La imagen se repite. Grupos de mujeres, no muchas de momento, de cinco como máximo, y en gran número jóvenes. El morado de alguna de sus prendas dibuja una caravana monocolor que revela su destino.

Mesones, San Jerónimo y San Juan de Dios. A falta de media hora para que comience la gran manifestación feminista del 8-M, el reguero de personas convocadas a la lucha por los derechos de ellas, que además son los de todos, se va haciendo poco a poco masa.

Salen a saludarlas algunos balcones, como uno cercano a la Plaza de la Trinidad, del que pende un enorme lazo morado de tela. O escaparates de una tienda próxima a San Juan de Dios: "Hoy cierro. Hago huelga #8M". En una librería de esa calle, en los expositores muestran libros de feminismo.

Es el negocio. O el consumo. En una hamburguesería céntrica, cuatro jóvenes con sus banderas moradas, se toman su refresco y su Whopper. La huelga de consumo, salvo si el hambre aprieta. La mañana de movilizaciones había sido intensa.

El río morado desembocó en el Triunfo, donde a media hora del comienzo de la manifestación, ya no cabía nadie más en el tramo de Avenida entre la bandera de España y el cruce con Severo Ochoa. Y esto no ha empezado aún.