Del avión a las aulas: los estudios en Granada como método migratorio en busca de una vida mejor

Paula Andrea Calderón, Josué Daniel Ganem y Julio Gerardo Hun han encontrado en el máster que cursan en la ciudad una vía para poder asentarse en España

La Universidad de Granada refuerza y expande sus relaciones con las universidades cubanas

Paula Andrea Calderón, Josué Ganem y Julio Hung posando en un edificio de la UGR
Paula Andrea Calderón, Josué Ganem y Julio Hung posando en un edificio de la UGR / Antonio L. Juárez / Photographerssports
Daniel Valle

06 de julio 2025 - 03:15

Granada/España, históricamente, ha sido un país con una enorme carga migratoria. Por cercanía cultural, similitud lingüística u otros factores, la mayoría de personas que buscan una oportunidad en el territorio provienen de Latinoamérica y, dentro de las posibilidades para asentarse de forma legal, una de las alternativas más utilizadas por los jóvenes es el acceso mediante un visado de estudiante.

Este tipo de migración se está incentivando desde los órganos institucionales, como ocurre en la Comunidad de Madrid y el conocido como ‘cupo latino’ de Ayuso, donde con el objetivo de convertir los centros educativos de la capital como un referente de los estudios hispanohablantes, se está ejecutando una política durante este curso 2024/2025 de reducción del 85% del importe de la matrícula para los estudiantes universitarios provenientes de latinoamérica. En el caso de la Universidad de Granada, encontramos que, según los últimos datos publicados en la Memoria Académica, correspondientes al curso 2023-2024, de los 6.292 estudiantes extranjeros que cursan un grado o posgrado en la institución granadina, 941 proceden de latinoamérica, casi un 15% del total.

Tal es el caso de Paula Andrea Calderón, Josué Daniel Ganem y Julio Gerardo Hun, provenientes los dos primeros de Colombia y el último de Cuba, quienes, por razones distintas, encontraron en la máxima institución educativa granadina la coincidencia de compartir la misma promoción de máster.

Paula Andrea: Cali, Colombia, 38 años

Paula Andrea Calderón, o Polly, como le gusta que le llamen, es un caso ciertamente especial. Madre de dos niñas de cuatro y nueve años, vivía junto a su esposo en la ciudad que la vió crecer: Cali. La familia de cuatro vivía una vida cómoda, en la que, por suerte, nunca les faltó de nada. Ella, directora de un equipo de community management en una agencia digital. Él, director de un equipo de soporte técnico. Residían en un buen piso, tenían coche propio, las menores asistían a un buen colegio... pero, aún teniendo el pack con el que soñaría cualquier familia convencional, el contexto socioeducativo colombiano les hizo tomar la decisión de dejarlo todo atrás y marchar a España en busca de nuevas oportunidades. "Teníamos todo lo que necesitábamos y vivíamos bien, pero no nos sentíamos seguros y no veíamos un futuro educativo óptimo para nuestras hijas. La decisión de abandonar Colombia fue buscar un mejor ambiente y mejores oportunidades para ellas".

Paula Andrea relata que, tras la pandemia, hubo un estallido social en el país. El Gobierno trató de hacer una reforma tributaria que hizo que la gente saliera a las calles a modo de protesta. Se consiguió parar el cambio, pero la situación estaba lejos de mejorar: "Estuvimos un mes encerrados con ese estallido social, una época en la que teníamos dinero en la cuenta, pero no podíamos salir a la calle a comprar comida para mi familia. Luego de eso, la inseguridad se incrementó, había más robos y uno no se sentía seguro al salir. Me montaba en el coche con mis niñas y me preguntaba en qué momento me van a atracar para llevarse mi teléfono móvil o el coche, con mis hijas atrás. Era un miedo constante ante el que dijimos, no más. Teníamos todo, pero no teníamos tranquilidad".

Paula Andrea, posando en un pasillo de su lugar de trabajo
Paula Andrea, posando en un pasillo de su lugar de trabajo / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Polly y su familia dejaron la capital caleña y llegaron a un piso de Motril, que les ayudó a conseguir una amiga. Mientras siguen teletrabajando para su país de origen, comienzan a echar raíces en España para intentar regularizar su situación por medio de lo que se conoce como 'arraigo social', una autorización de residencia que se podrá conceder a ciudadanos extranjeros que se hallen en España durante un periodo mínimo de tres años y cuenten con contrato de trabajo, tengan vínculos familiares en España o estén integrados socialmente. Los trámites avanzan muy despacio en una sociedad que no espera a nadie, pero aparece una luz al final del tunel.

"Hace poco más de un año, salía un modelo que se llama 'arraigo para la formación'. Contratamos un abogado que nos asesoró al respecto, afirmando que es una forma de acelerar el proceso. Yo ya tenía una carrera profesional, pero caí en cuenta de que los máster también se incluían dentro de este modelo. Entonces, apliqué al máster, empecé a estudiar y ya me aceptaron la residencia".

Actualmente, Paula Andrea vive una vida plena y feliz en Granada. No se plantea volver a Colombia, pues considera que es un país con una sociedad que no termina de encajar con su manera de ver la vida. "Siento que falta mucha educación en general. A la gente le da igual pasar por encima de las normas y le dan igual las restricciones, las multas y los reglamentos. Aquí la gente se preocupa por cruzar por los pasos de peatón o de parar cuando hay un semáforo en rojo. Yo siempre he sido una persona muy correcta, y siento que encajo mejor aquí. Son bobadas, pero son bobadas que no tengo allí y que sí tengo aquí".

Josué: Montería, Colombia, 24 años

Josué Daniel Ganem es un joven de 24 años proveniente de Montería, Córdoba, una región ubicada en el norte de Colombia. Si bien, según estudios del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, se trata del séptimo departamento con mayor índice de pobreza de los 32 que componen el país, relata que, por suerte, en su casa nunca faltó de nada. Sin embargo, eso no le ha librado de vivir experiencias que han acabado forjando su personalidad.

"Yo recuerdo, por ejemplo, que cuando era pequeño, María Yánez, la persona que me cuidó casi toda mi vida, me decía, 'Josué, levántate que tenemos que jugar al escondido'. Entonces yo me escondía y ella empezaba a contar. Cuando fui creciendo y tenía alrededor de 20 años, un día lo recordé. Le pregunté 'señora Mayo, ¿por qué jugábamos al escondido cuando era pequeño?', y me contó que lo que hacía era aguantar la puerta para que no me reclutaran los grupos armados que estaban por la zona. Historias como esta pueden parecer muy sorprendentes, pero en Colombia es algo que forma parte de nuestra sociedad", relata.

Jocho, como le gusta que le llamen, pasó su infancia en un barrio llamado Pasatiempo. Si bien afirma que tiene un bonito recuerdo de su infancia, rememora que se trata de una zona en la que abundaba el tráfico de drogas. "Había, por ejemplo, una chica que vivía al lado de mi casa que era hija de un narcotraficante actualmente extraditado en Estados Unidos. Ahora no sé mucho de él, pero es el tipo de personas con las que me tocaba convivir".

Josué, posando en un aula de la UGR
Josué, posando en un aula de la UGR / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Situaciones como esta le hicieron tomar la difícil decisión de salir de su país. Como periodista titulado por la Universidad Pontificia Bolivariana, Josué relata que se sentía cansado de vivir entre tanta violencia, rodeado de tanta mala noticia, algo que le hacía sentir que se estaba volviendo insensible ante esas situaciones. El oficio que Jocho eligió fue un quebradero de cabeza para su familia, pues el periodismo en Colombia es una profesión de riesgo. El joven relata que no resulta extraño recibir noticias de periodistas asesinados por ejercer su labor, debido a un contexto sociopolítico que se hace cada vez más peligroso.

"De forma concreta, en mi departamento, existe una fuerte presencia de grupos paramilitares. Se hace muy complicado ejercer la profesión periodística, porque decir la verdad también cuesta la vida. Y lo malo de mi país es que la vida no vale mucho. En mi experiencia profesional, recuerdo haber sido amenazado de muerte por formar parte de un programa independiente de tinte político emitido en YouTube, simplemente por decir lo que pienso", comenta.

Aún con todo lo malo, las despedidas siempre son difíciles. Josué relata que, cuando se despidió de sus amigos, lo hicieron bebiendo aguardiente, algo típico de Colombia, escuchando una canción que cada vez que vuelve a sonar en sus auriculares le transporta de vuelta a Montería. Su abuela Rafaela hizo su comida favorita para despedirle y su tío Carlos Mario, hombre que nunca llora, se permitió el lujo de romper con esa norma. "Lo último que pedí fue pasar por el barrio donde crecí, Pasatiempo", recuerda.

