Y me llevaron al huerto
Ciencia abierta
La Facultad de Ciencias de la Educación cuenta con el primer Huerto Escolar de la Universidad de Granada
Se cuenta que hace décadas pidieron a unos niños estadounidenses que dibujaran una vaca, encontrándose que algunos de ellos pintaban un tetrabrik de leche. Seguro que si hoy día repitiéramos la pregunta a nuestros alumnos más jóvenes y les pidiéramos que dibujaran un atún, representarían una lata de conserva. Esta introducción solo trata de advertir del alejamiento cada día más patente entre los jóvenes urbanos respecto del medio natural. Las excursiones campestres que antaño hacían las familias han sido sustituidas por paseos por las grandes áreas comerciales repletas de estímulos audiovisuales incitando al consumismo.
Los docentes, aunque a veces con cierto retraso, han tratado de compensar esa ignorancia sobre el origen de los alimentos a través de un recurso antaño frecuente en muchas viviendas rurales, el huerto. Hablamos entonces de huertos educativos, al que ya nos referimos en otro artículo en estas páginas (Verde que te quiero verde). Recurso cada día más frecuente en los centros escolares y con grandes potencialidades para romper esa barrera cognitiva que supone ignorar la procedencia de los artículos que adquirimos en las tiendas de barrio o los supermercados, así como la posibilidad de visualizar el ciclo de las plantas (semillas, germinación, crecimiento, polinización, recolección), el ciclo del nitrógeno, el cuidado del suelo, el papel de las bacterias, los insectos, el agua y el sol, el control de las plagas, la rotación de cultivos…; en definitiva, las interacciones de un ecosistema a escala que puede complementarse con una compostera y/o un hotel de insectos.
También las universidades se han incorporado a esta corriente y han comenzado a proliferar los denominados huertos universitarios, al punto de haberse constituido la Red de Universidades Cultivadas (RUC), que reúne al grupo de instituciones que poseen estas infraestructuras. En su página web se da cuenta de distintas iniciativas, recursos o proyectos relacionados con esta temática. Recientemente se ha celebrado en Vitoria el V Encuentro de la RUC bajo el lema de Huertos Universitarios para la Transformación Ecosocial. En él nos dimos cita representantes de 15 universidades con proyectos consolidados o en fase inicial, teniendo ocasión de debatir y compartir experiencias, así como de visitar el huerto del Campus de Álava perteneciente a la Universidad del País Vasco, un estimulante lugar de trabajo e investigación educativa.
Coincidió tal Encuentro con la reciente aparición del libro STEAM en el huerto, acrónimo que ya comentamos en este mismo periódico a través del artículo Educación STEAM: algo más que unas siglas. Dicho libro, coordinado por los profesores Marcia Eugenio-Gozalbo y Daniel Zuazagoitia, muestra diez experiencias que han sido contrastadas en distintas universidades y con estudiantes de diferentes niveles educativos. Algunos de los conceptos allí tratados son: la salud del suelo, la biodegradación de nuestros residuos orgánicos, la calidad del aire, un ecosistema acuático, la biodiversidad en el entorno escolar y agrícola, insectos y polinización, el rendimiento de los cultivos, una dieta saludable y sostenible, y el papel de los agricultores.
Subidos a este tren, en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada llevamos un año poniendo en marcha el que constituye el primer huerto en un centro público de la misma. Por si sirve de referencia para otros centros, describiré el proceso seguido hasta conseguir consolidar esta infraestructura.
Desde un principio contamos con el asesoramiento de un especialista en huertos escolares y colaborador nuestro en otras iniciativas de Educación Ambiental. En primer lugar había que tomar la decisión acerca de dónde ubicar el huerto. Para ello manejamos dos variables: orientación-insolación y aislamiento, optando por una parcela sin uso y apartada del trasiego del personal. Por otra parte, contactamos con el responsable del Servicio de Jardines de la propia Universidad, encontrando una buena acogida del proyecto. A nivel interno, la Vicedecana de Extensión Universitaria mostró interés en apoyarlo. A nivel económico solicitamos subvenciones a la Facultad, junto con las de la propia universidad: Programa de apoyo a la docencia práctica y el de Ayudas para la cofinanciación de actividades de extensión universitaria. Una vez conseguidas tales ayudas pudimos tomar las primeras decisiones.
La planificación conllevó decidir las dimensiones que debía tener, intentando favorecer el acceso a las mismas de las personas sin pisar el terreno cultivado. Aunque se pensó en delimitar las parcelas mediante bloques de hormigón similares a los que constituían la fachada del aulario, consultada la Unidad Técnica de la Universidad, ésta estableció que se debía hacer mediante listones de madera tratada. Por otro lado, se requerían herramientas de trabajo, así como un punto de toma de agua para instalar en el futuro el riego por goteo.
Al fin comenzó el trabajo de una pala mecánica para allanar el terreno y extraer unos 30 cm de tierra original con unas propiedades poco idóneas para el cultivo, sustituyéndose por tierra procedente de la Vega de Granada, más una proporción de un 20% aproximado de arena para favorecer el drenaje. Así mismo se colocaron las pasarelas de las cuatro parcelas y se instaló el riego. Tras las obras de infraestructura llegó el momento de completarlo con la construcción de la compostera bajo la orientación de nuestro asesor especialista. Para ello colaboraron los estudiantes en nuestra sede del Máster Andaluz de Educación Ambiental, los cuales mostraron con entusiasmo su intención de participar. Se utilizó material reciclado a base de palés de madera, pintándose con aceite de linaza con objeto de favorecer su duración frente a las inclemencias del tiempo y vertiéndose un primer aporte de residuos vegetales recogidos del entorno. Aprovechando la finalización de la compostera, se sembraron habas y ajos, los cuales al poco tiempo comenzaron a germinar. Los meses siguientes acogieron diversas actividades docentes, se instalaron paneles explicativos y una pizarra para clases al aire libre. Esperemos ver crecer en el futuro esta semilla en otros centros universitarios.
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