Historias de Granada | Fiesta de la Toma

  • El afán polemista de los granadinos se visualiza el 2 de enero en las movilizaciones de los que están a favor o en contra de la celebración del día en que los Reyes Católicos entraron en la ciudad

La Fiesta de la Toma o la dejas

Tremolación en la Capilla Real Tremolación en la Capilla Real

Tremolación en la Capilla Real / Juan Ortiz

La noche del primer día del año 1983 me llamó el redactor jefe a su despacho para hacerme el encargo:

-Mañana cubres tú la Fiesta de la Toma.

Yo era por entonces un feliz e indocumentado plumilla y había oído hablar de esa celebración de pasada, pero no sabía ni lo que significaba. Por eso puse mis reparos ante Rafael García Manzano, pues ese era el nombre del redactor jefe.

-Don Rafael, es que yo no sé muy bien de qué va eso de la Toma. Yo creo que aquí hay redactores veteranos que lo harían mejor que yo.

El redactor jefe hizo una señal para que me acercara, puso un tono de voz como para contarme un secreto y me dijo:

-Mira que te diga. Los veteranos me traen todos los años la misma crónica, solo cambian la fecha y el nombre del que tremola el pendón. Tú vienes virgen y lo puedes ver con ojos nuevos -me dijo en tono de chanza.

-¿Qué es eso de tremolar el pendón?

-Tremolar es mover en el aire y pendón puede ser un putón verbenero, según el diccionario de la Real Academia, pero en este caso es una bandera grande.

Rafael García Manzano era -sigue siendo- un tipo con gran sentido del humor y que no se toma a sí mismo demasiado en serio, dos signos que asocio con personas inteligentes.

Cuando salí del periódico caía una llovizna mansa y caladera, que diría José Luis de Mena, el redactor que se ocupaba de las noticias agrícolas. Lo traigo aquí a colación porque fue él el que, antes de salir, me dio un libro que se llamaba ‘Historia de Granada’, de Ricardo Villarreal. Pepe Corral, otro entrañable, me dio un artículo muy clarificador sobre esta jornada histórica que había escrito un joven profesor de Historia llamado Francisco Sánchez-Montes. Recuerden que por entonces no se utilizaba Internet y toda la documentación que había que leer estaba en letra impresa en papel. Al llegar a mi apartamento me metí de hoz y coz en el asunto y me empollé lo que pasó en Granada aquel dos de enero de 1492.

Resulta que los Reyes Católicos se habían empeñado en reconquistar Granada para terminar así el dominio musulmán en nuestro país. El rey moro granadino se llamaba Boabdil. Él y los monarcas de Castilla y León llevaban varios meses intentando pactar cómo sería la rendición. Las negociaciones eran difíciles sobre todo porque se quería que en la entrega de la ciudad no hubiera derramamiento de sangre. Después del asedio a la ciudad, por fin se sellaron las capitulaciones. Sánchez-Montes dice en su escrito que la rendición escrita, que al tiempo no respetada después, fue fruto de la generosidad de ambas partes: los vencedores prometieron proteger la religión y costumbres de los nuevos súbditos y los vencidos permitieron la entrega del Reino sin sufrir el acto final de una inútil violencia destructiva. Así se pudo salvar a Granada y sus monumentos de su destrucción. Boabdil iba a dejar su querida Alhambra sin un rasguño. Había algunos jefecillos seguidores de Alá que no estaban de acuerdo con las negociaciones que había llevado a cabo Boabdil, por lo que se tuvo que acelerar el acto de la entrega de la ciudad por parte del rey nazarí y de la toma de la misma por parte de los Reyes Católicos. Se llevó a cabo el 2 de enero de 1492.

El cuadro de Pradilla

Cuadro de Francisco Pradilla sobre la Rendición de Granada Cuadro de Francisco Pradilla sobre la Rendición de Granada

Cuadro de Francisco Pradilla sobre la Rendición de Granada / Juan Ortiz

Seguro que todos ustedes han visto alguna vez el cuadro de Francisco Pradilla en la que se ve al rey Boabdil entregando las llaves de Granada a los Reyes Católicos, que están juntos, uno al lado del otro. Bueno, pues eso no fue así. Por lo visto Boabdil le entrega las llaves primero al rey Fernando, que lo esperaba en la ermita de San Sebastián el Viejo con una parte del ejército. El rey musulmán hace ademán de bajarse de la mula pero se lo impide el rey cristiano, según estaba pactado. Se quita el turbante, se acerca al rey Fernando y le dice:

-Toma, señor, las llaves de tu ciudad, que yo y los que estamos dentro somos tuyos.

Tras la entrega, Boabdil se presenta ante la reina Isabel, que lo espera con otro ejército en la alquería de Armilla y que era acompañada por su fiel Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Se repite el ceremonial.

