Provincia

Geoparque de Granada: la tierra jamás andada

  • El Norte de la provincia espera que la inclusión de sus comarcas dentro de la Red Mundial de la Unesco genere empleo y ayude a conservar espacios y costumbres

El Geoparque siempre estuvo ahí. Al menos desde el cuaternario. Las casas cueva, las badlands, el hombre de Orce o el azul del Negratín. Los granadinos ya sabíamos lo que teníamos, y lo comprobábamos cada vez que, tras bajar del Puerto de la Mora, a los pocos minutos se abría el paisaje ondulado de lo que siempre en el colegio se llamó la Hoya de Guadix. El inhóspito Norte de la provincia, que muchos granadinos también desconocen, pero al que ahora mirarán más porque es mucho más que ese desierto, ese secarral de montañas sugerentes en una reducción casi despectiva de la zona. No, es más, mucho más, demasiado más incluso, y que ahora tiene carta de naturaleza y una marca para englobar toda su riqueza: Geoparque de Granada, Red Mundial de la Unesco.

El nombramiento de la candidatura de las comarcas del Norte de Granada (Guadix, Baza, Huéscar y parte de Los Montes) va a suponer que los turistas de la provincia tengan una opción más cuando la visitan. Al final todo se simplifica con marcas: Granada, Costa Tropical, Sierra Nevada, Alpujarra y ahora, Geoparque. Son 4.772 kilómetros cuadrados, con 72 lugares solo de interés geológico, que engloban a 47 municipios amenazados desde hace décadas con la despoblación, ligada a la falta de oportunidades y la inexistente industria, más allá de la agraria, la ganadera y la turística, y que ahora esperan como un maná que este reconocimiento planetario suponga un espaldarazo para sus habitantes.

"El Geoparque va a ser un revulsivo para toda Granada Norte, que es la gran desconocida incluso para la propia gente que vive aquí", comenta Antonia Requena, encargada de la Oficina de Turismo de Guadix. Requena lo define como "un paisaje que te representa el mundo entero" y lo dice con el conocimiento de quien se ha pasado décadas fuera de su tierra natal, y que cuando volvió se dio cuenta de que vive "en un lugar único". No solamente es ese paisaje que me maravilla, si no que tiene detrás una historia tremenda que te cuentan los arqueólogos, y que te ponen el vello de punta. Es, como decimos, la tierra jamás andada".

Vista aérea de las cárcavas del embalse del Negratín Vista aérea de las cárcavas del embalse del Negratín

Vista aérea de las cárcavas del embalse del Negratín / Guido Montañés (Dipgra)

Antonia se refiere a que cada montaña, cada cárcava, cada piedra, valle o estrato geológico de este lugar cuentan algo. En cada sedimento petrificado se encierran, al menos, 5 millones de años de evolución, ya no sólo del norte de la provincia, sino de la propia historia del planeta tierra. Las rocas hablan de un pasado naturalmente rico, húmedo, de una cuenca endorreica donde los ríos no llegaban al mar, sino a un gran lago que atrajo la vida de grandes mamíferos y de los primeros seres humanos.

De su presencia dan testigo las decenas de yacimientos paleontológicos que existen en Venta Micena (Orce), Castellón Alto (Galera), Fonelas o Gorafe, uno de las mayores minas de información sobre el hombre y la naturaleza del periodo cuaternario que hay en todo el planeta. Y una vez el agua encontró el camino del Atlántico, esta también empezó a caer desde el cielo como un artista que cincela el paisaje, creando durante medio millón de años y hasta la actualidad estas formas tan extrañamente perfectas llamadas cárcavas, o badlands, y que también han moldeado un carácter y una forma de ser humanos de los habitantes de todas estas comarcas.

Los 4.772 kilómetros cuadrados cuentan la historia de 5 millones de años de la Tierra

Nada más llegar desde la capital la propia autovía muestra al visitante un desdoblamiento donde rocas rojizas avisan de la atracción de este lugar. Más adelante, la salida a Purullena avisa de un sugerente "poblado troglodita". Este pueblo vivió tiempos mejores. La antigua Nacional se degradó a carretera autonómica, y a su vera grandes comercios aparecen cerrados. La tienda de cerámica de Antonio Morillas es de las pocas abiertas. Al lado, la persiana bajada del vecino avisa de que la traspasa por jubilación. La despoblación, presente en tantas esquinas. Morillas se lamenta de que "unos no quieren seguir porque no quieren y otros porque no hay tránsito", así que con espera que la marca del Geoparque tenga el mismo efecto que tuvo poner la etiqueta de Bosque Encantado al de Lugros: "Lleva años pero alguien lo llamó así y la gente viene ahora a hacer senderismo. Pues si cuando van o vienen, se paran a comprar, influye porque todos comemos".

En Guadix aguardan lo mismo. A la marca de la Alcazaba, la Catedral o su pasado romano se suma el sello del Geoparque. "Lo estamos esperando. Guadix es el punto de partida o el punto de salida, y desde hace tiempo se va moviendo en redes, se busca, se va hablando", cuenta José Antonio Cervantes, dueño del Palenga, situado en la plaza del Ayuntamiento.

