Pasado con presente incluido

Gonzalo Piédrola, en la cima de la brillantez

  • En la carrera de Medicina sacó 26 matrículas de honor y dos sobresalientes

  • Fue catedrático de Microbiología, decano de Medicina, director del Hospital Clínico y director general de Salud

Gonzalo Piédrola, durante la entrevista.

Gonzalo Piédrola, durante la entrevista. / A. C.

Se le antepone el don al nombre para que no haya dudas del respeto debido. Sus impagables sondeos por la microbiología le han llevado al estado venerable del que ha coronado la cima de la brillantez en este campo. Es como si la naturaleza lo hubiera elegido entre el montón para ser un experto en virus, bacterias y todos esos bichitos cuyo nombre termina en 'coco'. El cuerpo de don Gonzalo Piédrola es de los que ocupa poco espacio pero también de los que se deja notar, sin duda por esa aura de justo prestigio que le acompaña allá a donde va.

En el mundo de la Medicina es de los que no necesita presentación. Su curriculum es muy extenso y está jalonado de méritos, aunque baste decir que durante la carrera tuvo 26 matrículas de honor y dos sobresalientes, fue catedrático de Microbiología y Parasitología de la Universidad de Granada, decano de la Facultad de Medicina, director del Hospital Clínico San Cecilio, presidente de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Granada, vicepresidente del Instituto de Academias de Andalucía y director general de Salud Pública de la Junta de Andalucía, entre otros cargos de relevancia que también ha ocupado.

Piédrola fue decano de la Facultad de Medicina de la UGR. Piédrola fue decano de la Facultad de Medicina de la UGR.

Piédrola fue decano de la Facultad de Medicina de la UGR. / G. H.

Además de ser colegiado y académico de honor en varios colegios de médicos y academias de medicina, ha sido condecorado por los gobiernos de Francia, Marruecos y España. Y por ser hasta fue vicepresidente de la Caja General de Ahorros de Granada cuando en las cajas aún no se habían politizado. Lleva a gala no haber estado nunca más de ocho años en un cargo porque es de los que piensa que si alguien no ha hecho algo en ese tiempo ya no lo va a hacer nunca. Además es autor de más de 270 trabajos de su especialidad y coautor de 25 libros.

Se trata de un granadino que a pesar de haber estudiado Medicina en Madrid y haber tenido sus primeras ocupaciones laborales lejos de su tierra natal, nunca ha dejado de venir al Corpus o a la fiesta de la Virgen de las Angustias. Si a este hombre se le pudiera pasar por un microscopio, quizás descubriríamos que su corazón tiene forma de granada.

La casa de los microbiólogos

Conozco perfectamente el camino a la casa de Gonzalo Piédrola porque hace unos meses estuve entrevistando para esta serie a su esposa Mari Carmen Maroto, otra prestigiosa microbióloga con la que nuestro protagonista de hoy ha compartido, además del microscopio, su vida, su hogar y sus tres hijos. Cuando me dirijo a la casa de los microbiólogos, el día se ha cubierto ya con el betún de la noche, las luces navideñas se hacen notar y por un altavoz anónimo se oye el compás de un villancico.

A la gente se le ve feliz y despreocupada paseando por el Puerta Real y alrededores, como si en absoluto estuviera pendiente de lo que está pasando en Cataluña o de lo que va a pasar en Andalucía cuando se termine el plazo para formar Gobierno. Parece como si estas fechas fueran menos proclives a la desazón que produce la política.

Me reciben Gonzalo y Mari Carmen, con esa amabilidad propia de un matrimonio que vive la paz que da montar un belén, a la espera de la prole familiar que acuda para Nochebuena. Gonzalo y yo nos sentamos en el sofá de terciopelo verde en el que me senté también cuando entrevisté a Mari Carmen Maroto, que en esta ocasión se empeña en que su marido y yo bebamos algo que no sea agua. Ambos parecen haber alcanzado esa serenidad activa que dan la experiencia y la costumbre. Gonzalo Piédrola es buen conversador. Es de los que no tienes que preguntar porque engarza sus pensamientos como cuentas de collar y se va de una situación a otra contando lo que ha sido su vida y lo que, quizás, ha dejado de ser.

