El conde de Maule, una vista de Granada

El viajero romántico Nicolás de la Cruz encargó un lienzo de Granada al artista Fernando Marín Chaves La obra permite conocer la vista desde la Fuente del Avellano en 1798

Nicolás de la Cruz.
Nicolás de la Cruz.
Juan Luis Tapia

28 de junio 2015 - 01:00

SORPRENDE, entre las novedades del Museo de Bellas Artes de la Alhambra, un singular paisaje de la Fuente del Avellano. En su cartela, además del título, figura una breve anotación sobre la historia de la obra, que ofrece una de las mejores panorámicas del Valle del Darro a finales del siglo XVIII. Fue poco antes de la ocupación napoleónica, de las transformaciones que los galos realizaron en la ciudad y las posteriores producto de las desamortizaciones. El título de este óleo sobre lienzo es Vista de de Granada desde la Fuente del Avellano y está fechado en 1798. La ausencia de la fotografía provocó el encargo del viajero Nicolás de la Cruz, conde de Maule, al artista Fernando Martín Chaves, quien plasmó el paisaje granadino. La obra fue adquirida recientemente a través de compra directa a un coleccionista privado por 60.000 euros.

La vista fue tomada desde una curva del Camino de la Fuente del Avellano que sobresale sobre el valle del Río Darro para salvar el promontorio, en cuya parte alta se ubican los restos del Castillo de Santa Elena, también llamado Silla del Moro. En primer plano, y como protagonistas del cuadro, aparecen las figuras de dos personajes que, seguramente y según los especialistas, se corresponden con el propio conde de Maule, promotor de la obra, con Fray Sebastián Sánchez. Los profesores Antonio Gámiz y Antonio Orihuela publicaron en el número 323 de la revista Goya un amplio estudio sobre esta obra, en el que destacan la importancia de la obra como testimonio de aquella imagen de la Granada anterior a la ocupación gala.

¿Quién era este noble de origen chileno que recaló en Granada? Don Nicolás de la Cruz y Bahamonde (Talca, Chile,1757-Cádiz, 1828) fue todo un ejemplo del hombre ilustrado de su época que, tras una breve carrera militar en Chile, decidió convertirse en un emprendedor comerciante y se trasladó a Cádiz en 1783. Fue una especie de embajador chileno en Cádiz, debido a su relación de amistad con Ambrosio O'Higgins (1720-1801) gobernador de Chile entre 1788 y 1796 y Virrey de Perú entre 1796 y 1800, quien le confió la tutoría de su hijo Bernardo O'Higgins, personaje clave en la historia chilena que se alojó durante cuatro años en su casa gaditana. El tratado de libre comercio de 1778 impulsó la buena marcha de los negocios en la zona, lo que le permitió al ilustre personaje reunir, en poco menos de diez años, una gran fortuna. Su espíritu ilustrado, junto a su solvencia económica, le llevó a iniciarse en el coleccionismo de pintura y a emprender una serie de viajes por Europa y diversas ciudades españolas.

En 1797 inició su recorrido por Madrid, Valencia, Barcelona, Génova, Roma, Nápoles y París. En junio de 1798 regresó a la corte madrileña, y según se comenta después, en octubre marchó desde allí hacia Granada y posteriormente hasta Cádiz. El conde de Maule también desarrolló su vocación como escritor, y de esta manera anotó mucho de lo que encontró a su paso. Desde que salió de Madrid llevó un diario y un plan metódico de anotaciones sobre todo tipo de temas, preferentemente históricos, artísticos y también antropológicos. Además, siempre según los especialistas, llevaba un diario aparte en el que registraba anécdotas y opiniones personales, pero que no llegó a publicar.

Al finalizar el viaje había escrito dos volúmenes que entre 1806 y 1814 se convirtieron en catorce tomos de pequeño formato, tras intercalar muchos párrafos provenientes de su biblioteca personal. El viaje de Don Nicolás estuvo especialmente marcado por su gran interés por la pintura. Aunque en sus textos apenas se citan adquisiciones de pinturas o libros, en el tomo XIII se dedican abundantes páginas a inventariar los cerca de 300 cuadros de su colección, y también los de sus amigos José Murcia, Sebastián Martínez y Pedro Alonso O'Crowley. "De los pintores españoles cita a Murillo, Ribera, Cano, Bocanegra, Velázquez, Zurbarán… y entre ellos "hai dos vistas de Granada, de Marín que aún vive': una es la que actualmente se encuentra en el Bellas Artes de Granada, y la otra se encuentra en paradero desconocido", señalan los especialistas Orihuela y Gámiz.

Maule llegó a Granada en octubre de 1798 y parece ser que permaneció en la ciudad hasta finales de diciembre, siempre según los especialistas y la correspondencia del mismo ilustrada, que se encuentra fechada en esos días. Nada más llegar a la ciudad, Maule se siente emocionado ante la magnífica vista de la puesta del sol iluminando la nieve de Sierra Nevada, que pudo disfrutar por primera vez desde el camino de Pinos Puente.

Ante aquellas vistas y asombrado por la belleza de la ciudad, decide encargar varias pinturas: "Yo hice sacar al pintor Marín una vista de la Sierra Nevada y otra de la garganta del Darro las quales adornan mi colección". Nicolás Cruz gustó especialmente del paisaje del Darro y del paraje de la Fuente del Avellano, que describe de la siguiente manera: "Es divertido el paseo que se hace por la falda de la Alhambra caminando hacia la fuente del avellano: se domina el rio; se ven los labaderos y bosques... La localidad de este terreno no solo es apreciable por las deliciosas vistas indicadas, sino por sus aires salutíferos que por una experiencia constante se gozan en este sitio baxo hasta la plaza nueva...".

El retrato de aquellos paisajes granadinos se lo encargó a Fernando Marín, quien fue director de la sección de Pintura de la Academia de Bellas Artes de Granada. Cuando el conde de Maule visitó la sede de esta institución en la Plaza Nueva, indicó que tenía un salón decorado con retratos de los reyes hechos por Marín. Después de citar los méritos de los pintores granadinos más notables de los siglos XVI y XVII, únicamente destacó a aquél entre los contemporáneos, indicando que "executa bastante bien... particularmente en el paysage". Maule fue uno de los promotores de la Escuela de Nobles Artes de Cádiz, que intentó elevarla a la categoría de real academia, de ahí que mantuviera relación con instituciones similares, como la de Granada, y que tuviera noticia del buen hacer de Fernando Marín.

En cuanto al acompañante de paseos granadinos de Don Nicolás, se trataba del franciscano Fray Sebastían Sánchez Sobrino, quien residió en el Convento de San Antonio Abad de Granada, ubicado, obviamente, en la calle San Antón, y que desde la Desamortización se destinó a monjas Capuchinas en compensación por el derribo del suyo. Fue autor de varios libros de oraciones y de sermones, así como del Viage topográfico desde Granada a Lisboa, escrito en 1774 y publicado en Granada 19 años más tarde bajo el seudónimo de Anasthasio Franco y Bebrinsaez. La afición del fraile a la literatura de viajes pudo ser el nexo de unión con Don Nicolás de la Cruz y que este lo escogiera a modo de acompañante y cicerone.

La dispersión de los fondos del conde de Maule se debió a que a la muerte del ilustrado, su nieto Joaquín Aymerich y de la Cruz, agobiado por las deudas, malvendió la casa, la biblioteca y la colección de pinturas.

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