Historias de Granada
  • En agosto de 1986 un loco resentido compró cinco latas de gasolina y le metió fuego al auditorio más moderno de Europa

Fatídica 'Danza del fuego' en el Manuel de Falla

Bomberos arrojan agua sobre el Palacio Arzobispal Bomberos arrojan agua sobre el Palacio Arzobispal

Bomberos arrojan agua sobre el Palacio Arzobispal / Juan Ortiz

El fuego se ha portado mal con Granada. En los dos últimos siglos los ha habido tantos y tan intensos que han destruido auditorios, cines, curias y barrios enteros. Todos los cronistas granadinos que han puesto su pluma al servicio de la ciudad en la que viven destacan, por ejemplo, el incendio que acabó con la Alcaicería en 1843. La Alcaicería había sido el gran bazar de lujo de la Granada musulmana y después de la Granada cristiana. Almacenaba en sus pequeños comercios las primorosas manufacturas de seda que se producían en los numerosos telares de la ciudad.

Lucio Marineo Sículo, un humanista siciliano que vivió mucho tiempo en España nos retrata con palabras lo que era la Alcaicería en el siglo XVI: "Había en ese laberinto de calles casi doscientas tiendas, formando una pequeña ciudad con muchas callejuelas y diez puertas, cruzadas con cadenas de hierro para que no pudieran entrar los caballos". Dice Juan Bustos en una de sus crónicas antiguas, que "de no haber sido destruido por el incendio en 1843, hubiéramos podido conocer un ejemplo de barrio mercantil de una ciudad de la Edad Media. Algo seguramente único en Europa".

El fuego se inició en una tienda de sedas. Por allí casi todos los edificios eran de madera y de pronto el barrio se convirtió en una gigantesca pira. Las mercancías almacenadas alimentaron las llamas. Y hasta la artillería, dice Juan Bustos, estuvo preparada para volar lo que fuera necesario con tal de delimitar el avance de las llamas. No dicen las crónicas si hubo muertos, pero sí un desastre de proporciones considerables. Al poco del incendio, la Alcaicería se reedificó, intentando conservar si primitiva ordenación de calles, aunque se suprimieron algunas entradas.

Muy cerca de allí, casi 150 años después, yo fui testigo del incendio de la Curia y del Palacio Arzobispal. También del auditorio Manuel de Falla y del cine Regio. Si ustedes están leyendo esto en el periódico de papel y acercan su nariz a las páginas, comprobarán que huelen a humo.

Arde la curia

El humo de la Curia se veía en toda Granada El humo de la Curia se veía en toda Granada

El humo de la Curia se veía en toda Granada / Juan Ortiz

El último día del año 1982 amanece con un sol invernal espléndido. Son las ocho de la mañana y estoy haciendo la maleta porque me voy a mi pueblo para pasar allí la Nochevieja. Estoy feliz porque voy a estar con mi novia y con unos amigos con los que vamos a recibir el año nuevo: panderetas, zambombas, matasuegras y esas cosas. Estoy a punto de cerrar la maleta cuando suena el teléfono. Es del periódico.

Una voz alarmada me dice que están ardiendo la Curia y el Palacio Arzobispal y me necesitan. ¡Mierda! Llamo a mi novia y le digo que no puede ir al pueblo porque tengo que cubrir ese suceso. Además, antes de que me diga eso de "¿y es que no hay otro?", le digo que se ha movilizado a toda la plantilla para trabajar, a pesar de que ese día íbamos a descansar todos porque el uno de enero nunca hay periódicos en los quioscos.

-Pues si tú no puedes venir cojo yo el autobús y me voy para Granada -me dice.

Le digo que estupendo, que es una buena idea, que me avise cuando llegue para ir a recogerla a la estación de autobuses. Después me voy corriendo a la Curia.

La humareda ya se ve desde la plaza del Triunfo. En la plaza de las Pasiegas hay un gran trasiego de bomberos, policías locales y personas que se han acercado en busca de noticias. Ese día se despierta Granada con la noticia de que está ardiendo parte de su patrimonio cultural y artístico.

