Raptada una niña en la Plaza Fortuny
ayer y hoy
Ni se la llevó el 'hombre del saco' ni fue cosa del 'sacamantecas'
En 1930 ya no vivía Argos, ni había cámaras de vigilancia en las esquinas, pero estaban los atentos ojos de las vecinas
Una triste noticia conmocionó al barrio del Realejo. Enseguida un hervor de rumores por todos los rincones. La niña María de dos años, hija de una conocida familia que regentaba una modesta carbonería, había desaparecido mientras jugaba en la misma puerta de su casa y a plena luz del día, eran las dos de la tarde de un mal día del año 1930. Llegada la noche, el padre, Felipe A. G., después de buscar a la niña por todo el barrio, puso el hecho en conocimiento de la Policía y la Guardia Civil.
Pronto surgieron las más escalofriantes sospechas. Cundían las viejas leyendas urbanas heredadas de siglos: el hombre del saco, el sacamantecas, el bute, tal vez el coco. Figuras recogidas en el folklore infantil cuya misión era prevenir a los niños mediante la amenaza de ser raptados; amenaza fundada en la realidad puesto que efectivamente y desgraciadamente fueron muchos los casos, y lo siguen siendo, de niños y niñas asesinados o desaparecidos y jamás encontrados. En todas estas figuras de raptos y desapariciones el culpable siempre era un hombre. Son muchas las leyendas sobre estos tristes personajes asustaniños basadas en hechos reales. Raptos y crímenes los hubo por toda España; desde el gallego sacamantecas de Allariz (Orense) al crimen del hombre del saco de Gádor (Almería) ocurrido en 1910. La mayoría de los casos relacionados con violaciones o con la burda creencia de utilizar las entrañas infantiles como remedio de ciertas enfermedades (sacamantecas). Algo más suave es la leyenda relacionada con el Coco aunque viene de lejos. El mismo Goya llegó a inmortalizar al Coco en uno de sus grabados titulado Que viene el Coco (1797). Se utiliza a este fingido personaje como suave amenaza para que el niño duerma: el Coco se suele llevar "a los niños que duermen poco". Muchas son las canciones con esta rima y mucha la literatura infantil sobre el tema.
En el caso de la desaparición de María, la niña del Realejo, las sospechas fueron numerosas pero ninguna acertada porque la trama del rapto, una vez solucionada, fue muy simple. No hubo hombre del saco ni sacamantecas. Después de consultar a los familiares de la víctima; de registrar hasta el último rincón, hasta la última tinaja del barrio, una pista vino a dar cierta luz. Argos, el gigante de los cien ojos, era leyenda de la mitología griega; tampoco había cámaras de vigilancia en las esquinas, pero sí los ojos de las vecinas. La panadera de enfrente y a la hora de la desaparición vio a una mujer joven con una niña en los brazos que se dirigía de forma apresurada hacia la Manigua. Registrando casa por casa en este popular barrio de la prostitución de Granada se llegó a la número 10 de la calle de las Moras, en la que habitaba la dueña, de 52 años y de nombre Ana S. La Cordón. A preguntas de los municipales manifestó que efectivamente en su casa había una niña pero que la había sacado del Hospicio y en adopción. Franqueada la entrada los guardias encontraron a la que dijo ser la criada con la niña María dormida entre sus brazos.
Todo quedó aclarado. La raptora fue la joven María B. prostituta habitual y dada a la bebida. Mujer desesperada, analfabeta y con algún retraso mental que había perdido a su hija hacía poco y quiso compensar la pérdida sin calibrar el terrible daño. Tras prestar declaración en el juzgado del Campillo, ingresaron en prisión tanto la raptora como la dueña de la casa encubridora del caso.
El traslado de la pequeña María en brazos de su padre desde la calle de las Moras hasta la Placeta de Fortuny fue toda una manifestación popular, parecida a una peregrinación mariana, en la que estuvo presente media Granada entre alegrías y reproches a la desgraciada raptora. Esto fue en 1930, hace tiempo, es verdad, pero… ten cuidado, no pierdas de vista a tu niña.
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