Festival de Música y Danza de Granada/ Crítica

Esencia francesa en las noches de la Alhambra

Esencia francesa en las noches de la Alhambra

Esencia francesa en las noches de la Alhambra / Fermín Rodríguez/ Festival de Música y Danza (Granada)

El Festival de Granada, en su edición número 71 de este año, ha programado un elenco de grandes formaciones orquestales europeas dentro de su ciclo sinfónico. Este fin de semana le llegó el turno a la Orquesta Filarmónica de Monte-Carlo, que bajo la dirección de Kazuki Yamada ofreció una velada dedicada enteramente a la música de Hector Berlioz, sin duda uno de los grandes precursores del romanticismo musical y uno de los músicos franceses de mayor proyección internacional.

El concierto se inició con la obertura El Corsario op 21, inspirada en la visión que de estos “héroes heterodoxos” daba James Fenimore Cooper en The Red Rover y basada argumentalmente en el homónimo poema de Lord Byron. Esta breve página orquestal es una muestra de la libertad creadora de Berlioz, que no era amante de las formas pre-establecidas. En ella sorprende con un lenguaje nuevo y vigoroso que lo señalaron como un visionario entre los compositores franceses de las primeras décadas del siglo XIX. Recrea musicalmente el clima heroico que baña el texto de Byron, introduciendo aires de danza para definir el tema del protagonista Conrad. La música, de ritmo ágil y trepidante, requiere un equilibrio entre los motivos melódicos, que evolucionan rápidamente, y los efectos expresivos, algo que Kazuki Yamada supo obtener con acertada habilidad de la Orquesta Filarmónica de Monte-Carlo.

La Orchestre Philharmonique de Monte Carlo en el Palacio de Carlos V. La Orchestre Philharmonique de Monte Carlo en el Palacio de Carlos V.

La Orchestre Philharmonique de Monte Carlo en el Palacio de Carlos V. / Fermín Rodríguez/ Festival de Música y Danza (Granada)

La segunda obra del programa fue el ciclo de canciones con textos de Théophile Gautier Noches de estío op. 7, una obra de juventud que el propio Berlioz revisó en su madurez, orquestando el acompañamiento para regalar a su audiencia la versión interpretada. Esta obra centra el protagonismo en la parte vocal, que en esta ocasión interpretó la soprano Véronique Gens, una gran conocedora de la música francesa y experta intérprete de la música de Berlioz.

A través de estas seis canciones, que forman un ciclo muy interesante y atrayente, la soprano desplegó su grácil sentido melódico, donde la voz se entremezcla con los timbres orquestales para recrear los aspectos descriptivos de los textos. De buen fiato, tan necesario para lograr el canto legato que requiere la partitura, y una extensión amplia que le permitió abordar sin dificultad la exigente escritura de Berlioz, Véronique Gens embelesó al público asistente. El lirismo de cada canción, la belleza de los temas del compositor francés y la aterciopelada cualidad vocal de la cantante fueron un valor añadido a la interpretación de la partitura orquestal, donde Berlioz se muestra hábil para subrayar el marco psicológico de cada canción.

La segunda parte del concierto se dedicó a la interpretación de la Sinfonía fantástica, episodio de la vida de un artista op. 14, la obra que más fama diera a Hector Berlioz en vida y que la musicología reconoce como esencial en la definición de la sinfonía programática como representación inequívoca de la libertad creativa del autor romántico. Verdaderamente, en cierto modo es una partitura autobiográfica, ya que sus cinco movimientos se basan en sendos episodios a caballo entre la realidad y lo onírico y que narra el amor incondicional y apasionado del artista por la mujer amada, y las imágenes que en su mente sugiere.

Kazuki Yamada desplegó todo su saber hacer para articular una versión dinámica y bien definida de cada tema, propiciando una narración coherente y muy en estilo de la tan bien conocida Sinfonía fantástica. Cabe destacar el empaste y calidad expresiva de las cuerdas e la Orquesta Filarmónica de Monte-Carlo, especialmente en el vals del segundo movimiento, o en el cuarto movimiento Marcha hacia el suplicio, enlazada sin solución de continuidad con el Sueño de una noche de Sabat final, en el que la cita de la secuencia Dies Irae es utilizada por Berlioz para marcar el fatal destino en sus ensoñaciones. Una orquesta poderosa y rica en timbres fue bien calibrada por la joven pero experimentada batuta de Yamada en esta buena versión de la sinfonía, destacando la claridad de planos sonoros, la expresiva articulación y una acentuación espléndida.

La versión ofrecida de esta cima del romanticismo fue acogida con agrado por el público del festival, inoportuno al aplaudir a destiempo entre los movimientos y sin embargo más entregado al final. En definitiva, fue una dulce velada con esencia francesa de la mano de una de las mejores orquestas europeas del momento.

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