Crítica del Festival de Música y Danza de Granada

Sueños transfigurados

Sueños transfigurados

Sueños transfigurados / Antonio L. Juárez/ Photographers (Granada)

Las edición más extensa –que no la más interesante ni excepcional- del 70 Festival Internacional de Música y Danza, de cuya historia vengo ofreciéndoles diversas pinceladas, se abrió el jueves a cargo de la Orquesta Ciudad de Granada, incidiendo en esa idea de las noches en las que transcurre el Festival, aunque ha habido que recurrir al genio de Shakespeare para recordarlas. Hubiésemos esperado, en circunstancias normales –es decir, no todavía pandémicas- más intensidad sinfónico-coral, mayor volumen de acontecimientos musicales y escénicos, para que puedan integrarse en esos momentos estelares que es lo recordado por todos de estas jornadas, y no sólo abundar en el fácil formato reducido e intimista de la siempre presente música de cámara y los imprescindibles recitales. A pesar de esas carencias, "Un sueño de verano interminable", como titulé el comentario de la presentación del programa, tiene notas interesantes que hubiesen destacado más sin necesidad de inflar el programa, no siempre justificado. El Festival es excepción y fuera de la misma pierde consistencia.

La Orquesta Ciudad de Granada ha sido la encargada, un año más, de abrir la edición, con dos referencias distintas y distantes de concebir la transfiguración de las noches, apoyándose en pinceladas visuales del cineasta granadino José Sánchez-Montes. La primera, es la versión para cuerda que Shoenberg hizo de Noche transfigurada -Verkiarte Nach-, tras su primitiva creación para un sexteto de cuerda, obra temprana, cercana de las ideas wagnerianos, por ejemplo, que no de la ruptura y aportación dodecafónica que lo han hecho referente de la contemporaneidad musical.

Su seguimiento literal del convencional poema de Richard Dehmel, explicado con letras proyectadas sobre las piedras del palacio, en la que una mujer, paseando con su pareja a la luz de la luna, le confiesa que está embarazada de otro hombre, sigue una línea romántica donde se refleja la tristeza de la confesa, las sensaciones del receptor de la noticia y la comprensión final que, en una sociedad envenenada de violencia machista contra mujeres y niños, suena a bálsamo purificador, envuelto en una música original y programática que habla de sentimientos en la noche.

Una página que bordó con esmero la cuerda de la OCG, bajo la dirección dúctil de Paul McCreesh

Una página que bordó con esmero y emoción la cuerda de la OCG, con los músicos en pié, bajo la dirección dúctil y sensible de Paul McCreesh. Las pinceladas escénicas eran sutiles, centrada en la pareja movible en los borde de la galería que termina abrazada, como la música de Schoenberg que no necesita más de un par de palabras para explicarla: amor y comprensión. Musicalmente, fue lo mejor de la noche.

La segunda, fue la versión incidental de Sueño de una noche de verano Ein Sommernauchtsfraum, para entendernos- que preparó Mendelssohn en 1842 para una representación teatral shakesperiana, donde incluyó su preciosa Obertura, escrita cuando tenía sólo 17 años. Las andanzas de Oberón, rey de los genios, y su esposa Titania, por un reino frecuentado por hadas, duendes, elfos y silfos son proclives para que la imaginación de un cineasta, al carecer de escena viva, pueda desarrollar las ideas con proyecciones que envuelven a la música, utilizando dibujos, viejos trazos del rancio celuloide, para una música muchas veces convencional, y otras con luminosas pinceladas de un romántico atado al clasicismo, lo que ha hecho que, para muchos, haya pasado a la historia musical como un tarro de mermelada exquisita, pero del que no se puede abusar.

Noche grata, sin duda, pero en tono menor en comparación de otros ambiciosos inicios

La OCG, su coro y dos sopranos, Nuria Rial y María José Moren, una de ellas en tesitura original de mezzo, iluminaron la noche, aunque hubo ciertos desajustes, en una versión un tanto plana que dirigió Paul McCreesk. Los 14 números del original se reducen, musicalmente sobre todo, con páginas entremezcladas entre los actos, en la que destacan, aparte de la juvenil Obertura, con sus famosos cuatro acordes iniciales y el juego entre violines y el rugir de instrumentos de cobre, quizá para definir mejor la ensoñación con la realidad, donde no falta el rebuzno de Puck, el Scherzo como preludio para las fantásticas escenas de una noche de San Juan, o el Intermezzo, el precioso nocturno donde los amantes Lisandro y Hermia, Helena y Demetrio, se buscan y persiguen, en un juego orquestal lleno de viveza, subrayada por la vibrante Marcha Nupcial, que todos los públicos han escuchado alguna vez –no con la riqueza de la versión orquestal completa que ofreció la OCG- como protagonistas del musical adelanto dulzón de la tarta del inmediato banquete que, tal vez, a algunos, se le haya indigestado después, pero que en este instante era un momento trascendentemente feliz, como la música de Jakov Ludwig Felix Mendelssonh-Bartholdy. Por su belleza, nos quedaríamos con el final ‘Iluminad con luz refulgente toda la casa’, con las voces de la soprano y la mezzo, acompañadas por el coro de mujeres.

Noche grata, sin duda, pero en tono menor en comparación de otros ambiciosos inicios escénicos, del que sólo hemos tenido tenues pinceladas, para inaugurar las veladas nocturnas en la Alhambra que por sí solas –sin repetidas hadas, silfos, elfos y asnos shakespearianos-, ya son una sinfonía de susurros y emociones que a nadie puede empachar. Subrayar la originalidad de los trazos proyectados de José Sánchez-Montes para ambientar mejor los significados musicales y el pretexto literario, incluso para engarzar la historia incidental, y, una vez más, el protagonismo de la Orquesta Ciudad de Granada –en las crónicas de la historia del certamen he subrayado la importancia de su aportación, desde sus comienzos- y, en este caso, de su coro, bajo la profesional dirección musical de Paul McCreesh, más atento a la desenvoltura técnica de la orquesta que de matices más elevados. Destacaré, de nuevo, las voces muy notables de las sopranos Nuria Rial y María José Montes que, sobre todo, en el mencionado diálogo con el pequeño coro de mujeres, iluminaron una noche que no pasará a la historia de esos inicios nocturnos en la Alhambra.

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