Música

Una velada milagrosa

Ton Koopman durante el concierto que ofreció la noche del miércoles.

Ton Koopman durante el concierto que ofreció la noche del miércoles. / Antonio L. Juárez/ Photographerssport (Granada)

Un Festival se mide por muchas cosas, pero un indicador básico es su capacidad de convocatoria, tanto de público como de la relevancia de sus figuras. En ese sentido, la velada de ayer tenía todos los ingredientes de ser un día de los realmente especiales de esta edición del Festival. Todas las localidades agotadas. Un programa distinguido y la cita con una leyenda viva de la música historicista y especialmente en torno a la figura del Bach. Y realmente así fue. Pero por poco.

El concierto comenzó con gran retraso, 45 minutos, porque el “avión del director había sufrido retrasos y venía directamente al concierto”. En ese sentido, se puede pensar que no era mucho, pues hasta esta edición, este tipo de conciertos comenzaban a las 22:30, aunque aprovechamos para decir que mucho mejor las 22:00 como están siendo en esta año, incluso un poco antes, sería mejor. Lo que ocurría es que si se trata de medios de transporte, la incertidumbre tenía su espacio.

Con todo el público acomodado en el imponente claustro del Colegio Mayor Santa Cruz la Real, cuando era la hora que se había anunciado tan amablemente por el personal del Festival, las 22:45, el director del Festival, tomó la palabra desde el escenario y trató de dirigirse al público para dar las pertinentes explicaciones. Decimos trató, porque en seguida le pidieron que hablase más alto, como hizo. Y referimos este detalle porque forma parte del concierto dilucidar si hablar, cantar al aire libre es lo más conveniente o no. Tras sus palabras, y con el coro y la orquesta afinada, apareció sonriente y entrañable, el maestro.

Orquesta y coro

La Pasión según San Juan con el Amsterdam Baroque Orchestra and Choir bajo la dirección de Koopman fue sublime. Evidentemente se puede pormenorizar, y las opiniones pueden ser de lo más dispares y encontradas, se juzgar todo lo extramusical, lo netamente musical, entiendo que no.

El coro, soberbio, elegantísimo, con una dicción perfecta y con un equilibrio de voces portentoso. La labor del contratenor ayer, Peter de Groot, director de este coro, magnífica. Respecto a la orquesta, y bajo la batuta, y criterios revolucionariamente historicistas del propio Ton Koopman, era la oportuna. Ya en época de Bach, existían controversias entre quienes entendían que debía ser una orquesta mayor, incluso el propio compositor pedía incrementar la plantilla a la superioridad eclesiástica, por lo que lo normal es que eso siga siendo un elemento de controversia. Por eso decimos que precisamente este director, junto a unos pocos comenzó a interpretar la música antigua con criterios historicistas en el último tercio del siglo pasado y lo que ofrece es una lección magistral de esta partitura. La orquesta, meticulosa, preciosista y perfectamente ajustada al gesto de Koopman.

Solistas

La elección de los solistas, como suele ser habitual, sí que puede ser más discutida. Realmente la relevancia es muy dispar, tal y como plantea el genio alemán. Con un evangelista muy presente, el tenor, con gran solvencia, situado junto al órgano positivo de Koopman, con arias realmente bellas. Y unos solistas con muy desigual función. La voz de Jesús, tan habitual en Bach para el bajo, que hizo un papel sobrio, serio y con aplomo. Y los papeles muy tangenciales de la soprano y el contratenor que nos remiten apenas a un par de arias para cada uno, hechas con entusiasmo y belleza.

La obra se desarrolló con fluidez y dando espacio a toda la simbología que se encuentra en la obra de Bach, tanto por el número de instrumentos que intervienen, como para los momentos tan dramáticos que proporciona el texto de San Juan o el otro texto que también inspira diversos momentos de Bartold Heinrich Brokes: “Jesús martirizado y muerto por los pecados del mundo”.

Muy especiales fueron los momentos de menor textura, con el primer violoncello interpretando la viola da gamba, o el dúo de violas d’amore. La impronta de Koopman es esencial en esta versión, pues exceptuando algún coral que dirige de pie, el resto de esta imponente obra lo interpreta desde el positivo, tanto en los tutti o acompañando arias como en los recitativos secco en los que el continuo acompaña la narración. Eso da una coherencia y una sensibilidad a toda la obra que se traduce en lo que es la puesta en escena de todo un proceso religioso con mucho interés en la parte didáctica y de que el “pueblo” entienda y se conmueva con el padecimiento de Jesús.

La destreza de Koopman en esa narración es sencillamente magistral. Bien es verdad que el lugar elegido puede generar puntos de vista dispares. Un repertorio tan denso, con tantos matices y con tal juego de textura hecho al aire libre siempre generará distintos puntos de vista también sometidos al lugar desde donde se ve o se escucha. Pero esta ha sido la propuesta del Festival, y a quien firma, solo poder compartir una velada con una figura como Koopman, que es una leyenda de la música antigua, posterga cualquier otra opinión al respecto (pero entiende que se generen).

Al término del concierto, una vez más, la figura de Koopman, saludó a cada uno de los intérpretes en las numerosas veces que el público le hizo salir. Y así hacía, como al principio de la velada, igualmente sonriente y vital, después de un día complicado de aeropuertos y demás medios de locomoción para él y para todos los intérpretes, fue conmovedor. Con un director así, se ve que es imposible el desaliento y así se percibió. Lo dicho, la velada de ayer, fue amén de maravillosa, milagrosa.

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