Juana, ¿confinada por loca o loca por confinada?
Ayer y hoy
No fue el virus de la corona, sino las coronas de su padre, su esposo y su hijo las que tuvieron a la reina Juana aislada en Bruselas y encerrada en Tordesillas
Hoy descansa en su casa de Granada
Resulta duro estar un par de meses confinados en casa. Un dichoso virus nos descubre los encantos del aire libre y la desesperación de la vida entre paredes. Es para volverse locos. Echemos mano de la Historia y puede que, recordando este modesto relato, nos desconfinemos mentalmente por lo menos un rato.
Uno de los personajes más conmovedores de nuestra historia es la conocida como Juana la Loca; su linaje familiar no puede ser más espectacular; hija de los Reyes Católicos, madre de dos emperadores (Carlos V y Fernando I) y de cuatro hijas, todas reinas, y esposa de Felipe el Hermoso, Conde de Flandes. Nosotros hemos preferido llamarla con delicadeza Juana la Hermosa (Ver mi artículo Juana la Hermosa, no la Loca, en Granada Hoy, 2014, Internet).
Además de su belleza física, deteriorada por sus largos periodos de cautiverio y abatimiento, poseía cualidades propias de una mujer culta e inteligente; sabía Francés, tras haber estado aislada con solo 17 años en la extravagante corte de Bruselas como Condesa de Flandes desde 1496, recién casada con el mujeriego Felipe el Hermoso; conocía la lengua latina y era amante de la música; sabemos de su preocupación por pagar puntualmente a sus músicos; sabemos también de sus cualidades humanas como madre amantísima de nada menos que seis hijos y como esposa enamorada, aunque celosa con causa.
Juana vivió 76 años, de los que estuvo más de 50 cautiva; encerrada y ninguneada a causa de sus problemas mentales que fueron en aumento al ser engañada por las ambiciones de su padre, su esposo y su propio hijo Carlos V; tampoco era precisamente la hija preferida de su madre Isabel. Razones de Estado, se decía en la época, argumentando la debilidad emocional de la que sería reina legítima.
Nació en Toledo, murió en Tordesillas en abril de 1555 y ahora lleva casi 500 años 'confinada' en la Capilla Real de Granada. Juana, a pesar de ser reina de Castilla, de León, de Aragón, de Nápoles y hasta de medio Nuevo Mundo, en época de monarquías autoritarias todopoderosas, es sin duda la mujer que más sabe lo que es estar encerrada entre cuatro paredes. Sufrió mucho aislada en la chabacana corte flamenca y cautiva en Tordesillas, pero fue valiente. Enloquecida, pero mujer valiente que consigue ganarse nuestra simpatía. Confinada, pero orgullosa y mandona al sentir que le asiste la razón; razón que le van arrebatando poco a poco entre unos y otros al estar enclaustrada más de media vida. ¿Es para volverse loca?
Muchas cosas le pasaron a la reina Juana en su tiempo de confinamiento vigilado. En 1517, contaba preciosos 38 años, ya había tenido seis hijos y a todos los amamantó, pero se conservaba hermosa; dicen que se parecía a su abuela materna que era guapísima; muy irritada estaba una mañana porque una de sus sirvientas le tiró del pelo al intentar desenredarlo para peinarla; al oír los gritos entró su cuidador, el fraile Hernán Duque perdidamente enamorado de la joven viuda; el “caluroso” recibimiento de Juana fue clavarle en la cara la peineta de su pelo; es verdad que al día siguiente, arrepentida, se disculpó acariciando suavemente la mejilla del fraile. Y es que los encierros prolongados hacen perder los nervios.
Acordándonos de lo mal que lo pasan los padres confinados, en el caso de Juana fue precisamente la pequeña hija Catalina su único consuelo. Así es que, en este caso, debería ser la hija la que sacara de paseo a la madre para que no acabara más loca.
Juana, la cautiva, la hermosa, la desventurada, fue protagonista de uno de los más crueles dramas humanos recogidos en los anales de la Historia. Nos queda el consuelo de saber que aunque su espíritu está en el monasterio de Santa Clara, su cuerpo descansa para siempre y confinada en su casa de Granada.
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