Formaciones erosionadas entre Beas de Guadix y Marchal Formaciones erosionadas entre Beas de Guadix y Marchal

Formaciones erosionadas entre Beas de Guadix y Marchal / J. J. Medina

El Geoparque es la gran oportunidad. Crear un modelo que atraiga turismo, y además, lo haga de forma sostenible con los que mejor conocen la zona, los mismos pobladores de la zona. Ya hay más guías en cada pueblo, que guían por caminos que tanto a pie, como sobre todo en bicicleta o todoterreno, descubren los más íntimos rincones del Geoparque. Porque no se puede ir a Los Coloraos por cuenta propia, o La Sagra, o por a la famosa Casa de Cristal de Gorafe sin saberse los caminos o tener un vehículo adecuado.

"Si te vas a meter en el desierto, llévate agua". Lo dice Antonio del Paso, dueño del Mesón Ilusión de Gorafe, cuando explica cómo llegar a esa extraña construcción ultramoderna, que da ese toque de distópico y futurista a estos pagos, como ya dos siglos atrás lo hizo Gustave Eiffel con el puente ferroviario de El Hacho, entre Alamedilla y Guadahortuna. Pero la fantasmagórica, casi que apocalíptica visión merece la pena, aunque le quede poco tiempo tan aislada porque va a ser trasladada a otro lugar más accesible. Allí es solo silencio, viento, u oscuridad. El corazón donde se escucha palpitar al Geoparque.

La Casa de Cristal y los dólmenes de Gorafe son, en pocos metros, la evolución del humano

Nabila, cocinera francesa de origen tunecino del Ilusión, ya se considera del pueblo. Está enamorada: "Cuando llegué me quedé sorprendida. Le decía a mi marido que por qué nadie hace nada con lo que tenéis. Él me decía que si yo le iba a descubrir América. Y es que ellos han crecido aquí, lo han visto siempre, y para ellos es normal". Ahora su esposo se ha hecho guía turístico gracias al Geoparque. "Aquí ni siquiera gente de la zona conoce lo que tiene", sentencia Antonio.

En el Parque Megalítico de Gorafe el ser humano encuentra una conexión con un yo primigenio. Es como si al observar los dólmenes entablásemos una conversación con un rincón escondido de nuestro ser, con si el cerebro guardase en un rincón los mecanismos de supervivencia de cuando éramos homínidos. Viendo las piedras apiladas formando paredes y techos nos reconociéramos siendo niños montando cabañas con los cojines de los sofás. Al igual que en los diferentes museos arqueológicos y centros de interpretación que jalonan el Geoparque admitimos como nuestros esos objetos que un humano en desarrollo moldeó con manos aún torpes de maña, pero que la evolución perfeccionaría siglo a siglo, pedrada a pedrada, ensayo-error.

Casa de Cristal, en el desierto de Gorafe Casa de Cristal, en el desierto de Gorafe

Casa de Cristal, en el desierto de Gorafe / J. J. Medina

En el Geoparque emerge la evolución del hombre y la historia de la Tierra. Incluso uno se puede bañar en las filtraciones que de vez en cuando se escapan de las entrañas del planeta en forma de aguas termales. Hay estaciones por muchos lugares, empezando por Cortes y Graena, pasando por la poza de Zújar, debajo de los baños, que ahora tapa el agua del pantano, o los sorprendentes baños de Alicún de las Torres, que son la perfecta definición de oasis. Llegando desde Fonelas, se pasa de las dunas petrificadas del valle del río Fardes a un pinar que cubre una piscina natural que se nutre de las aguas que emanan del subsuelo.

Allí el calor se sofoca y el agua dibuja un acueducto natural en la Acequia del Toril. También los travertinos, unas curiosas formaciones rocosas que sorprenden por lo romper con el árido paisaje. "Esperamos que dentro de la riqueza natural que tenemos, que tenga más visibilidad. Esto no tiene el reconocimiento que debe y va a venir muy bien", comenta uno de los trabajadores del balneario, David Fernández, mientras desde el quicio de la puerta un socorrista se prepara para el cambio de turno.

El Geoparque también viene para cambiar la forma de recibir visitantes. No se ve en un día ni en dos. En esto coinciden todos los lugareños y empresarios. Es tan grande, abarca tanto, que es imposible. Baza, Huéscar, Castril, La Puebla... Una Granada inabarcable. "La mayoría de lo granadinos no saben lo que tiene", afirma contundente José Manuel Martínez, un asturiano que apenas lleva una semana con su negocio abierto, el del Club Náutico del Negratín. Desde su terraza ve el mar azul del embalse y a lo lejos el Cerro Jabalcón, el mirador más imponente de todos. "¿Qué le trajo aquí?". "El amor". "¿Por una persona o por el lugar?". "Por las dos". Aquí José Manuel no tendrá el verde de su casa, pero sí ha sentido ya la conexión con la tierra del Geoparque. "Esto no es un capricho, es para quedarme". Para quedarse en un lugar que ya es patrimonio del mundo.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios