Versos dictados desde la serenidad de una vida inmóvil

Obra social Un poeta especial

Manuel Fernández Cruz, afectado por una enfermendad degenerativa que lo tiene postrado en una cama de San Rafael, presentó esta semana su primer poemario

Manuel Fernández rodeado de sus cuidadores, su madre, el gerente del hospital y la directora pedagógica.
Belén Rico / Granada

23 de mayo 2010 - 01:00

"Si pedís un favor, que sea la esperanza". Este verso de Manuel Fernández no sólo es una síntesis de su poesía, también es un reflejo de su sorprendente vida. Existen muchas realidades y el arte tiene la virtud de descubrir al mundo las más singulares. Una de ellas es la de este autor granadino, que ha presentado esta semana su primer y particular poemario: Versos vivíos.

Para empezar a hablar de este libro hay que remontarse al mismo día en que nació Manuel Fernández. Para un sector de la crítica literaria la obra es completamente independiente a la biografía de su autor, pero en este caso es imposible separarlas: la una no se entiende sin la otra, aunque sean completamente diferentes.

Es el cuarto de un matrimonio de seis hijos. Su madre era portadora de una patología genética -la conocida como la enfermedad de Duchene- que sólo afecta a los hombres y él la desarrolló. La degeneración neuromuscular progresiva que padece le llevó a ingresar por primera vez al Hospital de San Rafael, en el que ahora vive, con doce años. Sus problemas de salud le habían hecho faltar mucho a clase, y cuando llegó apenas si sabía leer y escribir.

Pero la vez que su movilidad se iba viendo reducida hasta necesitar respiración asistida su voluntad, su esperanza y su pasión por la vida iban creciendo.

El gerente del hospital de San Rafael, Manuel Liñán, cuenta que el caso de este joven de 29 años es muy especial, "porque debería estar en una situación de tristeza, de desesperanza, pero no es así". Tan entusiasta es este paciente para el médico que es uno de esos enfermos que refuerzan el trabajo del personal del hospital. "Este libro ha sido una forma de dar las gracias a sus cuidadores. Nuestra misión no es curar sino cuidar, y él te trasmite la sensación del trabajo bien hecho".

Muchos de los poemas de esta opera prima están dedicados a las enfermeras. También recoge otro dedicado a su madre, muy cariñosa y muy pendiente de él en todo momento. También al flamenco, su gran pasión junto con la poesía. Y a una novia que tuvo, compañera de habitación durante tres años. Afectada por una enfermedad degenerativa similar a la suya, ella sólo podía mover las pestañas, por eso los versos están cuajos de referencias constantes a la mirada de su amada (un tópico que cobra aquí un significado pleno).

Pero ella murió cuando tenía tan sólo 16 años, y también hay un poema dedicado a su ausencia. Y, aún así, lejos de reflejar la desesperación de la pérdida la resignación ante el destino, como todos los poemas de Manuel Fernández también es un canto a la vida.

Hace mucho tiempo que no puede escribir y su madre tampoco puede leerle porque no sabe, pero en sus largas noches de insomnio él compone los poemas mentalmente y por la mañana se los dicta a las enfermeras y a la directora del colegio de San Rafael, Marisa Pérez, una adorable mujer que se desvive por sacar todo el potencial de los alumnos de educación especial que tiene el centro.

Sus versos son una forma de escapar al insomnio como su imaginación y su optimismo le sirven para burlar la tragedia de sus genes. Por eso tanto el gerente del Hospital como la directora tuvieron claro que el centro asumiría los gastos de la edición de esta obra, que es un mensaje de optimismo y una invitación para reflexionar sobre otra de las muchas realidades de la existencia humana.

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