'Los Gamos' nadan entre dos mareas
Los 'antidisturbios' están ahora en primera línea por la situación socialQuieren que se les vea más como mediadores que como represoresSu perfil es de personas estables, y en muy buenas condiciones físicas
En el primer aniversario del movimiento 15-M no estaba permitido acampar en la Plaza del Carmen, aunque sí estaba autorizada la manifestación por la Gran Vía hasta los Jardines del Triunfo, lugar que estaba señalado como el fin de la concentración. Pero los indignados regresaron a la Plaza del Ayuntamiento, que estaba blindada por efectivos de la Unidad de Intervención Policial (UIP). La tensión se mascaba cuando los manifestantes bajaban por Reyes Católicos directos a los agentes, en línea. Todo se rebajó cuando los efectivos se abrieron y se agruparon en un segundo término, posibilitando las asambleas del 15-M. Quizás haber frenado a los manifestantes hubiera tenido consecuencias graves.
Es una de las situaciones a las que se enfrenta esta unidad especializada en mantener el orden público, pero también tienen que atender grandes catástrofes y garantizar la seguridad ciudadana. Se les conoce como los antidisturbios y se han colocado ahora en primera línea informativa por el incremento de las concentraciones y manifestaciones en la ciudad motivados por los recortes sociales, los desahucios y el paro.
Sus cabezas albergan 'pequeñas balanzas' en las que tienen que sopesar si la intervención es pertinente. Un ejemplo, puede que sea más lógico dejar que se queme un contenedor que sofocarlo si ello va a suponer alterar a 500 manifestantes que están a su alrededor y que son los que lo han prendido. Tienen marcados en su mente los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad. Y un desarrollado sentido común.
En la Jefatura Superior de la Policía de Granada se asientan dos grupos de los 10 que la UIP tiene distribuidos por Andalucía. A su vez, cada grupo se divide en tres subgrupos, que se distribuyen en dos equipos. De esta manera, cada grupo está integrado por 50 agentes, cada subgrupo por 15 y cada equipo por 6 o 7. Los granadinos, que son en total 109 (2.500 hay en toda España), son denominados Los Gamos y están coordinados en última instancia por una unidad central situada en Madrid. Su cobertura está en todo el territorio nacional, aunque tienen sus zonas de actuación preferentes para ganar en efectividad y para economizar la logística.
Son de los agentes que no saben con certeza dónde y cuándo acabará su jornada. Por ejemplo, hace unos días fueron avisados a las 00:00 horas de que al día siguiente tenían que desplazarse temprano a Cádiz para atender las movilizaciones de los astilleros. Terminaron y regresaron a Granada.
Han estado, entres otros, en los conflictos de la frontera de Melilla, en la multitudinaria acampada en Madrid y fue la primera unidad en llegar a Lorca, tras ser azotada por el terremoto. Tardaron 2,5 horas. "Una de las cosas que nos define es nuestra movilidad. Estamos disponibles y localizables las 24 horas del día. Aquí no existen horarios", reconoce el inspector jefe de un grupo de la Unidad de Intervención Policial granadina, Daniel R., que recuerda por ejemplo que él estaba con su familia cuando el 15-M tomó la Plaza del Carmen hace ya un año. "Aquello fue muy espontáneo. Aquí sabes cuándo entras, pero no cuándo sales. En mitad del terremoto de Lorca, no puedes decir: 'oye, que yo ya he cumplido mi jornada'. El policía que entra en estas unidades tiene que ser por vocación. Es muy difícil conjugar tu vida laboral con la social. Ahora mismo me pueden decir que me marche a Barcelona y no sabes para cuántos días. A Lorca fuimos por ejemplo con lo puesto".
A pesar de estos handicaps, las UIP son de las más demandadas por los agentes y por eso es complicado acceder. Un dato: para un curso de ejecución de 150 plazas en Linares se presentaron 1.500 solicitudes. Atraen por los servicios, los entrenamientos y la formación, entre otros aspectos. Se busca la especialización.
Tampoco echa para atrás a los funcionarios el haber ocupado portadas de telediarios y de periódicos en plenos altercados. "Por ejemplo, en el 15-M veía algún forcejeo de un policía con un manifestante y sabía que esa imagen es la que iba a salir en los medios de comunicación". No creen que sean los malos de la película. "Eso son apreciaciones personales. Cada servicio es muy particular. Ahora casi todas las semanas tenemos concentraciones y manifestaciones por el actual contexto social. Es loable que unos señores se quieran manifestar para reclamar una serie de derechos laborales. No somos el brazo ejecutor del Gobierno que va a apretar al ciudadano. Nuestra misión es garantizar que esos señores se manifiesten, pero también que otros puedan circular libremente por la calle. Que se conjuguen los dos derechos".
Uno de los problemas que tenían con el 15-M era que no tenían portavoces y que ocupaban espacios públicos, y con la última huelga general que había piquetes informativos que no dejaban trabajar a otras personas. "Estamos como la válvula de escape de una olla a presión. Para unos somos coactivos porque dicen que no les dejamos manifestarse y otros nos comentan que no aplicamos con severidad las normas. Estamos entre dos mareas. También somos como un comodín".
Y para estar en mitad de todos los fregados, requieren una especial preparación física y mental. Llegan a superar pruebas en las que son sometidos a la máxima tensión para ver y controlar las reacciones. "Hay que tener disciplina. Aquí se pide un plus, pero yo no he visto que nadie salte porque se le insulte. Es parte de nuestro trabajo y lo tenemos asumido". Para llegar a ese antiestrés es imprescindible que el funcionario policial esté estable. "Yo tengo gente en mi grupo que lleva 36 años de servicio. Han estado en las reservas y han vivido de todo con gran profesionalidad y, sobre todo, con vocación".
Este inspector precisa que estas unidades son muy jerárquicas. "Nos guiamos por unos protocolos. Una mala orden o una mala interpretación podría acarrear graves consecuencias en el orden público".
No quieren que se les vea solo como una fuerza represora, sino también como mediadores. "Hay que estar en una condiciones físicas óptimas, pero también tener empatía, saber ponerse en el lugar del ciudadano, escucharlo, cuáles son sus motivaciones…" Es lo que se encuentran ahora mucho en las protestas para evitar los desahucios. "Recuerdo una intervención en un banco, al que accedieron 15 personas. Era un señor desesperado y con dos hijos que había perdido su trabajo. Quería que lo escucharan y una solución. Al final se logró. Hicimos de mediadores. Se ponen todos los medios posibles para solucionar. Nuestro trabajo es defender la ley, pero también ayudar al ciudadano".
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