Melchor, el 'granaíno'

El escritor Fray Juan de la Cava documentó el origen granadino del rey mago y del oro que le fue regalado al Niño Dios en Belén El oro de Melchor procedía de las llamadas Minas de la Alhambra

1. La única mención bíblica a los Reyes Magos aparece en el Evangelio según San Mateo. 2, 3 y 4. Diferentes representaciones de la adoración del trío de sabios a Jesús en el portal de Belén. 5, 6 y 7. Hay una teoría que ubica el origen del oro que portaba Melchor en las minas de la Alhambra, próximas al Cerro del Sol.
Juan Luis Tapia

28 de diciembre 2014 - 01:00

ES uno de los tríos más conocidos de la historia, pero también el más enigmático y desconocido y sobre cuyo origen ha dado lugar al desarrollo de un sinfín de teorías. Son, claro está, Melchor, Gaspar y Baltasar, aunque hay quienes añaden un nombre más. Las referencias históricas sobre los Reyes Magos son muy escasas y la mayoría de ellas fruto de la especulación. Estos personajes despertaron la curiosidad de los primeros cristianos y forman parte de la mitología religiosa. Las únicas menciones a los magos aparecen en el Evangelio de San Mateo, quien sólo llega a indicar que procedían de Oriente, que llegaron a Belén para adorar al Niño, tras ser orientados por su estrella en el firmamento, y que le ofrecieron oro, incienso y mirra. Las incógnitas se disparan cuando no se menciona el número de estos personajes y tampoco si eran monarcas y de qué reino. Por supuesto, ante la lectura del texto bíblico tampoco aparece mención al origen, raza y nacionalidad de estos misteriosos magos, los más famosos del mundo.

Otra de las cuestiones objeto de especulación se refiere a lo que simbolizan los presentes entregados al Niño Dios. La historia de estas figuras bíblicas se ha fraguado a través de las leyendas y la tradición popular. Entre ellas destaca aquella que sitúa el origen granadino del rey Melchor.

Fray Juan de la Cava se inspiró en los Salmos de la Biblia y concretamente en el que cita a Tarsis para hilvanar una leyenda que tiene como fin el carácter granadino no sólo de Melchor sino del oro que llevó a Belén. El salmo dice lo siguiente: «Los reyes de Tarsis traerán tributo». Tarsis sería Tartesos, la colonia griega existente en el Sur de la Península Ibérica y donde se encontraban las principales explotaciones mineras de oro. Con estos datos, el oro que supuestamente llevó Melchor procedería -siempre según Fray Juan de la Cava- de las minas del Rey Salomón, que se sitúan en Valparaíso, unas minas hoy olvidadas pero cuyas huellas todavía hieren la montaña y el paisaje. Estas minas fueron cerradas por el alto coste económico que suponía la extracción del oro, pero hay iniciativas contemporáneas que han estudiado su recuperación, el resurgir de las minas de oro de la Alhambra. En esa zona discurre el río Darro, antiguamente llamado Dauro por los árabes ante la existencia de una importante cantidad de oro en sus aguas. Hasta no hace muchos años unos cuantos nostálgicos se acercaban al Darro para extraer de manera artesanal y rudimentaria, al más puro estilo del mítico buscador de oro de Alaska, algunas escasas pepitas del preciado mineral. En otros espacios granadinos se encuentran menciones a lugares como el Cerro del Oro, Bola de Oro y el Cerro del Sol. En este último paraje, la leyenda dice que se encuentra una de las más abundantes vetas de oro existentes en Granada.

Según Fray Juan de la Cava no sólo el oro que portó Melchor procedía de Granada, sino que el mago también era un ilustre granadino. El cronista local llegó a señalar que Melchor descubrió la estrella que le condujo a Belén desde la mismísima Silla del Moro. Aunque en cierto modo disparatada, la historia no es menos creíble que otras sobre sus majestades de Oriente, ya que todas ellas proceden de la tradición popular.

El Papa Benedicto XVI, en uno de sus últimos libros escritos sobre Jesús de Nazaret, extendió a toda Andalucía el origen de los tres magos. La infancia de Jesús destaca que los Reyes Magos probablemente no venían de Oriente, como se ha creído tradicionalmente, sino de Tartessos, una zona que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz y Sevilla. Dice textualmente que "así como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3, y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno, así también ha leído la historia de los Magos a la luz del Salmo 72,10 e Isaías 60. Y, de esta manera, los hombres sabios de Oriente se han convertido en reyes, y con ellos han entrado en el pesebre los camellos y los dromedarios", relata Benedicto XVI y continúa: "La promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres hasta el extremo Occidente (Tartessos), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa".

¿Pero son reyes o magos? Hay que contextualizar el término 'mago' en su época, que se corresponde con sabios o astrólogos, cuyo origen podría ser babilónico o caldeo, aunque también hay quien los identifica con sacerdotes de alguna religión primitiva, que se encontraban a la espera del llamado Mesías. Tampoco se sabe a ciencia cierta si los sabios se encontraban juntos o separados cuando divisaron la famosa estrella. Unas teorías defienden que viajaban por separado y se encontraron en un lugar del camino, y desde allí, cuando supieron que el Niño Dios había nacido, se dirigieron a Belén. Algunas leyendas indican que aparecieron en el momento del nacimiento de Jesús, y que la estrella apareció el día de la Encarnación. Otras historias estiman en dos años el tiempo en llegar a casa de José y María. No obstante, la versión más extendida es que tardaron doce días.

La primera vez que surge el nombre con que hoy conocemos a los Reyes Magos es en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). El friso de la imagen está decorado con mosaicos de mediados del siglo VI que representan la procesión de las vírgenes.

Esta procesión está conducida por tres personajes vestidos a la moda persa, tocados con un gorro frigio y su actitud es la de ir a ofrecer lo que llevan en las manos a la Virgen que está sentada en un trono y tiene al Niño en su rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer tres nombres, de derecha a izquierda: Melchor, Gaspar, Baltasar...

La tradición ha ido añadiendo otros detalles a modo de simbología: se les ha hecho representantes de las tres razas conocidas en la antigüedad, representantes de las tres edades del hombre y representantes de los tres continentes (Asia, África y Europa).

Una leyenda cuenta que, después de la resurrección de Jesús, el apóstol Tomás los halló en Saba. Allí fueron bautizados y consagrados obispos. Después fueron martirizados en el año 70 y depositados en el mismo sarcófago. Los restos fueron llevados a Constantinopla por Santa Elena. Posteriormente, Federico I Barbarroja, en el siglo XII, los trasladó a Colonia, donde hoy reposan con las coronas que supuestamente llevaron durante su existencia. Miles de peregrinos empezaron a llegar a Colonia, lo que propició que en 1248 se iniciara la construcción de la catedral de Colonia, que llevaría más de 600 años terminar.

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