La cerámica de Fajalauza y los ‘cabezones’, los puntales de la tradición alfarera de Granada

El ADN de Granada

Recientemente se han cumplido 500 años de una actividad artesanal de las más emblemáticas de la ciudad de la Alhambra

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Colección de 'cabezones' de José Miranda. / A. C.

La cerámica de Granada es de las que se compra para usar, coleccionar, decorar e incluso para roturar las calles de la ciudad. En Granada siempre ha habido buena arcilla, de la que se han aprovechado todas las civilizaciones que por ella han pasado. Los romanos hicieron buenas vasijas de barro, pero fueron los árabes los que consiguieron unos cacharros de calidad, especialmente en los ambientes palaciegos. Estos utilizaron de manera especial el barro policromado para los revestimientos. En esos menesteres los alfares de Granada eran muy buenos. El color y el vidriado que imprimían a sus obras hacía que sus productos fuesen muy valorados. Entre todas las dinastías que hubo en Granada durante la ocupación musulmana fue la de los almohades la que se llevó la palma en cuanto a creatividad, aunque los nazaríes consiguieron hacer dibujos dorados sobre la loza que asombraron a propios y extraños. Como muestra está ese Jarrón de las gacelas que se encuentra en el museo de la Alhambra.

Los moriscos crearon después un estilo de hacer vasijas que desembocaría en lo que hoy llamamos cerámica de Fajalauza, convirtiendo así la manipulación de la arcilla en una de las manifestaciones artesanales más emblemáticas y tradicionales del lugar. Por eso este tipo de cerámica está en el ADN de Granada y forma parte de sus señas de identidad.

En ese tiempo los buenos alfareros de Granada estaban en el Realejo, de donde se tuvieron que marchar debido a las protestas de los vecinos, que se quejaban de los humos que echaban los hornos. Los que se establecieron cerca de la llamada puerta de Fajalauza (una de las seis entradas que tenía Granada) comenzaron a tener un estilo propio. Ya ahí empezó todo. En ese entorno había varios alfareros y negocios que hacían prácticamente los mismos productos y con el mismo barro. El término ‘cerámica de Fajaluza’ no apareció hasta el siglo XIX, pues así se llamó a toda la cacharrería que se hacía en Granada a partir de esa fecha, convirtiéndose de esa manera en el estilo de cerámica más representativo de la ciudad de la Alhambra. Manuel Gómez-Moreno, Luis Seco de Lucena y el mismo Natalio Rivas, que la regalaba a sus amistades, fueron tres de los próceres que más destacaron a la hora de hacer publicidad de este producto, que obtuvo el ‘trending tropic’ cuando el NO-DO sacó al príncipe Rainiero de Mónaco y a Grace Kelly comprando dos cuencos en una tienda de la Alcaicería. Desde entonces todo turista que venía por Granada quería llevarse un cacharro de Fajalauza.

Si oyes el apellido Morales en Granada inmediatamente lo asocias con la cerámica de Fajalauza. Diferentes sagas (Morales Alguacil, Morales Moreno, Muñoz Morales, Contreras Morales, etc.) han continuado la línea tradicional centenaria, si bien algunos han ido sumando nuevos colores, formas, dibujos y técnicas. Veinte generaciones de Morales se han sucedido desde entonces. Parece ser que un tal Hernando de Morales fue el pionero de todo ya que figura en un pleito entablado en el siglo XVI entre los maestros olleros (así se llamaban a los alfareros) de Granada con el arrendador de la renta del barro en la ciudad sobre el pago de la alcabala. Los alfareros mantenían un pulso con la autoridad a cuenta de la carestía del agua, tasada con unos impuestos muy elevados. De aquel Hernando descienden infinidad de alfareros que después establecieron talleres en la zona baja de Fajalauza o en otros lugares de la ciudad, incluso en pueblos cercanos a la capital.

¿Y cómo es esta cerámica? Por lo pronto se trata de barro vidriado y decorado a mano. En la decoración se utilizan colores como el azul cobalto y verde, siempre sobre fondo blanco, aunque también puede verse otras variantes. ¿Y qué es lo que se pinta? Principalmente granadas, que es el símbolo de la ciudad. Pero también pájaros, flores o motivos vegetales. Estas piezas reflejan el cruce de influencias culturales hispano-moriscas que le dan un estilo único dentro de la cerámica española.

Las técnicas de trabajo de la cerámica de Fajalauza han sido mantenidas desde comienzos del siglo XVI hasta el siglo XIX, momento en el que comenzaron a verse afectadas por la industrialización y la fabricación destinada al mercado turístico. Aun así, no deja de ser una cerámica popular que no nació para nobles o palacios, sino para viviendas corrientes y que, cinco siglos después, se mantiene prácticamente igual que en su origen.

Cacharros de cerámica de Fajalauza / A.C.

Actualmente se ha impulsado la creación de la Fundación Fajalauza, con el objetivo de defender el patrimonio que alberga la fábrica y de dar a conocer la historia de esa cerámica. El pasado año por estas fechas se estrenó el documental Fajalauza, 500 años de cerámica granadina, un trabajo que cuenta el recorrido de una de las mejores muestras de la artesanía popular española y que hoy, tantos años después, apenas se diferencia de aquellas primeras piezas que salieron de los hornos de los alfareros medievales.

Los belenes de Alborox

Pero los alfareros granadinos no solo se han limitado a los cacharros y los utensilios de barro. Esta provincia también ha tenido siempre una gran tradición de artesanos dedicados a hacer esculturas o figuras de arcilla.

Seguro que tienen ustedes en su casa alguno o están hartos de verlos en los comercios turísticos de la Alcaicería. Son esos muñequitos de unos cinco centímetros de altura vestidos de diferente manera y que llaman ‘cabezones’. Granada es la tierra de los ‘cabezones’ porque aquí se han fabricado (y aún se fabrican) millones de ellos.

Estas figuritas son utilizadas para los llamados belenes de Alborox, con escenas tradicionales del Nacimiento, como los integrantes del portal de belén, los reyes magos o los pastorcitos. Debido a su pequeño tamaño permiten crear belenes muy detallados sin ocupar demasiando espacio. Entre los aficionados ha surgido incluso la costumbre de organizar premios y concursos informales de belenes de Alborox.

Pero los llamados cabezones no solo se utilizan para los belenes. Seguro que ustedes habrán visto pasos enteros de Semana Santa con estas figuritas. Futbolistas, penitentes, toreros, abogados, farmacéuticos… Cualquier profesión o actividad puede ser representada en cinco centímetros de barro.

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