De la División Azul al mural multicolor
EL Colegio Público José Hurtado de Granada ocupa un solar que, en tiempos, acogió los muros de un convento e incluso de una cárcel. Tapias grises que cayeron para, tras décadas de abandono -el proyecto se redactó en 1920 y las obras no finalizaron hasta 1956-, levantar otro edificio. El primer nombre que recibió el colegio de la calle Molinos fue el patriótico División Azul. Aquella realidad monocolor de las décadas de los 50, 60 y 70 cambió. El nombre del centro siguió el mismo camino y se rebautizó como José Hurtado, en homenaje a uno de los maestros. Ésta breve historia señala algunos de los argumentos que, ahora, en 2016, han servido para que el centro sea reconocido como Comunidad de Aprendizaje, una 'etiqueta', con la que la Consejería de Educación de la Junta reconoce desde 2012 la labor de los centros por derribar muros, ampliar miras e implicar a su entorno en el proceso de aprendizaje de los alumnos.
Ruth Theresia Obermayer es luthier. El pasado mes de enero fue a clase, a enseñar a los alumnos de Primaria cómo se hace un violín. "Son aprendizajes que de otra manera es difícil que adquieran", señala el director del José Hurtado, Jesús Gutiérrez. Belinda Barrancos es madre y le ha tocado ser la "dinamizadora" de un grupo interactivo. Sobre la mesa de la clase de Infantil, material inspirado en la obra de Paul Klee. Barracos reconoce que "me gusta mucho" asistir a las clases y trabajar con los chiquillos. De hecho, Belinda también se ocupa del huerto del colegio, que ha servido para recuperar un solar y, de paso, proveer de material al laboratorio del colegio... "Los padres han hecho crema de karité, la han vendido, y con lo que han sacado han comprado una lupa de aumento para el laboratorio", explica Gutiérrez. La presencia de voluntarios en las clases -padres, pero también alumnos del Centro de Lenguas Modernas, artistas del barrio, docentes de la Universidad...- no significa que el maestro delegue sus funciones. "Es el que organiza, el que controla que el grupo interactivo funcione", apostilla.
El proyecto de la Comunidad de Aprendizaje requirió de una primera fase de sensibilización, formación del profesorado, información a las familias y una "fase del sueño". "Todos vamos a soñar con la escuela que queremos", añade el director. Se aportan ideas -hay quien ha pedido que se construya una piscina en su colegio, relata Gutiérrez sobre la experiencia de otros centros- y hacer una selección, planificar cómo se pueden llevar a cabo y "consolidar" esas ideas.
El objetivo es que el entorno participe. "Tenemos la suerte de contar con familias muy participativas. De hecho, hay tantas iniciativas que decidimos que ser Comunidad de Aprendizaje era la mejor manera de canalizarlas", añade el director.
Un ejemplo de la capacidad del colegio para dinamizar el entorno está en el patio. El Niño de las Pinturas esbozó el diseño que lucen los muros, y los padres y alumnos fueron un sábado a pintar. El motivo que se puede 'leer' es un viaje desde el Universo hasta la célula.
La repercusión de esta forma de entender las relaciones entre el colegio, los alumnos y el resto del mundo ha propiciado un aumento del número de solicitudes de admisión en el centro -el único público de la zona-, y ha mejorado el rendimiento de los chicos. "Contamos con tertulias dialógicas, en las que se selecciona un texto y se prepara una tertulia con el fin de mejorar la compresión lectora" de los niños. "Todo esto va encaminado a conseguir el éxito escolar". Y, de camino, hacer más placentero el paseo diario por la calle Molinos hasta el colegio. "Los niños ven que sus padres participan. Eso hace que entiendan que el colegio es importante", concluye el director.
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