Yo estoy algo inquieto y alarmado. La cosa es seria. Las palabras tragedia, catástrofe, desastre y desgracia se instalan en mi mente, donde le doy vueltas para conseguir el adjetivo perfecto. El problema es que todos son válidos. El Palacio Arzobispal era un edificio barroco que fue construido en el siglo XVII por el arquitecto Ambrosio Vico. Un edificio con mucha historia porque allí habían vivido los arzobispos que había tenido Granada.

En cuanto a la Curia, era un edificio del siglo XVI atribuido a Diego de Siloé. Recojo los datos que puedo para escribir luego la crónica. Julio Camba dijo algo así como que los periodistas somos como los calamares, que cuando nos ponemos nerviosos soltamos un chorro de tinta.

En primer plano, restos de la caseta que provocó el incendio de la Curia En primer plano, restos de la caseta que provocó el incendio de la Curia

En primer plano, restos de la caseta que provocó el incendio de la Curia / Juan Ortiz

El fuego se había declarado entre las seis y las siete de la mañana. El culpable había sido un cortocircuito provocado por un puesto de juguetes de los que se ponían en Bib-Rambla. En tiempos navideños se instalaban los vendedores de regalos y algunos daban a la espalda de los edificios ahora declarados en llamas: el Palacio Arzobispal y la Curia, piezas claves del patrimonio histórico-cultural de Granada.

Cuando llego ya hay allí algunos periodistas en corrillo comentando el suceso. Me uno a ellos y me cuentan lo que saben.

Las llamas habían prendido fácilmente en las ventanas bajas y cierres de madera del Palacio Arzobispal, así como en la pintura de las paredes, ascendiendo hasta las cornisas y aleros del tejado, todo ello de madera vieja de pino altamente combustible. Luego se había extendido al edificio contiguo de la Curia, penetrando en la última planta de este inmueble, donde había ocasionado el derribo de las vigas y artesonado interiores. Otra danza del fuego maldita. Había mucho humo y los bomberos descargaban las mangueras de agua a presión en una lucha sin cuartel contra el fuego.

Algunas personas estaban sacando cuadros y legajos de la Curia. Todo aquello que se podía salvar. El concejal Castillo Higueras portaba un alonso cano y cuando vio al corro de periodistas exclamó:

-¿Es que os vais a quedar ahí sin hacer nada?

Y entonces algunos plumillas nos unimos al equipo improvisado de rescate a sacar cuadros, legajos históricos y gran parte de la importante biblioteca de la Curia. Por fin el título de Licenciado en Ciencias de la Información servía para algo.

En cuanto al daño que sufrieron los legajos y los documentos históricos que contenía el archivo de la Curia, luego se pudo comprobar que fue más causa por el agua a presión que utilizaron los bomberos que por las llamas. En novecientos millones de pesetas se estimó la restauración de ambos edificios. Cinco personas tuvieron que recibir asistencia médica, de escasa consideración, entre ellas el arzobispo, José Méndez Asensio, y dos miembros del cuerpo de bomberos. Los trabajos de restauración duraron varios años y hubo una cierta teoría -luego descartada- de que el incendio lo había provocado una mujer pirómana.

A mediodía el incendio estaba controlado. A mí me dio tiempo a escribir la crónica, recoger a mi novia e irme con ella a despedir el año a la plaza del Carmen. Aquella noche las campanadas sonaron más tristes que de costumbre y las uvas sabían a salmón ahumado.

Llamas en el Regio

Estado en el que quedó el cine Regio Estado en el que quedó el cine Regio

Estado en el que quedó el cine Regio / Juan Ortiz

Pocos meses después, en febrero de 1984, ardió el cine Regio, que estaba a las espaldas del Ayuntamiento de Granada. El suceso, nunca aclarado del todo, en un primero momento se le atribuyó a un grupo de ultraderechistas que, según una llamada reivindicativa, habían pegado fuego al cine porque estaba proyectando la película El caso de Almería, que narraba un trágico suceso acontecido el 10 de mayo de 1981 en España. Ese día, tres jóvenes cántabros, que se dirigían por carretera desde Santander hasta Almería para asistir a una primera comunión, fueron torturados y asesinados por miembros de la Guardia Civil, que los confundieron con tres etarras.

