Granada

Una Alhambra como Dios manda

  • Los Reyes Católicos cristianizaron los palacios nazaríes para adaptarlos a la nueva fe de la conquista Boabdil evitó la destrucción de la ciudad-fortaleza con su rendición ante los vencedores

LA frase de "llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre", aquella reprimenda materna a Boabdil tras la entrega del Reino de Granada a los Reyes Católicos, no le hace justicia al último rey nazarí. No hay fuente documental alguna que certifique siquiera si fue así pronunciada. Más allá de esta leyenda que surge del suspiro de un monarca camino del exilio, en su última mirada a su reino y palacios, se encuentra el hecho de que gracias a aquella rendición se ha pudo salvar intacta la Alhambra, la gran joya del arte hispanomusulmán. Otro palacios y fortalezas corrieron peor suerte e incluso su destrucción casi total, como Gibralfaro en Málaga. Además, la población fue pasada a cuchillo por las tropas católicas o bien invitados a vagar de un lugar a otro hasta encontrar refugio en parajes escondidos, como así ocurrió en la Axarquía o en la Alpujarra.

Es de justicia señalar que no sólo se salvaron los palacios nazaríes gracias a sus últimos moradores sino también al talante y consideración que Isabel de Castilla le tenía a las maravillas de las estancias, torres y salones construidos por los artesanos y sultanes alhambreños. La reina castellana destinó una cantidad considerable de dinero para la conservación de los palacios granadinos. Finalmente la fuerza e imposición de la religión prevaleció al respeto por la estética y el arte nazarí. Pronto empezaron las modificaciones católicas, el cambio de minaretes por campanarios y el derrumbe de algunas estancias para transformarlas en capillas y espacios de oración. Aquel primer impulso conservacionista de la reina de Castilla tan sólo duró tres años. En 1495, por orden de Isabel la Católica, fue erigido el Convento de San Francisco, para la Orden Franciscana, siendo la primera transformación católica que se llevó a cabo en la Alhambra. La reina de Castilla decidió utilizar para este primer edificio conventual en el corazón de la ciudadela nazarí un palacio árabe construido en época de Muhammad II.

Lo primero que hace cualquier vencedor al tomar una ciudad enemiga es acabar con los símbolos más venerados por los derrotados, y de esta manera humillarlos. Isabel la Católica fue a la cabeza simbólica del Islam en Granada, y derribó la Mezquita Mayor o Real de la Alhambra, que fue 'bendecida' como iglesia cristiana y se dijo la primera misa tras la toma de la ciudad-fortaleza, y también sirvió como primera catedral. La Mezquita Mayor fue demolida en 1576 y se construyó en su solar la iglesia de Santa María de la Alhambra, en tiempos de Felipe III. En las proximidades a este espacio se encontraban las tumbas de algunos reyes nazaríes, cuyos cadáveres fueron desenterrados y llevados por Boabdil en su destierro a un lugar todavía hoy desconocido.

Nada más entrar al recinto alhambreño encontramos una imagen que recuerda los campos de exterminio nazis, aquella en la que los prisioneros judíos aparecen, nada más atravesar el arco con el lema del campo, el eufemístico 'El trabajo os hará libres', una especie de carril construido con las lápidas de los nazaríes. Isabel de Castilla decidió reforzar la muralla que va desde la Puerta de la Justicia a la Plaza de los Aljibes, y lo hizo con las lápidas del cementerio real de la Alhambra. Hoy en día se pueden apreciar los cantos de estos testigos marmóreos funerarios y como fueron dispuestas en esta muralla de muerte, un paseo estremecedor que pasa desapercibido para los miles de turistas que los transitan a diario.

Uno de los lugares más frecuentados por los visitantes al monumento es el quiosco que alberga el pozo del aljibe en la plaza del mismo nombre, entre la Alcazaba y los palacios. Esta instalación, casi emblemática no fue una obra de los nazaríes y el gran aljibe fue construido en 1494 por los Reyes Católicos.

La Alhambra nazarí tuvo la mala suerte de ser presa del amor del emperador Carlos V, y no solo las edificaciones palaciegas sino la vieja trama urbana de la ciudad. El recinto nazarí sufrió durante la época imperial su mayor transformación, gracias a una deconstrucción que finalizó con su configuración original, pero dejaron intacto el mármol blanco del Patio de los Leones, un destrozo producido durante la ocupación napoleónica.

