La cabalgata de Reyes es una fiesta para los niños que saborean con los caramelos de la tarde los juegos que les esperan a la mañana siguiente. Pero también es una fiesta para los adolescentes que aprovechan los días navideños para las primeras salidas en pandilla o para los novios que hacen una parada entre las últimas compras de Reyes.

Pero también es un día de alegría para los que prestan ese año rostro, voz y ánimo a sus Majestades de Oriente. La ciudad distingue con este privilegio a sus ilustres más queridos que no podrán lucir ninguna medalla en su pecho por este día pero sí podrán atesorar los recuerdos de miles de rostros observándolos llenos de emoción, aunque en algunos casos también con cierto miedo.

Algunos de los que han participado otros años como Melchor, Gaspar o Baltasar recuerdan ese día como uno de los más emocionantes de su vida y en los que más admirados se sintieron.

Por eso ayer quisieron sumarse a la alegría de los Reyes Magos y rendirles un homenaje extra al que ya les presta la ciudad.

Por eso Melchor, que ayer era a la vez su Majestad y José Pedraza, recibió el cariño de sus amigos en las puertas del restaurante Chikito. Allí, Luis Oruezabal y una decena de los mejores cocineros de Granada lo esperaban para agasajarlo con serpentinas, luces y aplausos.

Pero los tres Reyes recibieron miles de emotivos homenajes, especialmente en el momento en el que el Duende Fermín los acompañó hasta el balcón del Ayuntamiento para que se encontrasen con los niños y padres que los esperaban en la Plaza del Carmen.

La tarde terminó con un fin de fiestas de trescientos efectos pirotécnicos de aire comprimido contenido en confetis. Con eso se termina el día pero empieza una noche llena de emociones que servirá de previa a una mañana de paquetes, sorpresas y juegos. Y, a lo mejor, algún saco de carbón.