La Casa de los Mascarones, el paraíso en ruinas cerrado para muchos

Aunque de su construcción original apenas queda nada, es uno de los lugares en donde se impone la historia y la memoria

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Una mujer pasea por delante de la Casa de los Mascarones
Una mujer pasea por delante de la Casa de los Mascarones / José Velasco / GPMedia

Los poetas, esa especie protegida que comparte su destino con el lince ibérico o las mariposas de Sierra Nevada, le hicieron un homenaje en 1926 a Pedro Soto de Rojas, poeta y canónigo de la iglesia del Salvador del siglo XVI, que se había construido un bonito carmen a estilo morisco en pleno Albaicín. Fue un homenaje en el que estuvo implicado García Lorca, que dijo sobre la vivienda del cura que era “la más exacta definición de Granada”. El cronista Henríquez de Jorquera la había calificado siglos atrás como “una de las quintas de mayor ingenio, sutileza y artificio de Granada”. La vivienda sobresalía por su diseño paisajístico renacentista, que incluía fuentes, estanques, grutas y espacios para la celebración de tertulias literarias. Tenía dos entradas principales que daban al adarve y patios nazaritas. En la parte trasera se construyó un gran jardín en siete paratas que regaba con la abundante agua de Aynadamar que lo atravesaba. Lo que se dice una monada. Pues bien, noticias de última hora dicen que esta casa –o lo que queda de ella– está en ruinas, sin que haya poder público alguno que se haga cargo de una conveniente restauración y puesta en valor, que dirían los políticos. Más que nada porque en ese solar se impone la historia y la memoria. En él no solo Soto de Rojas escribió su famoso poema de “Granada, paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos”, sino que el imaginero José de Mora, del que se ha cumplido el tercer centenario de su muerte, trabajó en su magnífico Cristo de la Misericordia que hay en la iglesia de San José. Otras muchas obras del escultor también fueron paridas en esta casa. En el siglo XIX la edificación fue remodelada para ser una casa de vecinos. Hasta veinte familias llegaron a vivir en ella. Pero es que además en esta vivienda se instaló un cuartel de la Guardia Civil en el que tenía aposentado su trono el controvertido y popular sargento Colomera, enviado al Albaicín en tiempos de posguerra para controlar a los rojos del barrio. Desde esta casa ejercía su poderosa actividad ese miembro de la benemérita de grandes mostachos que tuvo en raya a todo un barrio. En fin. En torno a esta casa hay historias para para parar un tren, por eso está en el ADN de Granada y seríamos torpes e ineptos los granadinos si dejáramos que se viniera abajo.

Carátulas de piedra

Por supuesto nos estamos refiriendo a la Casa de los Mascarones, motejada así por el vulgo por sus dos carátulas de piedra que hay en su fachada angular. Sobre la puerta y a su derecha, hay una placa de cerámica granadina (diseñada por Hermenegildo Lanz) orlada de pajaritos, flores y mariposas que pusieron los citados poetas granadinos en julio de 1926. Dice: “En esta casa tuvo su Paraíso en el siglo XVI el poeta granadino don Pedro Soto de Rojas”. El año que viene por estas fechas se cumple el centenario de la puesta de la cerámica. Soto de Rojas, el canónigo poeta, fue amigo de Góngora y era conocido por Cervantes (en un poema habla de él) y Lope de Vega. Al morir Soto de Rojas en 1660, compró esta casa el escultor bastetano José de Mora, donde instaló el taller, de donde salieron obras que están repartidas por varias iglesias y catedrales de España. El escultor le dio un repaso a la casa morisca y le instaló algunos elementos barrocos. Con un año de retraso –el tercer centenario de su muerte fue en 2024– se está preparando una magna exposición sobre su obra que será inaugurada en el próximo mes de septiembre. El bastetano se lo merece.

Con el paso del tiempo, la casa ha sido remodelada varias veces y actualmente está en ruina, pero, según los expertos, aún hay algunos elementos del pasado que se pueden salvar. Los actuales propietarios –la casa está en manos privada– no hacen nada por repararla y los políticos tampoco hacen lo propio por evitar el deterioro total. Hace un año, el PSOE puso el grito en el cielo por el lamentable estado de la vivienda. Pero este grupo, que estuvo gobernando el Ayuntamiento los años anteriores, tampoco es que se preocupara mucho entonces. La Casa de los Mascarones ha estado en las tres o cuatro últimas décadas sin que nadie le hiciera caso. En todo este tiempo no se ha hecho prácticamente ninguna obra de mantenimiento, reforma o restauración. Ahora ha sido la Asociación Hispania Nostra la que ha incluido la vivienda en la lista roja del patrimonio. Esta lista recoge aquellos elementos del patrimonio cultural patrio que están en riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores. En su demoledor informe dice: “En el interior de la Casa de los Mascarones se observan humedades que provocan el deterioro de los muros, maleza acusada que inunda todo el patio, acumulación de escombros, fruto de posibles colapsos de elementos arquitectónicos, además de basura y suciedad, junto a otros bienes muebles agolpados. Estos son únicamente visibles desde fuera a través de una ventana rota y descolgada”.

Expoliación

Y si por dentro es un poema, por fuera es una tragedia: cableado caído, grietas en los muros, desconchones perpetuos y hasta hubo un tiempo que en el callejón se metía un coche. Los que fueron los jardines sirvieron de aparcamiento. Su estructura luce numerosos roces de camiones y otros vehículos que pasan por allí. Pero es que, además, ha sido expoliada en varias ocasiones en las que los amantes de lo ajeno se han llevado aquellos elementos urbanísticos que podían haber sido de su provecho. Aún tiene un ajimez original que dicen que es el único auténtico que queda en Granada.

Sí, es verdad que a lo largo del tiempo ha sido transformada tantas veces que casi no queda nada del original. Ya Francisco de Paula Valladar en su Guía de Granada, publicada en 1900, informaba de que apenas mantenía elementos originales que permitiesen, por aquel entonces, formar idea de su construcción primitiva. También Gómez Moreno dijo algo parecido, pero encontró algunas figuras escultóricas que formaban parte del grupo de estatuas que adornaban el carmen y supo de la importancia de su pasado. Puede que no quede nada o casi nada, pero solo por la memoria de su pasado merece ser rescatado.

Si usted se mete en Google y teclea Mascarones, al comienzo no le sale la casa, sino el bar que hay al lado, regentado por Miguele y del que era asiduo el alcalde campechano Gabriel Díaz Berbel, más preocupado por la tapa de migas con sardinas que allí ponen que por el estado del edificio colindante.

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