Historias de Granada
  • El comandante granadino fue el encargado de ejecutar las obras del aeródromo de Granada, germen de la actual Base Aérea de Armilla

  • Murió en abril de 1925 cuando se estrelló contra el suelo el aeroplano que pilotaba

Luis Dávila o la pasión por volar

El general Echagüe en la inauguración del aeródromo. El general Echagüe en la inauguración del aeródromo.

El general Echagüe en la inauguración del aeródromo. / A. C.

Escrito por

Andrés Cárdenas

Que me aspen si me acuerdo quién me contó la anécdota, pero me inclino a que fue uno de aquellos periodistas veteranos que conocí al venir a Granada a ejercer el oficio. El colega me contó lo que había pasado en una cena durante unas fiestas del Corpus de comienzos del pasado siglo. Una mesa estaba ocupada por diez personas invitadas por el Ayuntamiento. Entre el menú había faisán al horno. Cuando un camarero está repartiendo la comida, llega al plato de un comensal y deposita en él una hermosa ala del ave en cuestión. Al comensal le fastidia que le haya tocado esa parte del cuerpo del faisán y llama al camarero para decirle en voz baja.

-Mire, se ha equivocado. Esta ala debe ser para aquel señor, que es aviador y le encanta volar-dijo el comensal señalando a un hombre uniformado que tenía enfrente.

El hombre que tenía enfrente y al que le apasionaba volar era Luis Dávila Ponce de León y Wilhelmi, de cuya madre, Berta Wilhelmi, hablé la semana pasada en esta misma sección. Granada está recuperando la memoria de personas del pasado siglo que han tenido algo que ver en la historia de la ciudad. En estos días se está celebrando el centenario de la creación de la Base Aérea de Armilla en la que Luis Dávila Ponce de León y Wilhelmi tuvo mucho que ver. Yo sabía de su existencia, pero tenía ganas de ahondar en su biografía. Fue al visitar hace unas semanas la Base Aérea y ver allí el modesto monumento dedicado a su memoria, cuando decidí indagar en la vida de este hombre que tuvo un desenlace muy trágico al estrellarse el avión que pilotaba en el mismo aeródromo que él construyó y que sería el germen de la Base Aérea de Armilla. Desde hace más de diez años la asociación de amigos de las instalaciones, que lleva el nombre de Los Volantones, organiza una pequeño homenaje ante las tumbas de Luis Dávila y el soldado Juan Jiménez, que iba con él el día de la tragedia. Fue en uno de esos homenajes cuando le prometí a mi amigo Andrés Ruiz, expresidente de Los Volantones, que algún día escribiría sobre su admirado aviador.

Espectáculos aéreos

Luis Dávila y Ponce de León nació en Granada en 1878 y era hijo de la aludida Berta (ambos tienen calles con sus nombres muy cerca la una de la otra en el barrio del Zaidín) y de Fernando Dávila Ponce de León. Además de hablar español y alemán, los idiomas de sus padres, hablaba a la perfección francés, inglés e italiano. Educado en Zurich, recorrió en diversas ocasiones toda Europa, desde Italia a los fiordos noruegos. No solo se le daba bien los idiomas, también la ingeniera, la electrónica y la aeronáutica. Además, era un tipo simpático que caía muy bien a los que se dignaban a escucharle. Y por si algo le faltaba para realizarse como persona también montaba en globo. Ganaba casi todas las competiciones en las que participaban normalmente tres globos: Sirio, Bayo y Saturno. Dávila y Ponce de León tripulaba el Sirio cuando ganó la Copa de Granada los años 1914 y 1915. Los globos partían desde el aeródromo de Armilla, llegaban hasta la vertical de la torre de la Vela, hacían un viraje de 360 grados y volvían a Armilla. El que lo hiciera en menor tiempo es el que ganaba. Y el que menos tiempo hacía en el recorrido era el comandante Dávila.

