Concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia | Crítica

María Dueñas, el encanto de la elegancia

  • El buen criterio del director Juanjo Mena y la calidad de la Orquesta Sinfónica de Galicia se hicieron patentes en el Palacio de Carlos V mientras la joven violinista granadina dejó al auditorio encantado

María Dueñas junto a la Orquesta Sinfónica de Galicia dirigida por Juanjo Mena

María Dueñas junto a la Orquesta Sinfónica de Galicia dirigida por Juanjo Mena / Miguel Ángel Molina / Efe

El Festival de Granada, continuando con el ciclo Beethoven, recibió a Juanjo Mena al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia para interpretar su Concierto para violín y orquesta, sin duda una de sus obras más conocidas y valoradas del autor, y precursora de lo que sería el modelo de concierto durante el siglo XIX. Para tal ocasión el Palacio de Carlos V recibió a la joven granadina María Dueñas, quien dejó al auditorio encantado con su elegancia al violín.

Dedicar la programación del Festival de Granada a Beethoven en el doscientos cincuenta aniversario de su nacimiento ha sido uno de los grandes aciertos de este año. La música del genio de Bonn es bien conocida, pero el volver a escuchar en su conjunto las sinfonías y los conciertos solistas, y hacerlo en estupendas versiones a cargo de orquestas españolas con criterios interpretativos actuales nos brinda una valiosa oportunidad para constatar una vez más la grandeza del compositor. Tal es el caso de las tres obras que la Orquesta Sinfónica de Galicia, con Juanjo Mena a la batuta, regaló a la noche granadina.

El concierto se abrió con al obertura Egmont, una pieza "jubilosa de exaltación patriótica" como nos recordaba Arturo Reverter en las estupendas notas al programa escritas para este ciclo. Egmont en realidad es un conjunto de diez piezas pensadas como música incidental para el homónimo drama de Goethe; de todas ellas la que más ha trascendido en concierto es la obertura, que en sí resume toda la obra al representar temáticamente los sentimientos de amor y de libertad, el drama del protagonista y la revuelta. Juanjo Mena supo sacar el máximo partido a esta soberbia página sinfónica y delineó con precisión cada unidad temática ante un conjunto orquestal perfectamente equilibrado.

Como obra central del programa figuraba el Concierto para violín y orquesta en re mayor op. 61, para cuya interpretación subió al escenario María Dueñas. La violinista granadina, pese a su juventud, se destaca como una de las mejores intérpretes del momento, con numerosos y prestigiosos galardones y una emergente carrera como solita internacional. Y es que la interpretación de María Dueñas muestra una perfecta combinación entre técnica y sensibilidad que cautiva desde la primera nota.

La puesta en atriles del Concierto para violín de Beethoven fue muy acertada a todos los niveles. Juanjo Mena dio el tempo y carácter idóneo a cada movimiento, equilibrando las fuerzas orquestales en aquellos momentos en los que la solista desarrollaba su discurso. Por su parte, María Dueñas embelesó a los asistentes con una melodía fluida y perfectamente articulada; cada nota emanada de su violín tenía el peso justo dentro del complejo entramado de la partitura, y el conjunto de todas ellas fue sencillamente sublime.

No en vano la violinista se destaca por tener una depurada técnica y por extraer del violín un sonido cálido y enérgico al mismo tiempo; la línea de su discurso es orgánica, sus pasajes de dobles cuerdas claros y precisos y sus cadencias, cargadas de virtuosismo y presencia, fueron espectaculares. Con estos elementos, y la clarividencia interpretativa de Juanjo Mena, la versión del concierto de violín de Beethoven fue digna de recordar.

El programa se cerró con la Sinfonía núm. 7 en La mayor op. 92, sin duda uno de los grandes monumentos sinfónicos de todos los tiempos. Esta página beethoveniana configura en sí misma una lección magistral de composición a la vez que una creación tremendamente personal. Sus bondades no siempre son evidentes, ya que Beethoven trabaja mucho el timbre a la hora de configurar tanto las melodías principales como los elementos secundarios, por lo que el oyente a menudo tiene la impresión de estar escuchando algo perfecto sin llegar a percibir en todo su esplendor y su complejidad el cuidadoso trabajo de orfebre que el compositor realiza en torno a las unidades temáticas principales.

Nuevamente, el buen criterio del director y la calidad de la Orquesta Sinfónica de Galicia se hicieron patentes en el Palacio de Carlos V. Desde la introducción poco sostenuto que precede el Vivace inicial, cada elemento sonoro se constituyó como parte de una maravillosa arquitectura musical; el sentimiento contenido del Allegretto o el carácter juguetón del Scherzo estuvieron perfectamente descritos por Juanjo Mena, que cuidó mucho en su versión el juego de timbres al construir las líneas de su discurso. Con el vibrante y enérgico Allegro con brío final orquesta y director concluyeron una velada beethoveniana del más alto nivel.

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