Turismo de fiambrera
Los clientes cambian las comidas en los restaurantes por las compras en los supermercados cercanos por culpa de la crisis
La crisis está tan presente que es imposible olvidarse de ella, incluso de veraneo. Por su culpa, los turistas que llegan a la Costa Tropical han cambiado su comportamiento, tanto que cuesta reconocerlos. Mientras que antes comían en los restaurantes y compraban algún capricho en el establecimiento más cercano, ahora las cosas han cambiado. Han dado prioridad a las compras de productos de alimentación en las tiendas de proximidad, se desplazan incluso a los hipermercados que saben que mantienen más o menos los precios de la cadena y, por supuesto, se han autocensurado de los caprichos. De salir a comer fuera, mejor ni hablar.
Mariela y su nieto, José Antonio, están en la playa de Torrenueva esperando al abuelo. La anciana da de merendar al niño de 5 años. "Antes nos íbamos a tomar un helado a una de las terrazas de por aquí, pero ya no se puede".
Eso mismo deben pensar los miembros de la familia que están asándose unas sardinas al final de la misma localidad costera. Han montado un 'chambao' donde no les falta de nada: neveras con comida y bebida fresca les quitan de desplazarse al chiringuito más cercano ni siquiera para pedir una sed de agua. Por cierto, este último, a esta hora está peinando moscas.
Otra cosa es el ambiente en los hipermercados. Alcampo, de Motril, registra colas históricas cualquier día a horas que antes eran impensables. Los centros de Mercadona de Salobreña y Almuñécar también están a reventar. Los turistas se pasan buena parte de su tiempo de vacaciones en la cola de los supermercados mientras que antes lo hacían sentado cómodamente esperando su plato a la orilla del mar tomando algo fresquito. Los hábitos, sin duda, son distintos.
Inmaculada Fernández, del único supermercado Covirán que hay en La Guardia (Salobreña) lo ha notado sobremanera, pero para bien. Cuando pensaba que el futuro de su negocio pasaría por la diversificación, incorporando nuevos artículos de playa y pesca para subsistir, ahora cree todo lo contrario.
"Este año hemos notado que ha subido mucho la venta de productos de alimentación", comenta no sin reconocer que en estos momentos la venta es buena. El perfil del cliente también ha variado: "Ahora entran por la puerta preguntado por el catálogo de ofertas".
Inmaculada añade que "se llevan lo básico, tonterías las justas" y relata que "cuando un niño se encapricha de algún juguete o de chucherías, la mayoría de las veces los padres se los quitan de las manos". La propietaria de este establecimiento recuerda los años boyantes cuando vendía 200 barcas, mientras que ahora comercializa tan sólo 15 unidades.
Ahora se mira más que nunca el precio. "En vez de comprar colchones de playa de 20 euros, adquieren los de 3". Su tienda está llena de clientes que miran y remiran los precios, pero en el restaurante de enfrente, tan sólo hay unos hombres jugando al dominó. Admiten sin reparos que el verano está siendo desastroso.
La misma opinión que este hostelero tienen varios propietarios de los chiringuitos de Salobreña y de toda la Costa: "No parece agosto, tan sólo tenemos algo de jaleo durante los fines de semana, estamos peor que nunca".
En el restaurante Los Faroles mientras que antes se tomaban dos raciones, ahora piden una cerveza y esperan una buena tapa. Los que podían consumir 3 bebidas, ahora tan sólo una y paneándola … Se dan situaciones insólitas: Un chuletón que piden que se lo corten y que lo pongan en varios platos, una ración de langostinos para tres matrimonios. O en El Peñón han llegado a ver a 3 matrimonios y 7 niños compartiendo 4 pollos asados y sacando unos bocadillos del coche para terminar de comer.
La otra cara de la moneda está en Playa Granada. En el supermercado Carmen dicen que "no se pueden quejar" y que con clientes con la capacidad adquisitiva que tienen en esa zona es difícil notar crisis alguna.
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