y al Madrid de su juventud...

-Garci nunca grita: "¡Acción!". Él te dice: "Bueno, Carlos, ya estamos rodando, cuando quieras tómate la acción...". Y siempre se queda pegado al cameraman durante la escena, respirando el mismo aire que los personajes. No quiere estar en un cuarto aparte mirando un monitor. Él es el jefe de todo, el que decide hasta el más mínimo detalle. En cualquier otra película hay mucha más gente que toma decisiones, pero Garci es el amo y señor de sus películas, el capitán.

-¿Cómo ha preparado un papel que Alfredo Landa bordó en su día sorprendiendo a todos por su economía gestual?

-Lo primero que hice fue revisar las dos pelis anteriores, no para copiar al detalle cada mínimo gesto de Alfredo sino para ver qué sensaciones me provocaba el personaje: desde la manera de fumar hasta sus gestos con la gabardina puesta... cositas que se te quedan casi por ósmosis. No se trataba de interpretar a Landa sino de interpretar a Areta. Él es parco en palabras, lo dice todo con la mirada y tiene un caparazón importante en cuanto a sus sentimientos. Y Miguel Ángel Muñoz hace lo mismo con El Moro, papel que hizo en su día Miguel Rellán.

-Habrá sido un reto para usted, que suele ser muy expresivo actuando...

-Pues sí, claro. Ha sido un reto lograr esa parquedad a la hora de hablar, moverme y gesticular. Un desafío de esos que nos gustan a los actores.

-¿Nota que, desde que ganó el Goya en 2017 por El hombre de las mil caras, le respetan más como actor y le ofrecen más papeles dramáticos?

-Para empezar, la comedia merece mucho respeto. Antes del Goya, ya había hecho muchas cosas alejadas de la comedia. Y dentro de Los hombres de Paco, la mitad de los capítulos que hice como Povedilla fueron auténticos dramas: me violaban en la cárcel; mi mujer me dejaba; me enterraron vivo... Los actores no separamos mucho la comedia del drama, eso lo hace el espectador. Con Icíar Bollaín hice También la lluvia y Mataharis, y con Imanol Uribe, Miel de naranjas. Tres películas que tienen poco de comedia.

-Pero la gente le seguirá mirando por la calle y le dirá: ¿ese no es Povedilla?

-Eso es. Pasarán 100 años y me lo seguirán diciendo. Y no me molesta en absoluto, porque fueron cinco años entrando en las casas de la gente con una serie muy mítica. Ganaré un Goya, ganaré ocho, ganaré un Oscar... y me seguirán llamando Povedilla. No pasa nada. En el público no manda nadie, sólo sus recuerdos y lo que les ha llegado al corazón.

-Antonio Ferrandis no pensaba así...

-Exacto. Él odiaba que le dijeran Chanquete y decía: "¿Con todo lo que he hecho en mi vida y esto es lo que va a marcar mi carrera?". Pues sí, chico. En el corazón y la mente del espectador no manda nadie, sino ellos mismos. Y hay que estar orgulloso por haber participado en Verano azul o, en mi caso, Los hombres de Paco.

-Usted toca la guitarra y tiene una banda de música, Soundtrack. ¿Tiene tiempo de tocar con sus compañeros?

-La música siempre ha formado parte de mi vida. Es una banda que tengo con los hermanos Girao, miembros de la formación Second. Siempre que nuestras agendas lo permiten, nos reunimos para tocar y pasar un buen rato.

-¿Está indignado con que haya unas nuevas elecciones el 10 de noviembre?

-Si algún político vuelve a usar la expresión fiesta de la democracia, mi indignación puede ya rozar límites estratosféricos. Nos han tomado el pelo.

-¿Nos están diciendo que hemos votado mal?

-Totalmente. ¿En serio otra vez a votar? Pero si ya hemos dicho lo que queríamos. Ha habido muy poca voluntad de ponerse de acuerdo. Todo forma parte de un juego muy muy sucio. Eso de que vivimos en democracia es lo que nos hacen creer. Vivimos en una aparente libertad, pero realmente vivimos en el mismo sistema que si tuviéramos a un dictador.

-¿Qué solución se le ocurre?

-Debería haber una ley que impidiera presentarse a los cuatro candidatos que no han querido llegar a un acuerdo. O llegas a un consenso o no te puedes volver a presentar. Si fuera así, ya te digo yo que tendríamos gobierno desde hace mucho tiempo.

-¿Qué plato andaluz le gusta más?

-Sin duda, el jamón y las gambas de Huelva y los espetos de Málaga, entre otros.

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