Extraña oportunidad la que ofrecen los caminos de la coproducción de poder ver una película del norteamericano Ted Fendt en el SEFF. Fendt pertenece a la gloriosa nómina de cineastas invisibles en su país, esa donde se encuentran directores tan maravillosos, y desconocidos aquí y allí, como John Gianvito, Jon Jost, Dan Sallitt o Jem Cohen. Las razones de su invisibilidad son principalmente políticas, ideología política y política de la puesta en escena. Su mayor pecado el estar influenciados por la modernidad europea: Rohmer, Eustache e incluso las aventuras de Robert Kramer en el viejo continente.
En Outside noise, de concisos 60 minutos, Fendt da una lección magistral de cómo pensar el cine y de cómo hacer cine. Para empezar en analógico y 16 mm, lo que convierte su película en la más bella a la hora de registrar la luz (en este caso del equinoccio otoñal) de todo el festival, y para terminar en su cuidado en no resultar jamás intrusivo (pese a notarse en cada plano que hay un cineasta detrás) en los viajes, encuentros, paseos y charlas de sus tres amigas protagonistas; desde Nueva York a Berlín o Viena sin un solo plano turístico, sin un solo plano que no esté conectado con la vida y con la memoria del cine moderno.