Crítica de la 71 edición del Festival de Música y Danza de Granada

Emotivo reencuentro con Mahler

  • El domingo volvimos a escuchar la 'Tercera' del compositor en la interpretación de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE bajo la dirección de Pablo González

Orquesta Sinfónica y Coro RTVE  bajo la dirección de Pablo González en el Palacio de Carlos V.

Orquesta Sinfónica y Coro RTVE bajo la dirección de Pablo González en el Palacio de Carlos V. / Fermín Rodríguez/ Festival de Música y Danza (Granada)

Aunque en el Festival hemos escuchado todas las sinfonías de Mahler, especial recuerdo merecen las numerosas versiones de la Tercera, la última vez en el concierto inaugural de la 60 edición con la Orquesta de la Comunidad Valenciana y el Coro de la Generalitat Valenciana, además del Coro de la Presentación, con la dirección de Elena Peinado, bajo la dirección de Zubin Mehta. El domingo, la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE la repitió, bajo la dirección de Pablo González. Recordamos a este mismo conjunto sinfónico-coral bajo la batuta del granadino Miguel Ángel Gómez Martínez, el 7 de julio d 1984. En cualquier caso, siempre será un acontecimiento reencontrarse con esta obra genial, si viene incluida en la recuperación del ciclo sinfónico-coral tantas veces reclamado en el Festival, cuando ha sido cicatera su presencia.  

La versión ha sido muy digna, brillante en muchos instantes, con una atención esmerada de Pablo González, con robustez y calidad, con el concurso de los instrumentos solistas que tan importante papel desempeñan en la partitura, como es el caso del viento, las ocho trompas, en una orquesta entregada y un limitado coro de mujeres, con la colaboración siempre admirada del infantil de Elena Peinado, capaz de magnificar los momentos más expresivos, junto a la mezzosoprano. Porque, como he dicho en otras ocasiones de comentar la Sinfonía num. 3 en re menor, no es fácil desentrañar el genio de Mahler, a veces oculto entre tanta diversidad de matices, temas, motivos, bajada a los pueblos y sus gentes, sus fiestas y sus fantasías; al enfrentamiento con los pasajes reales de la Naturaleza y sus elevaciones sobre la intimidad, la belleza, el drama, humano y estelar, de un mundo en formación y en deformación como el mismo ser humano. Una obra que es un monumental canto a la naturaleza y a la vida, pero también a la inteligencia y a la originalidad orquestal, a la profundidad de sentimientos que el genio austriaco es capaz de envolverlos o contrastarlos con charangas, marchas, utilización de la orquesta como elemento vivo y natural.

Ese universo sonoro necesita un director con maestría para exponer toda la luminosidad de partitura tan rica y diversa y una orquesta capaz de mostrar todo su talento y atención colectiva para que ni una nota ni un susurro ni una disonancia precisa, ni unos efectos, aparentemente agazapados pero que pueden resurgir fulminantes. Ahí estuvo el magnífico primer movimiento, que en su larga duración, en forma de sonata, se despliegan multitud de ideas. Pero sobre todo ese dominio técnico, prevalece la sensibilidad adecuada cuando llegan los instantes dramáticos, íntimos, bellísimos.

Por ejemplo, en el lied del VI movimiento –Seh Langsam Misterioso, Lo que nos dice la noche-, sobre un fragmento del Zaratustra, de Nietzsche, donde la contralto describe la aparición del hombre, con sus grandezas y, también, con sus dolores. Hace falta una absoluta compenetración entre orquesta y solista, como ocurrió en este caso, entre la voz cálida y estremecida de Wiebke Lehmkuhl, para fundirse con la orquesta y coro en un diálogo unido indisolublemente entre lo melódico y lo orquestal, en un largo mensaje lleno de encanto y sugerencias, como Lo que nos dicen las campanas de la mañana, con el coro -excesivamente reducido el de mujeres, pese a su corta actuación, lo que restó la necesaria brillantez a momento tan singular- y niños –una vez más admirable, por su belleza y candidez, el infantil de Elena Peinado- o el canto al Dios justo en la conmovedora Canción de los niños pobres que mendigan.

Toda esa tensión emocional, salvo breves altibajos, tuvo el epílogo en uno de los más estremecedores adagios mahlerianos, el subtitulado en su origen Lo que nos dice el amor que desemboca en una explosión amorosa que hace vibrar al auditorio. Una versión con vigor y sensibilidad, con meticulosidad y caudal que extrajo con firmeza Pablo González, con una respuesta admirable de la orquesta. Era justo sacar a saludar al trompa solista y al monumental conjunto del viento, sobre todo los metales, que tan extraordinaria labor realizaron y que definen a la Orquesta de RTVE. Tan justo como el aplauso a la contralto Wiebke Lehmkuhl que en su breve actuación mostró las cualidades de su voz y su sentido dramático en ese mencionado diálogo. Una grata noche, recuperando momentos sinfónicos claves en la historia del Festival.

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