Virtuosismo español con esencia francesa
María Dueñas reaparece en el Festival de Granada junto a la ONE para interpretar la 'Sinfonía española' de Lalo
El Palacio de Carlos V acogió, dentro de la programación del Festival de Granada, una noche memorable, en la que María Dueñas regresa al Festival de Granada, cinco años después de su anterior participación, cuando con similares virtudes ya mostraba precoz madurez. En esta ocasión fue recibido con entusiasmo por el público de la ciudad que la vio nacer, que llenó hasta agotar las localidades el aforo del palacio. La trayectoria profesional de la violinista, pese a su todavía brevedad, está marcada por galardones internacionales (Yehudi Menuhin en 2021, Princesa de Girona en 2023) y recientemente ha firmado un importante contrato discográfico de la Deutsche Grammophon.
Para su regresó al Festival que la vio nacer como estrella internacional interpretó la Sinfonía española en re menor op. 21 de Édouard Lalo, que puso en atriles junto a la Orquesta Nacional de España dirigida por Andrés Orozco-Estrada. La obra, híbrido entre concierto y sinfonía con raíces folclóricas españolas, encuentra en María Dueñas a la intérprete ideal, pues se trata de una página tremendamente virtuosística y expresiva, un reto interpretativo que solo una violinista consagrada conseguiría abordar con éxito. El violín de María Dueñas superó con creces el desafío; con un timbre visceral, navegó desde los motivos flamencos del primer Allegro non troppo hasta las cadencias casi vocales del Andante, desplegando una técnica brillante y una sensibilidad conmovedora.
Durante los pasajes iniciales, la solista entró con una precisión milimétrica, modulando el fraseo con elegancia. Su tono, pleno y cálido, contrastó con los gestos incisivos de la orquesta bajo la batuta de Andrés Orozco-Estrada, que imprimió una dirección clara, ágil y profundamente comunicativa. El maestro colombiano supo extraer de la Orquesta Nacional de España un sonido equilibrado y flexible, perfectamente adaptado a los colores cambiantes de la partitura, obteniendo equilibrio dinámico al servicio de la parte solista y haciendo que la formación sonara con frescura y carácter sin perder un ápice de elegancia.
Si el Allegro inicial María Dueñas desplegó un diálogo expresivo y apasionado, en el Scherzando la violinista recreó ese aire festivo y casi grotesco que Lalo impregnó a su partitura, mientras que el Intermezzo central adquirió un lirismo más introspectivo. Fue especialmente conmovedor el Andante, en el que construyó un delicado discurso de exactitud dramática. El Rondo final, con su giga argenta, desató un clímax emocional. La joven artista, abrazada por la ONE, se ganó la rotunda ovación del público asistente que, puesto en pie, la obligó a salir a saludar hasta en seis ocasiones; abrumada por la cálida acogida, ofreció fuera de programa el Canto de Veslemoy de Johan Halvorsen, y un arreglo rapsódico para violín y arpa de Granada, de Agustín Lara, escrito por la propia Dueñas..
Si la primera parte del programa ofreció el lirismo virtuoso de María Dueñas en la Sinfonía española de Lalo, la segunda mitad de la velada llevó al público del Festival de Granada a un territorio muy distinto: la evocadora y desbordante Sinfonía fantástica opus 14, de Hector Berlioz. Una obra de contrastes extremos, de fuerza visionaria, de teatralidad sin contención, que encontró en la Orquesta Nacional de España y en Andrés Orozco-Estrada a unos intérpretes comprometidos con su espíritu.
Festival de Granada: Orquesta Nacional de España
Programa: Édouard Lalo, Symphonie espagnole, en re menor op. 21; Hector Berlioz, Symphonie fantastique op. 14.
Orquesta Nacional de España
Director: Andrés Orozco-Estrada
Solista: María Dueñas (violín)
Lugar y fecha: Palacio de Carlos V, 22 de junio de 2025
Clasificación: 5 estrellas
Desde los compases del Rêveries-Passions, quedó clara la intención del director: un Berlioz expansivo, casi cinematográfico, pero sin perder claridad estructural. Orozco-Estrada buscó manejar los enormes bloques sonoros con soltura, construyendo planos dinámicos muy contrastados y modelando el fraseo con atención casi quirúrgica. La cuerda, que ya había destacado por su lirismo en la obra de Lalo, se mostró aquí algo menos precisa y elástica, particularmente los violines. Por su parte, el viento-madera brilló por su expresividad y empaste.
La segunda sección, Un baile, destacó por la elegancia del tempo y la finura en los diálogos entre las secciones. El vals se deslizó con agilidad, aunque sin trivialidades, como una danza vista desde una ensoñación febril. En Escena en el campo, la orquesta alcanzó uno de los momentos más intensos de la noche, con un diálogo bucólico entre corno inglés y oboe que destiló melancolía y misterio. La calma pastoril se fue cargando de presagios, hasta desembocar en el dramatismo contenido del cierre.
El cuarto movimiento, Marcha al suplicio, fue todo un ejercicio de control dramático. Orozco-Estrada impuso un pulso firme y un crescendo que desembocó en una explosión sonora perfectamente articulada. Aquí, la percusión se convirtió en protagonista, aportando una teatralidad casi operística. Y si aún quedaban reservas a la brillantez de la formación, el último movimiento, Sueño de una noche de aquelarre, las disipó con una interpretación salvaje y precisa, donde las disonancias y las texturas extremas fueron manejadas con virtuosismo colectivo. El Dies Irae, lúgubre y paródico, emergió con fuerza, y la orquesta navegó con brío entre campanas – colocadas en la logia superior del Palacio de Carlos V –, el vigor melódico de los chelos y los glissandi en los vientos hasta llegar al clímax orquestal, que arrancó una calurosa ovación del público.
Fue, en definitiva, una Sinfonía Fantástica que hizo honor a su nombre, culminando una noche de contrastes interpretativos. Andrés Orozco-Estrada demostró un dominio de la dirección al extraer de la Orquesta Nacional de España un sonido que, si bien no fue perfecto, sí resultó del agrado del público.
Sin duda, será una velada para recordar, la noche en que María Dueñas llegó al estrellato con su genial realización de la partitura de Lalo. Con su presencia en el escenario del Palacio de Carlos V se confirma el altísimo nivel que tiene el Festival de Granada.
También te puede interesar