En un amplio trabajo que la revista Alhóndiga ha hecho sobre los cien años de historia de la Base Aérea de Armilla, se dice que fue el periodista Federico Navas el primero en abogar por un proyecto de campo de aviación en los llanos de esa localidad, pero que fue Luis Dávila y Ponce de León el que más luchó por la idea y el responsable de que así fuera. En la capital de la Alhambra por aquellos años había mucha afición por todo lo relacionado con volar. Durante el Corpus se llevaban espectáculos aéreos que atraían a una gran multitud de personas. José Miguel Peregrina nos cuenta que había un llamado Festival de la Aviación en el que participaban paracaidistas, pilotos y hasta monos que hacían ‘monadas’, como no podían hacer otra cosa. En uno de esos festivales perdió la vida el piloto inglés Andrew Haig Forson.

Nuestro protagonista de hoy era un enamorado de los globos aerostáticos y tuvo varios. Con uno de ellos sobrevoló Sierra Nevada, llegando incluso a aterrizar cerca del Veleta. Cuando consiguió su carnet de piloto de globo libre, se dedicó a formarse como piloto aviador, título que obtuvo después de casi ochenta vuelos. Estaba más en el aire que en la tierra.

Mosaico en la Base de Armilla con una imagen del aviador. Mosaico en la Base de Armilla con una imagen del aviador.

Mosaico en la Base de Armilla con una imagen del aviador. / A. C.

Según dice Emilio Atienza en el ensayo que tiene sobre él, fue ascendido a comandante en 1919 y siguió en Granada en situación de supernumerario sin sueldo. “Sus medios económicos, producidos por una fábrica de electricidad de la que era propietario, construida y dirigida por él mismo, le permitieron dedicarse al servicio del Estado, como ingeniero, como militar y como aviador sin cobrar ninguna retribución, caso extraordinario de desprendimiento y de amor a su profesión que tal vez no haya tenido igual”, dice Emilio Atienza.

El caso es que el Estado dedica en 1919 medio millón de pesetas para construir un aeródromo en los llanos de Armilla y le encarga la dirección de las obras a Luis Dávila. Dice Atienza que su simpatía y su capacidad para convencer a los demás hicieron posible que la expropiación de los terrenos se llegara a un acuerdo sin problema alguno. En menos de tres meses se edificaron los dos hangares dobles, un espacioso local para enfermería, el comedor y dormitorios de oficiales y tropa, una sala de fotografía, el garaje para automóviles y camiones y todo el campo de aviación cercado con alambrada. También diseñó unos jardines para que no pareciera el sitio tan árido. No había agua potable, pero el comandante Dávila lo solucionó, según dice José Miguel Peregrina en su trabajo, adquiriendo por 10.500 pesetas su usufructo de una galería de agua construida en un paraje de los Ogíjares.

Inauguración del aeródromo

El aeródromo se inauguró el 20 de junio de 1922. Se hizo coincidir con las fiestas del Corpus y asistieron numerosas personalidades, entre ellas el general Echagüe y el alcalde de Granada German García Gil de Gibaja, al que los granadinos llamaban jocosamente el alcalde GGGGG. Llegó a llamársele incluso el hombre de las siete ‘ges’ porque era de Gabia la Grande. El Noticiero Granadino de la época resaltaba las muchas personas que asistieron al evento y que colapsaron prácticamente los tranvías que llegaban hasta allí. José Luis Delgado también ha escrito sobre este acontecimiento y llega a resaltar hubo atascos agobiantes para llegar a los llanos. La descripción del desarrollo del acto que hace Delgado es deliciosa: “Para algunos la inauguración fue apoteósica, para otros fue un desastre. La espectacular exhibición de los aviones evolucionando sobre los asistentes fue sorprendente. Los aparatos Breguet, Potez, Bristol, Havilland fueron pilotados con maestría y aplaudidos con admiración. Aunque se quejaban las señoras de que al despegar los aviones levantaban tal polvareda que pusieron perdidos los vestidos y desaliñados los peinados. Pero es que además, a la hora del convite en uno de los hangares, muchos de los asistentes se arremolinaron en torno a las mesas con tal entusiasmo que acabaron enseguida con los aperitivos sin esperar a los de atrás. Costumbre muy granadina que aún perdura en los convites gratuitos. Menos mal que las autoridades estuvieron más tranquilas en el banquete para ellas preparado en el Hotel Washington, porque además hubo luego baile amenizado por los músicos del Regimiento de Córdoba”.