Lo mejor de estar asentado en España para él es tener más cerca a el pilar fundamental de su vida, su hermana Laura, residente en Austria. "Uno aquí se da cuenta de que, además de mis padres que algún día se irán, lo único que me queda en esta vida es mi hermana Laura. Quiero estar cerca de ella hasta que me dé la vida. En ese sentido, los estudios fueron la forma más fácil de poder acercarme. Yo apliqué a mis estudios para intentar encontrar trabajo y quedarme por aquí para poder estar más cerca de ella", relata el joven estudiante.

Julio: La Habana, Cuba, 25 años

Julio Gerardo Hun es un joven periodista cubano descendiente de emigrantes chinos. Natural de La Habana, ciudad que le vió nacer y criarse, procede concretamente de una zona llamada Centro Habana. Si bien tiene una extensión similar a la del distrito norte de Granada, cuenta con una población de 132.451 habitantes, convirtiéndola en el municipio de mayor cantidad de población de todo el país. En este lugar conviven gente muy pobre con comercios e instituciones importantes, debido a que se trata de una zona de paso que conecta los dos centros de la capital: Habana Vieja, centro histórico y turístico, y Plaza de la Revolución, donde se ubican el Gobierno de la República y otras muchas instuticiones de importancia. Si bien Julio tuvo la suerte de nacer en el seno de una familia de clase media, no era ajeno a la realidad socioeconómica que atraviesa el país, donde situaciones como recibir cortes de luz programados por el gobierno eran el pan de cada día.

Debido a estas circunstancias, el territorio cubano es uno en el que la mayoría de gente no quiere quedarse. "Cuba es un país donde la idea de emigrar está como único y verdadero objetivo final en la vida, está muy normalizado. Lo raro es no querer salir", explica el periodista. Sin embargo, él era una de esas excepciones que confirman la regla, hasta que después de la pandemia, empeoró la situación política a raíz de una enorme crisis económica. Los cubanos salieron a la calle a protestar, pero fueron duramente reprimidos. A nivel profesional, los medios de comunicación se encontraban desfasados y profundamente politizados, normalizando la destitución de aquellos directores que daban luz verde a coberturas que no interesaban a las altas esferas, y aquellos que intentaban aportar frescura desde medios independientes se encontraban con que ejercer su labor era cada vez más peligroso.

Julio, posando sonriente en el patio de su puesto de trabajo
Julio, posando sonriente en el patio de su puesto de trabajo / Antonio L. Juárez / Photographerssports

"Ahí es que me empiezo a plantear muy en serio la idea de partir, a la vez que la mayoría del país. En cada reunión social llegábamos a un punto en el que siempre terminabas hablando de lo mal que estaba todo. Incluso los ancianos querían salir: mi abuela, de 80 años, terminó emigrando a Brasil con todo lo que conlleva algo así a esa edad. Toda conversación terminaba siempre con la misma frase: hay que salir de aquí", recuerda Julio.

Por ello decide hacer las maletas y partir hacia Granada para estudiar su máster y, si fuera posible, quedarse en nuestro territorio buscando un mejor futuro. A pesar de esta normalización sistemática de la migración, partir siempre es duro: "Mi familia lo lleva como lo estoy llevando yo. Es complicado, difícil. Hay un cambio en la dinámica: ya no estoy todo el tiempo en casa, tenemos cinco horas de diferencia, estoy al otro lado del Atlántico...pero, a pesar de la pena, todos estamos de acuerdo en que las circunstancias del país son demasiado malas para vivir una vida mínimamente digna".

Julio, que logra mantenerse gracias a unas prácticas extracurriculares remuneradas que ha obtenido a través de la Universidad de Granada, ha encontrado en Andalucía el lugar donde le gustaría echar raíces, pero sin olvidar de dónde proviene. "Es una zona increíble. Aquí en España tengo más perspectivas de futuro que raíces echadas, pero me encantaría asentarme en la comunidad. Me encanta su cultura, el lugar, la gente... a pesar de todo lo que implica a nivel emocional un proceso migratorio, me he sentido muy bien aquí. Pero el país de origen tiene que ser como la casa de tus padres: un sitio que, quizás, ya no sea tu hogar, pero siempre debes, en algún momento, volver", concluye el periodista.

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