Selectividad (1975-2016), ¿el final de la criba?

Más de 5.000 granadinos se examinarán desde hoy Ya hay fechas y salas reservadas para la PAU del próximo curso, por si acaso

Selectividad (1975-2016), ¿el final de la criba?
Cristina Díaz · A. Asensio

14 de junio 2016 - 01:00

En junio de 1975 se realizó el primer examen de Selectividad. La demanda creciente de estudios universitarios y la masificación de las facultades en la década de los 70 llevó al Gobierno a instaurar una prueba académica que sirviera de filtro y que quedó reflejada en la llamada Ley Esteruelas, en honor al entonces ministro de Educación y Ciencias, Cruz Martín Esteruelas. Hoy, a partir de las ocho de la mañana, 5.205 alumnos de Bachillerato y de Ciclos Formativos de Grado Superior de Granada y provincia se presentan al último examen de Selectividad de la historia, al menos tal como se conoce actualmente. El último, o no. Todo está preparado para que, si así lo decide Educación, el próximo curso haya una nueva convocatoria de Selectividad. Ya hay fechas -en Granada, por cierto, sería el lunes, martes y miércoles de la semana del Corpus- y desde la Universidad ya se han reservado los aularios necesarios para celebrar las pruebas.

La Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (Lomce) prevé que la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) pase a tener un carácter académico. Esto significa que para obtener el título de Bachillerato, los alumnos deberán aprobar de forma obligatoria un último examen a modo de reválida. La nota final del examen, siempre que se apruebe, se fijará con un 60% de la nota media de Bachillerato y el 40% del nuevo examen. No obstante, aunque la primera reválida se desarrollará previsiblemente en junio de 2017, ésta se llevará a cabo a modo de prueba y no será necesario aprobar el examen para obtener el título de Bachillerato.

No se trata de la primera vez que el acceso a la Universidad se ve en un periodo de tránsito. Tras la desaparición del Preu (como era conocido el Curso Preuniversitario) y la Prueba de Madurez hubo varios años en los que no hubo ningún tipo de examen. El Curso de Orientación Universitaria (COU) estaba entonces tutorizado por la Universidad. Había pocos alumnos y ni siquiera había numerus clausus. El que superaba el Bachillerato tenía abiertas las puertas de la enseñanza superior, recuerda el coordinador de las relaciones con los centros de Secundaria de la UGR, Ceferino Ruiz. "La situación política cambió y las Universidades también cambiaron", recuerda Ruiz. En el 75 se hizo la primera Selectividad. Los exámenes incluían el nombre del alumno, las notas tardaban semanas en conocerse y todo el proceso era manual y, casi, artesanal. Lo recuerdan bien en el Servicio de Alumnos de la UGR. Eran frecuentes las colas de alumnos -las había que daban la vuelta al patio del Hospital Real donde antes estaba este negociado-, las reclamaciones subidas de tono -durante los días de reclamaciones se contrataba seguridad privada para evitar incidentes- y el alumnado también se veía obligado a un gran esfuerzo. Todos los trámites -desde pagar las tasas a pedir la revisión- se tenían que hacer de forma presencial, lo que perjudicaba sobre todo a los alumnos de los municipios de la provincia.

Los sucesivos cambios legislativos modificaron el mapa de los estudios de Secundaria y el diseño de la prueba. "El cambio del COU al Bachillerato Logse nos dio mucho que hacer", señala la jefa del Servicio de Alumnos de la UGR, Concha Granados Triviño, sobre el proceso que se vivió a mediados de los 90. Ambos modelos tuvieron que coexistir sin que coincidiera siquiera el modelo de puntuación. Los que se presentaban con el COU tenían una puntuación máxima de 9, mientras que los que venían con la Logse podían obtener hasta un 10. "Los padres venían a protestar, y los alumnos también". Todos, ya vinieran de un modelo educativo o del otro, competían por las mismas plazas en una criba que ya exigía una puntuación elevada para determinadas titulaciones por soportar una mayor demanda. No sería, desde luego, el último cambio en este sentido. La LOE introdujo la puntuación hasta 14, que es la que hoy está vigente.

A lo largo de estas cuatro décadas se modificó no sólo el modo de calificar, también la duración de la PAU (pasó de hacerse en cuatro días a concentrarse en tres) y el ámbito territorial en el que la prueba tenía validez. En los primeros años, la Universidad de Granada gestionó el sistema de acceso a los estudios universitarios de los institutos de Granada, Jaén, Almería y Málaga. Ésta última fue la primera provincia en 'independizarse', y gestionar el examen de sus centros. Hoy, la granadina es la Universidad mantiene la responsabilidad de organizar la PAU en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y de los centros educativos españoles de Marruecos.

Durante años, cada universidad dio prioridad a los alumnos de COU de su ámbito territorial sobre el resto de demandantes de plaza, a los que se guardaba un cupo mínimo. Únicamente se 'abrían' las puertas de otras universidades si los estudios demandados no existían en la provincia del solicitante. El Distrito Único Andaluz y el Distrito Abierto vinieron a solucionar parte de los problemas que generaba aquel sistema. Hoy en día, un alumno puede presentar su nota de Selectividad para acceder a cualquier titulación en España.

