Petardos callejeros en Granada

Ayer y hoy

En 1932 un petardo explotó en la casa del concejal socialista Juan Comino

En 1933 otros destrozaron el taller del escultor Navas Parejo y las oficinas del Banco de los Rodríguez Acosta

Goya. Duelo a garrotazos. Museo del Prado.
Goya. Duelo a garrotazos. Museo del Prado. / J.L.D.
José Luis Delgado

01 de marzo 2021 - 05:05

No había entonces contenedores de basura ardiendo ni asaltos a tiendas de ropa de marca. Pero nada bueno presagian las violentas algaradas callejeras y Granada algo sabe de esto. Desde mucho antes del establecimiento de la república el 14 de abril de 1931 se venían produciendo altercados y desórdenes públicos. Raro era el día que no explotaba un petardo en cualquier esquina. El 31 de mayo explotó uno en la casa que Pérez de Herrasti, Conde del Padul, tenía en la calle Arandas. En julio de 1931 un tiroteo alarmó a los vecinos de la calle Elvira. Eran las dos de la madrugada y algunos jóvenes corrían de los guardias de Seguridad por la calle Marqués de Falces y la Gran Vía. Cayó herido grave con un tiro en la cabeza Rafael Illescas, albañil de 21 años; fue atendido en el hospital por el doctor Sánchez Cózar.

Manifestaciones en Granada.
Manifestaciones en Granada.

En el verano del siguiente año una fuerte explosión en el Paseo de los Tristes rompió los cristales de ventanas del barrio de San Pedro; pero el susto mayor se lo llevaron los asistentes al Palacio de Carlos V. Se representaba la obra de Francisco Villaespesa El Alcázar de las perlas en presencia del príncipe del protectorado de Marruecos, el Jalifa Muley Hassan que había venido para homenajear a Alhamar en el 700 aniversario de su proclamación (1232). Al día siguiente a las tres de la madrugada explota un petardo en la ventana de la casa que el concejal socialista y Delegado de Trabajo Juan Comino tenía en el nº 1 de la calle Capilla de San Andrés. Funesto aquel año 32 (la Sanjurjada de agosto).

Petardos en Granada.
Petardos en Granada.

1933 también empezó movidito. Era la Granada de ilustres personajes de nuestra política local. Fernando de los Ríos, Ministro de Instrucción Pública; Alejandro Otero rector de la Universidad; Virgilio Castilla Presidente de la Diputación y alcalde José Polanco. Granada atravesaba una grave crisis que afectaba a los ramos de las tejedoras, construcción, metalurgia y madera. Huelgas por toda España y la CNT clamando por los derechos de los trabajadores. Disturbios en Motril, en Loja y el gobernador Martínez Carrillo que no controla la situación. Porque las huelgas por muy justificadas que sean, pueden acabar en desórdenes que a veces los carga el diablo.

A las 7 de la tarde del 10 de enero una fuerte explosión atemoriza a los habitantes del centro de la ciudad. Un petardo había sido colocado en el escaparate del taller del escultor Navas Parejo en la Gran Vía. La luna quedó hecha añicos y destrozadas las esculturas del interior. Fue detenido el autor, un joven de 16 años de nombre Manuel Rodríguez que declaró pertenecer a las Juventudes Libertarias y al que se le ocupó un proyectil de pistola calibre 6,35. Pero es que una hora después y casi en el mismo lugar, en la calle Cetti Meriem tuvo lugar la explosión de otro petardo en la casa de los Rodríguez Acosta, justo en las ventanas que daban al Banco donde afortunadamente a esas horas no había ningún empleado.

Los petardos de anoche.
Los petardos de anoche.

La desastrosa quema de iglesias del 1932 (san Nicolás), que perjudicaron tanto al patrimonio como a la República, dejaron penosa huella. Se quejaba apenado el católico periódico Ideal. El asalto a la cuchillería del Pie de la Torre; el asalto a la armería de la calle Mesones, el incendio del Casino que dejó en la miseria a numerosas familias obreras, conserjes, camareros, limpiadoras, etc.

Si empezamos con petardos, robos, quema de contenedores y líos callejeros puede que acabemos en duelo a garrotazos y esto, después de la pandemia, es lo que nos faltaba. Confiemos en los políticos del arco parlamentario que cada vez se parece más al arco iris: rojos, anaranjados, amarillos, verdes, azules y violetas, de no ser porque en los escaños falta el añil (símbolo de la razón); y cuidemos que a los demás no se nos vaya la olla para no tener que recordar jamás la elocuente pintura de Goya.

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