La Universidad de Granada rinde homenaje a sus represaliados y fusilados: "Ellos no están muertos"
UGR
El Hospital Real acoge el acto de reconocimiento a 28 personas de la comunidad universitaria que fueron asesinadas o depuradas
Federico Hernández Meyer luce pendiente en la oreja derecha, una sonrisa plena y fue el encargado de aportar una de los momentos destacados en el acto de reconocimiento y reparación organizado esta mañana por la Universidad de Granada en el Hospital Real. Hijo del médico y auxiliar de la Facultad de Farmacia de la UGR represaliado Claudio Hernández, Federico tomó la palabra en nombre de los familiares de los 28 miembros de la comunidad universitaria que fueron fusilados o depurados para los que se ha solicitado la declaración de reparación y reconocimiento personal ante el Ministerio de Presidencia. “Ellos no están muertos, porque no os olvidamos”, dijo antes de lanzar un “viva la República” que fue muy aplaudido. Cabe destacar que el crucero del Hospital Real, donde se celebró el acto de entrega de las declaraciones, está presidido por un retrato de Felipe VI.
Federico, una vez finalizado el acto, cuenta que tiene cuatro nietos, el mayor de 23 años. Su prole está repartida por toda Europa. Él mismo hizo las maletas. “Me fui a Alemania”. Ser hijo de un represaliado –su padre falleció en Granada en 1943– era un problema. Tras licenciarse en Farmacia en Granada, durante 40 años trabajó en los laboratorios farmacéuticos Merck. Vivir fuera “me dio una visión del mundo muy buena”. Tiene tres hijos, “uno en Dinamarca, otro en Alemania y otro en Suecia”, a los que siempre “desde la cuna” habló en castellano. Los cuatro hermanos de Federico “se fueron antes que yo” y hoy fue él el encargado de recoger el reconocimiento público que, ocho décadas después de la muerte de su padre, le ofreció la Universidad de Granada.
Una de las universidades "más represaliadas"
Mercedes del Amo, autora de la biografía de Salvador Vila, destacó en su discurso que “han hecho falta 40 años de dictadura y 45 de democracia” para “poder hacer” el reconocimiento a estas víctimas. “No cometieron ningún delito, sino ser protagonistas de la edad de plata”, de un renacimiento de las ciencias y letras “brutalmente cercenado en el 36”. También destacó que la UGR fue una de las universidades “más represaliadas”
Sobre la historia del profesor y médico Claudio Hernández, Federico relata que “lo malo es que Alejandro Otero –ex rector y también represaliado– lo mandó a Alemania. Lo relacionaron con Otero, lo que era casi estar sentenciado” por la vinculación que el catedrático tenía con la República, recuerda el hijo. En Alemania conoció a Elli Meyer, con la que se casó cuatro veces.
Estalló la guerra y “hubo dos intentos de llevarse a Claudio de casa y fusilarlo en las tapias del cementerio”, reseña la breve biografía recogida por Federico y que se ofrece en alemán y español. “La mujer del gobernador de Granada le dijo a su marido que ella y su hijo estaban vivos gracias a don Claudio, que la había asistido en un parto difícil, y que si a don Claudio le pasaba algo, ella misma le cortaría los huevos con el cuchillo del jamón”. Tan castiza amenaza le salvó la vida. En otra ocasión fue el dueño de un cortijo en Huétor Vega, donde vivía el médico, quien –quizá consciente de la amenaza– a base de vino y palique logró que el grupo de falangistas que iba a llevarse Hernández se diera la vuelta.
“Hoy es un momento alegre”, destaca el hijo de este médico sobre el acto organizado en la UGR. Hace dos días le llamaron para comunicarle que sería él el encargado de hablar en nombre de los familiares de los 28 miembros de la comunidad universitaria a los que se quería reparar. “Soy el único hijo". Otros seis universitarios estuvieron representados por familiares –fue el caso de los fusilados José Palanco Romero, Rafael García Duarte y Jesús Yoldi y Agustín Escribano y de los represaliados Alejandro Otero, Hermenegildo Lanz y Luisa Pueo– y decanos y las profesoras Mercedes del Amo y Enriqueta Barranco recogieron las acreditaciones del resto. El consejo de gobierno del 24 de septiembre aprobó la petición de la declaración de reparación y reconocimiento para 34 personasreparación y reconocimiento. En un caso el trámite se ha iniciado en la Universidad Computense de Madrid, en otros cuatro casos no se ha localizado todavía a los familiares y en otro más la familia ha solicitado no iniciar el procedimiento.
El solemne acto en el Hospital Real estuvo precedido por las protestas de sindicatos y junta de personal del PAS, que denuncian la externalización del servicio de limpieza. La rectora de la Universidad de Granada, Pilar Aranda, inició su intervención con un agradecimiento. “Gracias por permitirnos reconocernos”. También pidió “disculpas” por la demora en el reconocimiento. Aranda, que indicó que se sigue con los trabajos en Víznar, lugar de ejecución, incidió en que este reconocimiento “no es ser vengativo, es un acto de encuentro, de amistad”.
El subsecretario de Universidades, Luis Cerdán, aseveró que “el olvido no es una opción en democracia” y alabó la labor realizada por la Universidad de Granada.
También intervino el ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, que indicó que “España merece que que todas las personas que sembraron la semilla de las libertades sean reconocidas con una ley que debiera ser unánime”. El acto no contó con representación de la Junta.
Un lugar de la memoria en el Hospital Real
Tras el acto, se ha inaugurado un monolito en el que será desde hoy el Lugar de Memoria Democrática de la Universidad de Granada, situado en el patio de los Inocentes del Hospital Real. También se ha inaugurado la exposición Azaña: intelectual y estadista. A los 80 años de su fallecimiento en el exilio, sobre la figura del presidente de la Segunda República muerto en su exilio francés, organizada por Acción Cultural Española (AC/E), la Secretaría de Estado de Memoria Democrática y la Universidad de Granada con la colaboración de la Biblioteca Nacional de España.
Personas presentes en el acto, que estuvieron en la cárcel en los años 70, indicaron la necesidad de que la antigua comisaría de la calle Duquesa, adquirida por la Facultad de Derecho, también sea recordado.
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