-Nací en la calle Alhamar en el año 1939, unos meses después de acabar la guerra. Me bautizaron en la Basílica de la Virgen de las Angustias. Cuando tenía un año y medio, a mi padre, que era médico militar, lo destinaron a Madrid. Así que allí se fue la familia. Recuerdo que fue una infancia al menos sin grandes sobresaltos. Si echo mi memoria muy atrás aún recuerdo en aquel Madrid de la posguerra la gente haciendo cola con las cartillas de racionamiento y a las mujeres que practicaban el estraperlo vendiendo pan que llevaban escondido entre la ropa. Se acercaban a la gente y le decían en voz baja: tengo pan. Esas imágenes jamás se van de mis recuerdos.

Familia de médicos

Gonzalo Piédrola, habla suavemente, sonriendo. A veces una descarga de energía motivada por un recuerdo o una anécdota que tiene que contar, le echa la espalda al fondo de la butaca en la que está sentado. Tiene cierto aire de personaje bien plantado en una película en blanco y negro, con su pañuelo de seda anudado al cuello y su postura de niño obediente al que le han ordenado que sea educado cuando hay una visita.

Sus cálidos ojos, que han ido recientemente operados de cataratas, acompasan su relato y se hacen más vivos cuando narra un acontecimiento que merece la alegría y más apagados cuando de lo que se trata es de una tristeza, por ejemplo el recuerdo de un compañero ya fallecido. Gonzalo me dice que si hace un balance de su vida se da cuenta de haber aprovechado los avatares del destino para superarse y piensa que ha tenido suerte en la vida. Me cuenta que estudió Medicina porque irremediablemente se vio abocado a ello: su padre, su tío y algunos que otros familiares muy allegados eran médicos.

-Mi tío Fernando era el médico de Camilo Alonso Vega. Yo estudié en la Universidad Central, que luego sería la Complutense. No es por presumir a esta edad, pero saqué en todas las materias matrículas de honor excepto en dos asignaturas. Fui alumno interno por oposición, con lo que te pagaban 200 pesetas. Obtuve también el premio extraordinario de Licenciatura. O sea, que se me daba bien la carrera. En sexto curso conocí a Mari Carmen y nada más acabar ambos Medicina ya pensamos en casarnos. Ingresé en el cuerpo de Sanidad Militar. Toda mi promoción se fue al Sáhara pero yo al haber sacado el número uno me quedé más cerca, en Carabanchel. Luego vino la boda con Mari Carmen, mi tesis doctoral, la beca en París… Llegué a la capital de Francia en el 69, cuando todavía había coletazos del mayo del 68. Recuerdo haber visto aún aquellos adoquines levantados que se hicieron símbolo de la famosa revolución. Después de acabar la tesis, que la hice en el hospital Cochin de París, hice las oposiciones al Cuerpo de Sanidad Nacional. Se titulaba la tesis Medicina preventiva en el ambiente aeroespacial, o sea, que le expliqué al tribunal cómo se caga y se mea en espacio, que no creas tú que es fácil, jejejeje.

En estas oposiciones también saca el número uno. Para entonces ya tiene dos hijos y se pone a dar clases como profesor agregado en la Universidad de Madrid.

-Lo que más me ha gustado siempre es la enseñanza. Pero no enseñar al alumno las materias, sino a que aprenda a pensar. Hay que enseñar a pensar. ¿De qué valen muchos conocimientos en una cabeza si luego esa cabeza no sabe pensar? Más que internet no sabe nadie y si algo nos diferencia de una máquina es que tenemos la capacidad de reflexionar y de decidir.Vive en Madrid pero no olvida su Granada natal, donde tiene mucha familia, y donde no ha dejado de venir.

-Granada siempre me ha tirado mucho. Fíjate que cuando me casé con Mari Carmen nos vinimos a aquí de viaje de novios. Ella no conocía Granada y estuvimos hospedados en el hotel Brasilia, que estaba en Recogidas. Luego siempre veníamos, bien en el Corpus o bien en la Virgen de las Angustias. Nos íbamos a casa de mis tíos Nicasio, Luis y Paco. Cuando regresábamos a Madrid siempre le llevábamos a mi madre barretas. Le encantaban las barretas. ¡Quién me iba a decir a mí por entonces que acabaría trabajando en Granada!