Carlos I de España se empeñó en acondicionar las estancias palaciegas para su uso y disfrute. Empezó con el Mexuar, que padeció su primera reforma, para continuar con la transformación del Peinador de la Reina, en 1537, que se convirtió en una cámara íntima para su esposa. Anteriormente, en 1526, instaló la reja y se abrió paso entre las construcciones nazaríes para crear el Patio de Lindaraja. A estas intervenciones en lo que fuera la zona palaciega nazarí se sumaron las obras en el baño real de Comares y en los jardines del Patio de Lindarajo o de Daraxa.

La intención de Carlos V estaba clara, como emperador renacentista, quería instalarse en el núcleo alhambreño, lo que demostró al construirse seis habitaciones. Lo que superó todos sus deseos de presencia material y de su poder sobre lo que había sido el último reino musulmán en la Península Ibérica fue la construcción del Palacio de Carlos V, entre los años 1528 y 1537, una obra del arquitecto Machuca, ejemplo de la arquitectura renacentista.

El emperador también dejó su impronta en los espacios públicos del interior alhambreño, como el gran pilar construido hacia 1545 y anteriormente, en 1536, la Puerta de las Granadas o de los Gomérez, uno de los emblemas del monumento, que fue remozado recientemente dentro del plan de restauración de la Granada del emperador. Aunque es posterior a la época imperial, el 'cubo de defensa', situado junto al Pilar de Carlos V, se construyó en 1568 para asegurar la protección de la Puerta de la Justicia.

Los 'Felipes', del II al IV, no mostraron un interés especial por el tesoro arquitectónico de la Alhambra. Felipe II, aunque se encargó de mitigar las rebeliones de los moriscos, se limitó a continuar las obras emprendidas por su padre en el Palacio de Carlos V. Felipe III se limitó a hacer labores de mantenimiento con reparaciones y arreglos en tejados y torres.

Fue en 1624 cuando la Alhambra se engalanó para recibir al joven Felipe IV, quien contaba apenas 19 años y entonces se realizó el Paseo de los Adarves en la Alcazaba y se acometió una segunda reforma del Mexuar.

Nada más instaurarse los Borbones en España, nuevamente la Alhambra volvió a ser motivo de interés de los monarcas españoles. Felipe V e Isabel de Farnesio llegaron a la Alhambra en 1729, donde dejaron su firma personal: las siglas 'F' e 'Y' de la Sala de Mocárabes, y que son atribuidas a Fernando V de Aragón e Isabel I de Castilla, se impostaron en esta sala con ocasión de la estancia Real en la Alhambra del primer Borbón al frente de la Corona española. Con motivo de esta visita regia a Granada, se trazaron los tres paseos que parten de la Puerta de las Granadas y que fueron transformados y renovados en 1828, 1858 y 1862. En este mismo entorno, pero con anterioridad, hacia 1599, se instaló la cruz de mármol que existe junto a la Puerta de las Granadas y que es conocida como la del artillero Leandro de Palencia.

Otra de las intervenciones católicas en esta misma entrada al monumento desde la ciudad consiste en el antiguo pilar cercano a la cruz, que fue construido en 1838.

El Generalife no se salvó del mortero e interés constructor católico, como así queda rubricado con la presencia de la llamada Casa de los Amigos, una obra realizada entre los siglos XV y XVI, aunque según los especialistas sería una de las construcciones más antiguas de la Alhambra y dataría del siglo XIII.

El que fuera palacio veraniego de los nazaríes recibió el aprecio de los románticos, con la construcción del conocido mirador. La edificación se construyó en la cota alta de la Escalera del Agua en el Generalife en 1836, en estilo neogótico, muy a tono con la época, aunque según apuntan algunos autores, sobre los restos de un oratorio musulmán. Fue construido por don Jaime Traversa, administrador de las posesiones del marqueses de Campotéjar.

En 1870 la Alhambra es declarada monumento nacional, histórico y artístico, y comienza su protección. En 1879 se amplía la limitación del conjunto monumental, con la inclusión del Palacio del Generalife y de los restos arqueológicos situados en el Cerro del Sol y sus alrededores. Así quedó finalmente una Alhambra como Dios manda, que habrían dicho los Reyes Católicos. Luego, años más tarde, algunos arquitectos conservadores se empeñaron en el añadido de postizos orientalizantes, más propios del arte otomano que del nazarí. Fue Torres Balbás el arquitecto conservador quien inició unas obras en las que se limpiaron añadidos, se dejó testigo de ellos, pero se destacó sobre todo la recuperación del original.

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