Gitanos rumanos: ciudadanos europeos con pasaporte de segunda división
La entrada de Rumanía en la UE abrió las fronteras a millones de rumanos que buscaban una vida mejor · Con suerte dispar, desde Granada se critica la actitud francesa con sus compatriotas
La mecha comenzó a arder el 5 de agosto y desde entonces sigue encendida. Una circular enviada por el ministro francés en la que ordenaba dar prioridad a la expulsión de gitanos rumanos del país galo desató un conflicto nacional e internacional que no sólo está presente en los medios de comunicación sino que afecta directamente a la vida de millones de ciudadanos rumanos (gitanos o no) que se encuentran dispersos en toda Europa. En la capital hay 400 personas que, desde entonces, viven pegadas al televisor y, en cierto modo, con el alma en vilo. Están intranquilas.
Lo dice Stanuta, una gitana rumana afincada en Granada y lo confirman los responsables de las asociaciones que trabajan codo a codo con uno de los colectivo más discriminado socialmente.
Natalia García es miembro de la Asociación Pro-Derechos Humanos en Granada y considera que lo que está pasando en Francia es "absolutamente preocupante y dramático". En cualquier caso, no es algo que le haya sorprendido. "Es algo que viene de largo y que se está permitiendo a nivel europeo. Más allá de algunas declaraciones y de pedir explicaciones por parte de algunos políticos, no se hace nada, ni se establecen sanciones claras".
Tanto su asociación como la de Anaquerando -que también trabaja con gitanos rumanos- reclaman un posicionamiento claro contra una política que está deportando a ciudadanos europeos con los mismos derecho que el resto. "Las expulsiones colectivas deben desaparecer, están fuera de lugar y van en contra de la ley".
Sonia Sahli no es rumana pero conoce el colectivo al dedillo. Desde su asociación, Anaquerando, lleva años trabajando por una normalización de los rom en Granada, que cuesta pero que llega poco a poco. Sahli tiene claro que la posición que ha adoptado el gobierno francés con este tema (y que se ha visto apoyada por muchos otros) no es más que una forma de ocultar otros muchos problemas que sufre el país. "En unos contextos de paro tan altos como los que estamos teniendo en Europa, con los niveles de inseguridad (a todos los niveles) ponerle rostro a un culpable es muy fácil y rentable políticamente", argumenta criticando que "culpabilizar a un grupo que no se conoce, que no es homogéneo y que se encuentra con un gran rechazo social es, además, una estrategia errónea e injusta".
Tanto Natalia como Sonia lamentan que en la llamada de inclusión gitana, desde los gobiernos se estén lanzando mensajes que son propios de siglos anteriores y que representan un recorte de derechos inadmisibles. El miedo para ellas y para la comunidad de gitanos rumanos que vive aquí es que pueda producirse un efecto dominó.
Se refieren en este punto a las últimas declaraciones de Torres Hurtado realizadas hace unas semanas en relación con el parque de la Vega y en las que se escudaba en "eliminar el problema de los rumanos" para realizar su proyecto.
"Sus palabras son inadmisibles. El regidor de una ciudad no se puede permitir hacer una declaración xenófoba. Este discurso crea desigualdad y vulneración de derechos", exponen. Aún así reconocen que en la ciudad se han mejorado algunas cosas.
Las medidas integrales que todas las asociaciones reclaman para afrontar la realidad de la inmigración no llegan, es cierto, pero las asociaciones también aseguran que hay programas puntuales que sí están beneficiando a las familias que más lo necesitan. "El problema de los planes integrales es que se necesita de voluntad política y al trabajar con administraciones de diferente signo, todo se complica". Por eso han optado por ir mejorando la calidad de vida de los rumanos de manera independiente con cada administración.
Por ahora, las personas que trabajan con ellos aseguran que en Granada hay pocos rumanos que no tienen techo para dormir; que todos los menores están escolarizados y que, de manera general, llevan un control médico adecuado por lo que se supone que es una población "normalizada". Aun así, es un colectivo que sigue encontrando problemas para acceder a la vivienda (pocos quieren alquilarles un inmueble y suelen pagar cantidades muy elevadas) y dificultades a la hora de integrarse. "Podemos decir que a nivel 'de papeles' los rumanos son los inmigrantes que más fácil lo tienen pero a nivel social, los que más sufren el rechazo. Mucho más que los marroquíes, africanos o latinos", subraya Natalia. Si algo positivo se puede sacar de todo este proceso es que, según Natalia, por lo menos se ha puesto el problema encima de la mesa. "Se habla sin tapujos de la xenofobia que hay hacia este colectivo y se sabe que esta actitud está siendo alentada por ciertos políticos".
A los protagonistas de este reportaje poco les importa que esa primera circular que encendió la mecha se modificara semanas después para eliminar la procedencia y etnia de los inmigrantes. Poco les importa que en las televisiones haya políticos de que una manera contundente en la pantalla se quejen de la actitud del Gobierno francés y luego no hagan nada.
A Stanuta, Natalia y Sonia les importa que existiendo la llamada libre circulación (y al margen de las normativas que la corten de manera indiscriminada) siga habiendo ciudadanos europeos de primera y ciudadanos europeos de segunda. Que se puedan hacer declaraciones que sigan estigmatizando a un colectivo sin conocerlo y que a estas alturas de la película se tenga que reclamar una igualdad de trato, en todos los sentidos, porque haya todavía gente que no la tiene.
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