El periodista granadino Antonio Ramos, por entonces director del periódico Diario de Granada, escribió un libro sobre este suceso en el que relataba como los tres jóvenes a los que confundió la Guardia Civil, "al principio le dieron una gran paliza, perdiendo el conocimiento. Entonces lo mataron con un tiro de pistola que cada uno recibió por separado. Posteriormente, los envolvieron en mantas, penetrándolos en el Ford Fiesta, en el asiento trasero, ordenando el teniente coronel Castillo Quero que fueran volcados en el sitio que no les viera nadie y que se les pegara fuego para que no se conocieran los malos tratos".

Castillo Quero fue condenado a 24 años de prisión y fue apartado del Cuerpo, pero hay quien piensa todavía, casi 40 años después, que en aquel juicio se escaparon de la Justicia más culpables que los condenados. La policía dudó muchísimo de la autenticidad de la llamada reivindicativa del incendio del cine y opinó que la extrema derecha trataba de aprovechar con fines propagandísticos un suceso completamente fortuito y accidental. Cualquiera sabe.

Un pirómano anda suelto 

Así quedo el auditorio Manuel de Falla Así quedo el auditorio Manuel de Falla

Así quedo el auditorio Manuel de Falla / Juan Ortiz

Los periodistas habíamos alabado en nuestros artículos la modernidad del Auditorio Manuel de Falla, diseñado por el arquitecto José María García de Paredes. Habíamos dicho que incluso poseía un mecanismo automático contra incendios que se ponía en funcionamiento cuando detectaba en cualquier parte del edificio cierta temperatura. Pero el 11 de agosto de 1986, cuando las temperaturas marcaban en la calle los cuarenta grados, mire usted por donde, el mecanismo no funcionó. Total, cientos de millones de pesetas del erario público carbonizados.

El chiste de Soria decía que el auditorio se había quemado mientras se interpretaba la famosa Danza del fuego del músico que lleva el nombre del auditorio. El autor había sido un conocido pirómano, antiguo trabajador del auditorio, que le metió fuego al sitio donde trabajaba porque lo habían despedido. Una venganza que hizo perder a los granadinos casi 500 millones de pesetas, tres millones de euros de los de ahora. ¿Y saben qué? El edificio no estaba asegurado. Su escenario y las principales salas de audición quedaron totalmente arrasados por las llamas. El humo se vio hasta el anochecer. Granada se conmovió ante el suceso y el Ayuntamiento declaró oficialmente el incendio como "catástrofe pública". El auditorio pasaba por uno de los mejores de Europa en cuanto a calidad de audición.

Hubo un momento en que se creyó que se trataba de un acto terrorista. En esas fechas hubo otro incendio en el parque de invierno, a pocos metros del recinto del Generalife. También hubo otro en el paraje conocido como Las Chirimías, justo en el comienzo del bosque de la Alhambra. Y unas llamadas anónimas recibidas en el Ayuntamiento amenazaban con incendiar el Carmen de los Mártires, finca municipal ubicada en el recinto alhambreño, junto al auditorio Manuel de Falla. Aquello hizo creer al alcalde que lo del auditorio se enmarcaba en una ola de supuestos atentados ocurridos últimamente contra el patrimonio de Granada. Pero no, no había atentados, lo que había era un loco resentido que se había cabreado porque lo habían despedido.

El pirómano se llamaba José Luis, tenía 27 años y era conocido como Caballo loco. Ahora tiene más de 60 y sigue pegándole fuego a los contenedores. Es el pirómano que más dinero ha costado a esta ciudad. Ha estado algunos años recluido en un psiquiátrico y se ha comprobado que tiene un coeficiente intelectual de un niño de nueve años. Cuando le metió fuego al auditorio con cinco latas de gasolina que compró, el informe psicológico decía que actuó "afectado por un síndrome esquizofrénico, injertado en una oligofrenia Boderline de base con ideas obsesivas que dificultan la distinción entre lo bueno y lo malo". Y digo yo… ¡Qué culpa tenía el auditorio! Locos hay en todos sitios, pero este, además, le da por quemar cosas. En la Edad Media hubiera sido condenado a la hoguera. Seguro.

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