Fernando e Isabel se reúnen y, juntos, suben a la Alhambra por un itinerario que había sido abierto con otro ejército un tal Gutierre de Cárdenas, personaje importante en este acto histórico porque había sido enviado veinticuatro horas antes para preparar y comprobar cómo estaba la situación. También me interesé por esta figura histórica, más que nada, todo hay que decirlo, porque lleva mi apellido. Las pesquisas de mi investigación me llevaron a descubrir que este hombre fue el primer cristiano que entró en Granada un día antes de la entrega de llaves. Era comendador y el hombre de confianza de la reina Isabel la Católica. Descendía de una familia que tuvo sus orígenes en el norte de España. Leí sobre él que durante mucho tiempo se tuvo la idea de haber sido un simple medrador, un trepa que supo sacar partido de las circunstancias en que le tocó vivir. Pero investigaciones recientes lo reivindican como una persona inteligente con una lealtad inquebrantable hacia su señora Isabel de Castilla. Y la prueba está en que cuando estaba en su lecho de muerte y fueron a visitarlo la reina y el cardenal Cisneros, les dijo que renunciaba a todos sus bienes y sus tierras en favor de la Corona. Un trepa no se molesta en quedar bien cuando se está muriendo. El caso es que este hombre, según el historiador Jesús María Ruiz-Ayúcar, fue el que redactó las cláusulas del matrimonio entre Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, el que redactó el Tratado de Tordesillas, el que negoció las rendiciones de Málaga y Granada para que se hicieran de la manera más humanitaria y el que, como digo, fue el primero que entró en la Granada reconquistada.

Pues bien. Isabel y Fernando estaban en Santa Fe cuando Gutierre de Cárdenas entró en Granada. El comendador hizo que los diferentes soldados que llevaban fueran ocupando las estancias de la Alhambra. Al amanecer del dos de enero de 1492 Gutierre de Cárdenas hizo que se dispararan tres cañonazos para que desde Santa Fe supieran que todo había ido conforme el plan previsto. Por entonces, tampoco existían los teléfonos móviles y las señales de humo quedaban mal. Los Reyes Católicos llegaron sobre las tres de la tarde y entonces se hizo la entrega oficial de las llaves antes descrita. Tras llegar a la Alhambra, nombraron al conde de Tendilla alcaide de la misma. El conde se fue a la Torre de la Vela y procedió al izado de las banderas. Las campanas de las iglesias granadina proclamaron que la Reconquista había terminado.

Algunas crónicas dicen que el rey moro estaba muy triste cuando se vio obligado a abandonar Granada, pero lo que no parece cierto es que llorara a lágrima viva. Según la leyenda, cuando el rey moro se marchaba hizo una parada para echar una última mirada a la ciudad que amaba. Entonces echó unas lágrimas de pena, por lo que su madre, Aixa, le dijo aquello de “llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”. La frase, que hoy en día tiene evidentes connotaciones machistas, en realidad nunca se dijo. Fue escrita tres siglos después por el padre Echevarría en la obra Los paseos de Granada, donde pretendió que el último rey nazarí pasara por un cobarde.

La polémica

Tremolación sobre el balcón del Ayuntamiento en 1993 Tremolación sobre el balcón del Ayuntamiento en 1993

Tremolación sobre el balcón del Ayuntamiento en 1993 / Juan Ortiz

Pues bien, desde entonces todos los años se ha venido celebrando, con ciertos altibajos, una fiesta en que se conmemora ese día. Según Paco Sánchez-Montes, en 1516 en su testamento de Fernando institucionalizó celebrar La Toma en una simbiosis entre propaganda política y religiosa que pronto caló en la sociedad mixta cristiano-musulmana: la figura del vencido moro estaba cargada de atributos negativos, más aún frente a la virtud del cristiano vencedor. La fiesta, pronto sacralizada, convivió con procesiones de acción de gracias, preces en iglesias… y se desplazó en su protagonismo al ámbito eclesiástico. Sánchez-Montes afirma que después, con la caída del Antiguo Régimen, los nuevos gobiernos municipales intentaron readaptarla la mentalidad liberal. Se mantuvo el famoso "¡Granada, qué!", el tremolar del pendón, y fue insertado el hoy himno nacional.

En el Sexenio Revolucionario muchos miembros del Ayuntamiento no participaron de la celebración religiosa porque la Constitución de 1869 establecía la libertad de cultos. En 1873 el edil Garrido Pérez crea incluso nuevas consignas: "¡Por la ciencia, por la cultura, por la fraternidad, por la ilustración del niño, la emancipación de la mujer y la redención del obrero!". Casi nada. Se vitorea a la República Federal sin el "¡Viva el Rey!". Tiempo después, en la Guerra de Marruecos, el rito se apartó de la Cruzada y Reconquista e intentó centrarse sobre una supuesta lectura civilizadora y de progreso.