Pero sí, tanto él como Mari Carmen Maroto acabaron en Granada. Gonzalo Piédrola sacó las oposiciones a cátedra y fue destinado a Barcelona. Allí se desplazó para trabajar un tiempo, hasta que quedaron vacantes las cátedras en Microbiología y Parasitología de Sevilla y Granada. Todo el mundo creía que iba a elegir Sevilla, pero él tenía querencia por la ciudad que le había visto nacer. Estamos ya en el año 1973.

-Cuando llegué la cátedra era muy compleja. Microbiología era una materia de las que llamaban marías, a las que no se le daba mucha importancia en la carrera. Yo me encargué de revitalizarla y de dignificarla. Me rodeé de personas muy valiosas como Ramón Gálvez, Joaquín Fernández-Crehuet o Antonio Cueto Espinar, que luego sería consejero de Sanidad en Asturias… Entre todos hicimos una cátedra que luego fue la envidia de muchas universidades. Venían especialistas de toda España a ver cómo trabajábamos. Gracias a nuestra lucha conseguimos un laboratorio modélico en el Clínico. Recuerdo que mucha gente se extrañaba de lo que habíamos conseguido y me preguntaba si es que me había hecho del PSOE.

Cambios en la medicina

Gonzalo Piédrola piensa que la Medicina ha cambiado avanzado mucho, pero que la enseñanza de la misma no ha ido al mismo compás.

-Los avances en la Medicina han sido espectaculares en todas las especialidades, en los trasplantes, en la genética, en las exploraciones… Sin embargo creo que la enseñanza de la Medicina no ha avanzado tanto, ha ido perdiendo valor. Antes teníamos las referencias de nuestros maestros. Una dato que nos interesaba de un médico era conocer con quién se había formado, quién había sido su maestro. Actualmente se ha perdido esa referencia.

Ahora la vida de Gonzalo se ha relajado, aunque sigue en activo en muchos frentes. Precisamente al día siguiente de nuestro encuentro daba una charla sobre Alexander Fleming en Jaén.

-El descubrimiento de este científico, la penicilina, fue importantísimo. Había sido un hombre muy humilde que durante su infancia tenía que recorrer todos los días siete kilómetros para ir a la escuela. Eso lo forjó como persona capaz de soportar muchos sacrificios. Durante la guerra fue médico militar en los frentes de Francia y quedó impresionado por la gran mortalidad causada por las heridas de metralla infectadas en los hospitales de campaña. Finalizada la guerra, regresó al Hospital St. Mary donde buscó intensamente un nuevo antiséptico que evitase la dura agonía provocada por las heridas. Descubrió primero la enzima antimicrobiana llamada lisozima y después la penicilina. Su descubrimiento ha salvado la vida a millones de personas. Pues fíjate si era modesto que cuando le preguntaban por su descubrimiento decía: Sí la penicilina es importante, pero donde se ponga un vaso de buen vino…

Gonzalo Piédrola va a Madrid todos los martes a las reuniones de la Real Academia Nacional de Medicina, donde es miembro de la junta directiva. Y sigue hablando allá donde va de materias en las que es un especialista, como el virus zika o de las enfermedades de transmisión sexual como la sífilis, que no ha desparecido como la gente piensa, sino que, dice, hay un aumento de casos. También tiene tiempo para escribir ensayos.

Piédrola en un acto con el Rey Felipe VI. Piédrola en un acto con el Rey Felipe VI.

Piédrola en un acto con el Rey Felipe VI. / G. H.

-Ahora estoy escribiendo sobre un médico granadino que se llamaba Justo Covaleda Ortega, un eximio microbiólogo granadino que trabajó en Cataluña y que allí está entre los médicos ilustres. Quiero reivindicar la figura de este hombre que no es muy conocido pero fue hito en la investigación epidemiológica en nuestro país.

-Yo sé, porque alguna vez lo hemos hablado, que te gusta mucho la música clásica y pasear por la orilla del mar. ¿Tienes tiempo para estas aficiones?

-Menos del que quisiera, pero sí, aún saco tiempo para eso.

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