Pequeños 'mocosos' de guardería

Los niños pueden coger en un mismo año entre tres y diez catarros de vías altas

L. G.

07 de noviembre 2010 - 01:00

Para poder trabajar hay que dejar a los niños en la guardería, pero en cuanto empiezan a ir cogen muchos catarros y ya no se puede ir a trabajar. Es la peor pesadilla de la mayoría de los padres. Y seguirá siéndolo porque no hay vacuna para esta enfermedad. La razón es que los catarros seculares que han hecho que a los niños se les llame 'mocosos' están provocados por más de un centenar de virus y no hay manera de crear una vacuna contra tanto microorganismo.

La inmunidad frente a una patología se adquiere por estar vacunado o por haber fabricado defensas tras pasar la enfermedad. Como los niños nacen sin defensas y no existe vacuna contra todas las infecciones, no tienen más remedio que pasar estos catarros. Por eso, según el pediatra Antonio Jurado, "en los primeros cuatro años de su vida, los niños cogen un centenar de infecciones virales que producen los típicos catarros de las vías altas. Habitualmente, en los niños sanos ese centenar de infecciones son benignas y se curan solas". Y acota: "El ser humano enferma de pequeño para no enfermar de mayor".

El problema es que aunque sean cuadros banales son recurrentes porque el niño tiene más de un centenar de virus frente a los que irse inmunizando de forma natural y paulatina. Y si el pequeño va a la guardería, las posibilidades de contagio se multiplican. El presidente de la Asociación de Pediatras de Atención Primaria de Andalucía (Apap), Carlos Valdivia, ha acuñado una frase muy gráfica: "Niño es igual a moco. Niño y guardería, más moco todavía".

A partir de los cuatro o los cinco años ya van desarrollando más defensas y los catarros empiezan a espaciarse. Por debajo de esa edad, los niños pueden coger en un mismo año entre tres y diez catarros de vías altas.

Los síntomas más comunes son congestión nasal, tos y mocos, a veces acompañados de fiebre. Algunos virus atacan también otras mucosas como la ocular (conjuntivitis), la digestiva (gastroenteritis) o las vías aéreas inferiores (neumonía). El agobio de los padres siempre radica en saber cuándo un cuadro deja de ser banal. Según los especialistas, es más delicado cuando el niño respira con dificultad. Pero si respira sin problemas, no hay que poner tratamientos agresivos. Basta con beber agua para que los mocos sean menos espesos y que se hagan lavados con suero para despejarle la nariz. Y la tos... Aunque interrumpa el sueño del niño, los pediatras desaconsejan el uso de antitusígenos en los catarros porque es un mecanismo de defensa para expulsar las secreciones y porque los fármacos no han demostrado beneficio.

Pero una cosa es el catarro de vías altas y otra la bronquiolitis. Esta es una enfermedad producida por virus que se presenta como epidemia durante el invierno y principios de primavera. La bronquiolitis en casos extremos puede llegar a ser grave. El problema es que los síntomas iniciales son idénticos a los de un catarro. El pediatra Antonio Jurado explica cuándo deben saltar las alarmas: "Empieza por un catarro de nariz pero el niño comienza a respirar con dificultad y rápido. Cuando afecta las vías aéreas inferiores es que las madres ven la dificultad respiratoria. Ven cómo al aniño se le hunden los espacios intercostales". Y por si acaso añade: "Cualquier lactante que respire con dificultad tiene que ir a Urgencias".

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