En la II República, siempre según Sánchez-Montes, se utilizó el himno de Riego y se retomó la aclamación de la República mientras en los actos religiosos se abstuvieron muchas personalidades. Durante la dictadura de Franco la Toma recobró un sentido ideológico y renovada fuerza. Sobre un texto municipal de 1938 se apropiaría del proyecto político de los Reyes Católicos: el acto encajaba perfectamente en la ideología nacional-católica, donde la identidad nacional y granadina era indisoluble de la fe cristiana. La trascendencia religiosa llevó incluso a que los sermones de 2 de enero, año a año, fueran impresos para ser leídos.

Y llega la democracia, donde el concejal Castillo Higueras se encarga de remodelar la celebración de las tradiciones. En 1981, el año del Estatuto de Andalucía, se modifican ciertos elementos y se insertan referencias a la identidad andaluza, con el himno de Andalucía y un "¡Viva Andalucía!". Se eliminó "el lenguaje de Reconquista" y añadieron nuevas heráldicas y variopintas e indumentarias. El propio Ayuntamiento, en una intensa procesión civil, llegó a restar protagonismo a la Iglesia.

La fiesta

La parafernalia y el protocolo de La fiesta de la Toma, en la que se celebra el acontecimiento histórico que acabo de relatar, sorprende a todo aquel que la ve por primera vez. Un periodista cordobés llamado Rodolfo Gil vino en 1901 a Granada a escribir sobre esta celebración y dice que le sorprendió el desfile con alguaciles, timbaleros, cornetas, maceros, pajes y palafreneros de casaca roja, casaca roja y calzón corto. La visita al sepulcro de los Reyes Católicos le pareció algo entrañable y la tremolación del pendón en el Ayuntamiento un tanto anacrónica.

Y como sorprende a muchos también me sorprendió a mí. Todo me pareció nuevo y, sobre todo, muy vistoso: el que se tremole el pendón delante de la tumba de los Reyes Católicos, la procesión desde el Ayuntamiento a la Capilla Real con maceros y palafreneros, el pequeño desfile militar… Aunque hay un acto en el que participa el pueblo: cuando se sube el concejal más joven con el pendón de Castilla y lo tremola en el balcón del Ayuntamiento. El concejal grita tres veces "¡Granada!" y la gente responde cada vez: "¿Qué?". A eso gritos coreados, le siguen las palabras del ritual que solemnemente proclama el concejal: "Por los ínclitos Reyes de España don Fernando V de Aragón y doña Isabel I de Castilla. ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva Andalucía! ¡Viva Granada!". Me pareció muy vibrante y emotivo.

Alguien me contó que después de la ceremonia van las mujeres solteras a tocar la campana de la Torre de la Vela. Y allí fui yo a completar la crónica del día. Según la leyenda, quien la toca se casa al año siguiente. Le puse humor en mi crónica cuando una de las participantes, entre frívola y divertida, me dijo en un tono picante que ella iba allí porque sentía predilección por los badajos y no precisamente por los de las campanas. Y aunque yo sabía que aquel rito estaba reservado para las mujeres, en un descuido toqué la campana. ¡Y coño! Funcionó. Al año siguiente me casé.

Cuando escribí la crónica fui a llevársela al redactor jefe, que después de leerla me llamó a su despacho para decirme:

-Está muy bien. ¿Ves lo que te digo? Estas cosas hay que verlas por primera vez para que la emoción funcione. La rutina mata al periodismo. Por cierto, te he tachado lo de la mujer a la que le gusta los badajos. Por si no lo sabes escribes en un periódico de la Editorial Católica.

Unos pocos años más tarde volví a cubrir la fiesta, pero ya era diferente. Había nacido el Colectivo Manifiesto 2 de enero que, junto a destacados militantes del Partido Andalucista, entendía que la fiesta debería denominarse fiesta de la entrega, en respecto a la verdadera historia de los hechos. El mensaje caló y con el tiempo esa protesta se ha mantenido. Desde entonces la fiesta siempre viene rodeada de la polémica. En la prensa aparecen sesudos escritos en los que cada uno da su parecer y hay manifestaciones que las protagonizan los que piden la abolición de esa celebración y que el día festivo de la Toma se cambie por el de Mariana Pineda y los más conservadores que exigen el mantenimiento del nombre de Fiesta de la Toma y el reforzamiento si cabe de la representación militar en los actos conmemorativos de la festividad. Desde entonces y hasta la actualidad se suceden los enfrentamientos.

Hasta el día de la fecha ha habido muchas crispaciones, pero la sangre nunca ha llegado al río. Unos gritan y los otros lo hacen más fuerte, hasta que se cansan y se van con las banderas a sus casas. La historia sigue su curso.

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