Granada y la colonia catalana

Siempre ha tenido Granada buena sintonía con Cataluña; por lo menos eso recoge la prensa de antaño, y sabemos que una buena parte de la economía catalana ha sido levantada a pulso por miles de andaluces y muchos granadinos. Una de las pruebas de esas buenas relaciones fue la invitación que Granada hizo a Cataluña con motivo de la coronación de Zorrilla como poeta nacional ocurrida en nuestra ciudad en el Corpus de 1889. El Liceo de Granada, que organizaba el evento, invitó a una embajada de Barcelona que donó mil pesetas y una corona de hierro y oro con la leyenda "Barcelona a Zorrilla". El Ayuntamiento catalán vino representado por una larga comitiva; su alcalde Francesc Rius i Taulet acompañado del secretario, un cronista, un arquitecto municipal, guardias vestidos de gala, el estandarte de la ciudad, maceros y porteros en traje de ceremonia, a pesar de que por entonces también se reclamaba la independencia de Cataluña; sin embargo en Granada la representación catalana se granjeó la simpatía general hasta el punto de que en el desfile de la espectacular comitiva por las plazas Nueva y Bibarrambla se oyeron gritos de ¡Viva Barcelona!, ¡Viva Cataluña!, mientras el alcalde Rius saludaba con el sombrero e inclinaba la cabeza en señal de agradecimiento. Finalizada la ceremonia la colonia de catalanes en Granada invitó a un almuerzo en el Hotel Washington a los representantes de la Ciudad Condal. En el discurso final Barcelona recordó al granadino Mariano Álvarez de Castro, el defensor de Gerona contra Napoleón. Todo terminó con efusivos gritos de ¡Viva Granada y Viva Cataluña!

Pero entrado el siglo XX la colonia catalana en Granada, creada en 1923, seguía manteniendo cordiales relaciones con la ciudad. Uno de los actos de convivencia era el que solía celebrar en la conmemoración de su patrona la Virgen de Montserrat el 27 de abril. A una de las fiestas, la de 1929, asistió la actriz catalana Margarita Xirgu que estrenaba en el Teatro Cervantes la obra de García Lorca Mariana Pineda. Se iniciaba con una misa en la iglesia que las Escuelas del Ave María tienen en la Avenida de Cervantes, oficiada por el sacerdote y político Luis López Dóriga, sobrino del arzobispo Messeguer, que había sido obispo de Lérida, por lo que la vinculación con Cataluña venía de lejos. Un templo abarrotado de fieles y especialmente adornado con flores que las damas catalanas se encargaban de organizar. La capilla de música de la Catedral interpretó la Misa Sacramental del compositor catalán Rivera i Miró. La celebración tenía su especial atractivo en las palabras de un gran predicador, el capellán real y elocuente orador Celestino Sangenís, que aprovechaba su discurso no solo para exaltar las virtudes de la Virgen sino para relatar con entusiasmo parte de la historia de Cataluña provocando entre los nostálgicos asistentes calurosas muestras de agradecimiento. Resultan curiosos los apellidos de algunos de los asistentes: Barberá, Masats, Espert, Cruzat, Gaspart, Puig, Manganell…

El banquete que ponía fin a la celebración tuvo lugar en el Hotel Alhambra Palace, a donde se trasladaron los asistentes en espectacular caravana de automóviles que dejó asombrados a los vecinos de la cuesta del Caidero. A los postres una de las intervenciones fue la lectura de una larga poesía del profesor de la Escuela de Magisterio Raimundo Torres Blesa titulada "Aleluyas a la Virgen de Montserrat". Al final uno de los organizadores de apellido Sabater aconsejaba a sus paisanos: "decid a los catalanes que vengan a Granada a gozar de las bellezas de Sierra Nevada". Faltó la segunda parte del discurso que esa la pongo yo: "…y que los granadinos vayan a Cataluña, que allí hay trabajo". Y así fue. Unos a contemplar el pico del Veleta, otros a empuñar el pico y la pala.