La Lomce, también conocida como la Ley Wert, permite de nuevo a las Universidades realizar su propia prueba de acceso después de la reválida. En octubre de 2015, todos los rectores andaluces acordaron garantizar a todos los estudiantes que cursaran en ese momento Primero de Bachillerato que se les mantendría los mismos criterios de ponderación que a sus compañeros de Segundo de Bachillerato. En el aire queda qué ocurrirá en el resto de comunidades y cómo afectará eso a las universidades andaluzas, que se preparan para una posible prórroga y ya han reservado días y aularios para 2017. A nivel nacional, la Conferencia de Rectores (que pidió hace unos meses mantener otro curso del actual modelo) y el Ministerio ya descartaron realizar un único examen en todo el país con 350 preguntas tipo test, pero que aún no se ha diseñado la nueva prueba ni se han constituido los equipos de trabajo que lo harán.

En 1975 también hubo incertidumbre y críticas al nuevo sistema de acceso a los estudios superiores. Manuel Clavero Arévalo era entonces rector de la Universidad de Sevilla, aunque su cese se produjo pocos días después de la prueba, el 4 de julio de 1975. Él mismo intervino como legislador en la Ley Esteruelas como diputado en las Cortes, aunque también reconoce que el resultado no fue el esperado: un aumento del nivel de conocimiento de los jóvenes que ingresaban en la Universidad. "Aquello era una puerta abierta. De 100 que se presentaban entraban 90. En mi época, en la reválida, nos presentábamos 50 y aprobábamos cuatro. Quitaron aquella prueba tan dura y la sustituyeron por una más liviana", recuerda Clavero a sus 90 años. En la última convocatoria de la Selectividad en junio, el pasado año, aprobaron el 92,64% de los que se presentaron en Granada. Pero el reto no es aprobar. "Los alumnos se estresan por la nota", señala Granados Triviño. Para la jefa del Servicio de Alumnos, el modelo que está a punto de desaparecer ha conseguido perfilarse y perfeccionarse hasta ser "objetivo, un examen que sirve para todo el territorio nacional... y eso es una garantía muy grande".

Cuando se puso en marcha estos argumentos estaban por demostrarse. Existía mucha confusión y desinformación y no todos aceptaron pasar por este filtro. Varios estudiantes, por ejemplo, se encerraron en 1977 en la Facultad de Medicina de Cádiz por no ser admitidos al no pasar la Selectividad. Un mes después el decano cedió a las presiones, como recogió entonces Diario de Cádiz. No fue hasta la reforma de 1983 cuando la prueba de acceso pasó a ser un requisito indispensable.

A lo largo de estos 40 años, las anécdotas han sido numerosas. Antonio González López, funcionario jubilado del Servicio de Alumnos y "memoria e historia" de la Selectividad en Granada, recuerda cómo todo tenía que hacerse a mano, con anotaciones a lápiz. El trabajo era titánico. "Una locura", señala Granados Triviño. No existió el anonimato -cada examen iba con nombres y apellidos del alumno- hasta que a los funcionarios de la UGR se les ocurrió encabezar los exámenes con una parte recortable en la que se recogían los datos del alumno. Un troquelado facilitaba que el examen y los datos personales fueran por separado -la idea de añadir el código de barras se debe a otro funcionario, Eduardo Barea- y se ganara en "tranquilidad", una premisa para el Servicio a medida que creció la competencia por acceder a determinadas titulaciones., indica la jefa del Servicio

Desde la Universidad siempre se ha trabajado por garantizar que todos los alumnos tuvieran la oportunidad de hacer los exámenes. En Granada, se ha llegado a hacer la Selectividad en el penal de Albolote. Una persona que cumplía condena solicitó hacer la prueba, y un funcionario de la UGR se desplazó a la cárcel con este fin.

Otro alumno vivió semanas de tensión, y no sólo por la cercanía de la PAU. Estaba a punto de recibir un trasplante y era necesario que pasara varios días hospitalizado en el Reina Sofía antes de la operación. Aquel trance coincidió con la PAU. Las universidades de Córdoba y Granada tuvieron que tramitar -con toda la celeridad posible- el traslado del alumno paciente para que pudiera hacer sus exámenes. "A todos los que han tenido problemas de enfermedad se les ha dado un trato exquisito", señala Ceferino Ruiz. Para ello, y tras recibir los informes médicos, la Universidad pone a disposición de los alumnos desde amanuenses hasta una nueva fecha, o incluso dar a la nota de septiembre la misma validez que la de junio. También se dispone de exámenes en braille, o impresos con un cuerpo de letra mayor, para facilitar la lectura. Incluso se pueden adaptar a estudiantes con daltonismo, en el caso de que el examen contenga alguna imagen. "Tuvimos una alumna a la que le dio una lipotimia en el examen. Se le dio la posibilidad de hacer la Selectividad días después en el Servicio de Alumnos. Le dio otra lipotimia", recuerda González López.

En una ocasión, un error en el enunciado de la prueba de Lengua y Literatura obligó a cambiar el examen el día antes. La comisión que se encarga del diseño de las pruebas diseña varios exámenes, pero únicamente se imprime uno, el que se van a encontrar los alumnos. Aquel incidente obligó a imprimir las nuevas preguntas en tiempo récord. "Nos quedamos sin tóner en todas las fotocopiadoras del Servicio. Tuvimos que imprimir 7.000 exámenes", recuerda Ruiz. La crónica de la jornada de hoy servirá para engrosar este anecdotario. Desde las ocho de la mañana, 5.000 granadinos se enfrentan al reto.

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