Especialista en cruzar el Estrecho

A partir de entonces Luis Dávila se convirtió en el hombre más importante de Granada y el aeródromo granadino fue trascendental para el desarrollo de la guerra que se libraba en África contra Marruecos. Desde allí salían todos los vuelos hacia Melilla, muchos de ellos en aviones pilotados por Luis Dávila y Ponce de León. Dice Emilio Atienza que el comandante granadino “alcanzó a ser un gran especialista en la travesía aérea entre Granada y Melilla, tan peligrosa, no sólo por la gran extensión de mar que hay que atravesar, que constituía un verdadero desafío para los aviones de la época, sino por las graves consecuencias, en caso de desorientación, que habían conducido en algunos casos al aterrizaje en territorio rifeño, donde tripulantes y avión habían caído en manos de Abd el-Krim. Para evitar esto, el comandante Dávila fue compañero y guía constante de todos los aparatos y escuadrillas que pasaban por su aeródromo en ruta para la ciudad norteafricana”.

Entierro de Luis Dávila y del soldado Juan Jiménez Entierro de Luis Dávila y del soldado Juan Jiménez

Entierro de Luis Dávila y del soldado Juan Jiménez / A. C.

En uno de esos viajes su avión cayó al mar por un fallo en el motor, pero fue salvado por un hidroavión que escoltaba a la cuadrilla. No tuvo la misma suerte pocos días después de aquel accidente. Fue el 18 de abril cuando subió a un avión Bristol con un cabo llamado Juan Jiménez Ruiz. El aeroplano despegó con normalidad, pero al poco tiempo realizó un viraje que le hizo entrar en barrena y tras derribar la línea telegráfica se estrelló contra el suelo, lo que provocó la muerte inmediata de los dos tripulantes. Luis Dávila tenía 47 años. En el mosaico que hay en la Base Aérea se dice que era un hombre de “inteligencia preclara, carácter tenaz y con un profundo amor por su tierra”. A partir de entonces el aeródromo llevaría su nombre. Las condolencias y expresiones de pésame de los granadinos fueron la tónica general en los siguientes días del accidente y el Ayuntamiento en pleno hizo constar en acta el sentimiento de la corporación municipal por la tragedia de los Llanos de Armilla. Y como toda muestra de agradecimiento tiene su recompensa, aunque sea tardía, en 1990 los descendientes de aquel hombre al que le apasionaba volar se pusieron de acuerdo con el Ayuntamiento de Granada para que el Cuarto Real de Santo Domingo, que pertenecía a la familia, pasara a ser propiedad del municipio. El palacio se lo apropiaron los Reyes Católicos cuando tomaron la ciudad y se lo dieron a la orden de los Dominicos, de ahí que a partir de ese momento se llamara Cuarto Real de Santo Domingo. Los monjes lo tuvieron hasta la Desamortización de Mendizábal, que pasó a manos privadas. Y en manos privadas ha estado hasta 1990 en que el Ayuntamiento de Granada se lo compró a la familia Dávila. Fue declarado Bien de Interés Cultural y durante muchos años tuvo cerrado a cal y canto, siendo los únicos visitantes aquellos que se colaban saltando los muros para hacer los correspondientes destrozos. Los periódicos resaltaron la generosidad de la familia granadina de tanto abolengo a la hora de cerrar el trato.

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