La tele más Real del año
Federico García Lorca y Francisco Alaya, las dos F granadinas del 27
El autor de 'Muertes de perro' conoció al poeta de Fuente Vaqueros gracias a su colaboración en 'La gaceta literaria' Ayala entrevistó en dos ocasiones al dramaturgo
UN joven periodista cultural colaborador de la publicación madrileña La gaceta literaria recibía el encargo, allá por los años veinte, de entrevistar a su paisano poeta y dramaturgo Federico García Lorca. Trabajaba en la revista cultural de referencia de la que sería llamada en el futuro la Generación del 27 o de la Amistad. Aquel joven llamado Francisco Ayala era ocho años menor que un ya consagrado autor granadino, con varias obras en los carteles de los teatros madrileños. Ayala y García Lorca, a pesar de haber ido algún tiempo al mismo instituto, el Padre Suárez, nunca coincidieron en su Granada natal. Ambos, en aquellos primeros años del siglo XX, ni tan siquiera intuían que se convertirían en símbolos y referentes de lo más 'granado' del panorama intelectual. Al joven Francisco, quien a sus dieciséis años ya había comenzado a colaborar en diferentes revistas y periódicos, La gaceta le sirvió de plataforma para conocer y relacionarse con un gran número de sus coetáneos.
En el caso de García Lorca, Ayala rememorará su encuentro con el ya consagrado dramaturgo y poeta en Recuerdos y olvidos. El pensador relata que, cierto día, yendo en busca del poeta, lo encontró sentado en la salita del hotel madrileño donde se hospedaba. "Que al verme llegar, me dijo: 'Ven acá; voy a tocar para que tú oigas una cosa que seguramente reconocerás. Es una canción popular granadina que yo he recogido de viva voz. La estoy transcribiendo al pentagrama". Se trataba de una de las muchas canciones populares que García Lorca armonizó, y que posteriormente interpretara al piano junto a La Argentinita. "Y en seguida -prosigue Ayala en su relato- empezó a teclear con brío la canción de casa. Canción que luego habría de hacerse famosa en el mundo entero gracias a aquella transcripción lorquiana".
La prueba impresa de aquella relación entre ambos personajes se plasmó en la revista literaria de referencia a través de dos escritos, que son del todo elogiosos. García Lorca estrenaba Mariana Pineda, y allí estuvo Francisco Ayala para contarlo en La gaceta. El periodista cultural se acerca a su paisano, un dramaturgo ya consagrado, como el joven que admira a un autor que está rompiendo en el panorama literario y que destruye los tópicos modernistas, y sobre todo románticos de la heroína liberal. El encuentro se produce en el año 1927. Ayala entrevista al poeta, a quien califica como "juglar de los sueños -el hombre del puntero y el cartel truculento-: Federico García Lorca". En otro de los párrafos de la entrevista, un vanguardista Francisco Ayala escribe sobre García Lorca: "Doctor de ciencia infusa -escribe con una pluma del ala de San Miguel, mojada en el tintero oblongo de la Plaza Larga-: Prodigio -torero- con alamares de risa. (Sin que faltara nunca lo de 'Ha quedao magistral')".
"-Y dime, Federico...», preguntaba el periodista.
"-Ah. No es una heroína para odas. No es eso. Mariana era una burguesa. Lírica. Al final se convierte en la personificación de la Libertad, por haber comprendido que su amante la traicionaba con la Libertad", contestó Federico en una muestra del nuevo concepto de su Mariana Pineda".
La entrevista de La gaceta literaria muestra claramente a un Francisco Ayala que está empezando y que se encuentra ante un autor mayor que él y que es su paisano. La entrevista también demuestra también los conocimientos del joven periodista de toda la 'mitología' desarrollada sobre la figura de Mariana Pineda. "Federico ha cantado con su voz alegre la historia de Mariana, y le ha rodeado la espléndida garganta con un collar de imágenes nuevas. A lo largo de su drama. De su romance. De su tragedia", escribió Ayala en otro apartado de la entrevista.
En una de esas raras coincidencias que deparan las hemerotecas, el retrato de García Lorca que aparece en La gaceta literaria estaba firmado por Manuel Ángeles Ortiz, un artista granadino y amigo de ambos. Ayala intentó la expresión poética y sólo publicó un poema, de excelente factura, pero el escritor siempre consideró que su prosa era la mejor poesía que podía escribir.
Los especialistas tanto en Ayala como en García Lorca destacan que ambos autores "siempre mantuvieron un trato de amistad". Ayala perdió muchos de sus libros durante su trasiego y exilio tras la Guerra Civil, pero nunca quiso recuperarlos a excepción de dos títulos: El jardín de los frailes, de Manuel Azaña, y el Romancero gitano, de Federico García Lorca, los dos dedicados por sus autores. El mismo Ayala rememoraba en una entrevista próxima a su centenario: "Aprovecharon las circunstancias de la Guerra Civil para robarme ejemplares que contenían dedicatorias, para mí muy importantes, de Gasset, Azaña y García Lorca. Años más tarde tuvieron la caradura de ofrecérmelos para que los comprara, y no acepté por asco".
Los dos autores granadinos compartieron también las páginas de la revista Gallo, una publicación que apareció en Granada en 1928, impulsada por el poeta, y de ella se editaron solamente dos números, uno en febrero y otro en abril de ese año. A pesar de una vida tan efímera, lo que por otra parte no era infrecuente en las publicaciones de los años veinte, la mayoría de las colaboraciones estaban dirigidas a reivindicar un Arte Nuevo para su tiempo. Ayala publicó el artículo Susana saliendo del baño, en el que desde la referencia bíblica el narrador describe la modernidad de uno de aquellos baños de los años veinte.
El asesinato de Federico García Lorca le impresionó mucho porque en las mismas circunstancias se produjo la muerte de su primo el médico García Duarte. Ayala opinaba que el asesinato del poeta de Fuente Vaqueros era "un símbolo de la gran tragedia" que fue la Guerra Civil, de ahí que sus restos no se debían desenterrar.
El exilio volvió a relacionar a Ayala con García Lorca, pero esta vez con los familiares del poeta granadino quienes se encontraban refugiados en Nueva York. Asesinaron al padre y a un hermano de Ayala durante la Guerra Civil, y esta tragedia les unía a ambas familias. Tanto los Lorca como Ayala también mantenían una actitud similar ante los crímenes, que era la de no dramatizar, aunque les producían angustia. Ayala esperó al final de la Guerra Civil para publicar un relato titulado El diálogo de los muertos, que es una especie de alegoría a las víctimas de la contienda fratricida, en la que señala que más allá del heroísmo anónimo están todos los muertos.
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