Los alumnos del colegio Andalucía, de educación Infantil y Primaria, y los del instituto Benalúa de Secundaria rindieron ayer un sentido homenaje a la sexta víctima mortal de la explosión de gas registrada hace ocho días en la localidad catalana de Gavà, una niña de once años que, como los otros cinco fallecidos, era de una familia procedente de Benalúa de Guadix.

En los patios de uno y otro centro educativo se guardaron dos minutos de silencio que concluyeron con aplausos en memoria de la chica. Especialmente emotivo fue el acto celebrado en el instituto, donde estudian familiares directos de la menor.

Su director, José Molina, visiblemente afectado, dirigió a los jóvenes unas palabras de reconocimiento a los muchos habitantes de Benalúa que tuvieron que emigrar en la década de los sesenta, cuando la situación en Benalúa era muy precaria. La mayoría se dirigió a Cataluña, aprovechando el empuje de su sector industrial. Pero todos los que se fueron, resaltó Molina, siguieron teniendo muy dentro a su pueblo, de ahí que volvieran siempre que podían. "Muchos de los que se van -relató- quieren a su pueblo más que los que se quedan, porque dejan ahí raíces muy profundas. Raíces que a veces son también muy dolorosas".

A su lado estuvo el alcalde de Benalúa, Juan Hidalgo, que tras el acto también se refirió a la "sangría humana" que se produjo en aquella década, lo que provocó que, de 120.000 habitantes que había en la comarca de Guadix, se pasara a una población de sólo 45.000. "Si esta desgracia que ahora ha pasado en Gavà hubiera sucedido en Tarrasa, por ejemplo, es bastante posible que de la misma forma hubiera afectado a nuestros paisanos, porque fueron muchísimos los que se fueron allí", explicó.

Hidalgo añadió que, si se registran nuevas víctimas mortales -en la actualidad permanecen hospitalizadas 16 personas-, el Ayuntamiento repetirá las concentraciones, en el Consistorio si se trata de adultos o en los colegios si se trata de menores.

Se da la circunstancia de que el padre de la niña recién fallecida se libró de la explosión al encontrarse ese día en Benalúa cuidando de su madre, que está enferma y cuyos hijos, algunos de fuera, se turnan para atenderla.