El incendio del Camarín de la Virgen

De las dos bombas instaladas para sofocar el fuego, una no llegaba y de la otra no se conocía el manejo · Fue el sacristán Abelardo de la Fuente el que alzó la voz gritando ¡fuego, fuego, fuego!

José Luis Delgado / Granada

28 de septiembre 2009 - 01:00

Entre los numerosos y lamentables incendios que ha sufrido la ciudad en sus monumentos más simbólicos están el que ocurrió en 1890 en la Sala de la Barca de la Alhambra; por poco arde además el Cuarto de Comares con su inestimable cubierta de madera, y el que tuvo lugar el 26 de julio de 1916 cuando se prendió el camarín de la Virgen de las Angustias. Toda Granada quedó conmocionada y hasta los pueblos de la vega, que tanto han arropado siempre a la patrona, columbraron las llamas. Dicen que el empleado del Ayuntamiento y popular cantaor de flamenco Frasquito Yerbabuena improvisó una letrilla para una media granaína, a través de la cual invitaba a la Virgen a su casa mientras los albañiles arreglaban el camarín.

Se decidió que estaría mucho mejor en la Catedral y allí fue trasladada en procesión, sin pensar que tal vez la Virgen se sentiría más cómoda oyendo al cantaor por granaínas y fandangos que soportando los cantos de coro gregoriano en las engoladas voces de los canónigos barítonos y sorchantres. El cancionero popular no escatimó alusiones y un antiguo fandango recordaba la devoción de los granadinos a su virgen: la Virgen de las Angustias / es la que más altares tiene / porque no hay granadino / que en su pecho no la lleve.

Se incendió el camarín la noche del miércoles 26 de julio de 1916. Fue el sacristán Abelardo de la Fuente el que salió gritando ¡fuego, fuego! Vino enseguida el párroco Don Joaquín Marín. Se proyectaban las llamas en el espejo del río, mientras las campanas de todas las iglesias se echaron a tocar. Allí acudieron, menos mal, unos transeúntes y los mozos del Rastro que trabajaban al lado. Pudieron sacar la imagen antes de que el camarín se desprendiera en lo que pudo ser un auténtico desastre. Así lo narraba la prensa local: "todas las miradas se dirigían al camarín, en cuya techumbre las llamas arreciaban. Había que abrirlo cuanto antes y rescatar la imagen…, el encargado Manuel García abrió, entrando la gente en tropel… cien brazos se levantaron y sacaron en peso a la Patrona".

La crónica que recogía La Gaceta del Sur era estremecedora. La procesión del traslado de la imagen desde la basílica a la catedral fue curiosa además de espontánea; los músicos contratados por la sala de fiestas del Café Alameda de la Plaza del Campillo acompañaron al cortejo tocando la Marcha Real. El acto fue multitudinario y no se recuerda nada igual salvo la otra fecha memorable de la Coronación de la Virgen en el Embovedado, que tuvo lugar el 20 de septiembre de 1913. Todavía lo atestigua una placa de bronce conservada en la fachada de la iglesia, obra del escultor granadino Pablo Loyzaga. Esta basílica construida por Juan Luis Ortega en el siglo XVII vino a sustituir a la vieja ermitilla de las santas Úrsula y Susana, a las que tanto rezaban los huertanos de la vega para que sus tierras dieran las mejores habas del mundo.

Por unos días se olvidaron en Granada los problemas de la Guerra Mundial porque el tema de conversación era el incendio de las Angustias que, iniciado en el camarín, al parecer por un cortocircuito, pudo haber acabado con el barrio entero. A las once de la noche llegaron los cinco bomberos del Parque, el alcalde La Chica y demás autoridades. El arzobispo Messeguer estaba de veraneo en Vinaroz. Se sumaron luego soldados y miembros de la Cruz Roja.

La actuación de los bomberos fue heroica, pero lo más esperpéntico del caso es que de las dos bombas instaladas para sofocar el fuego, una no llegaba y de la otra no se conocía el manejo. Cuenta la prensa que colaboró el pueblo, pero fue el "hombre monstruo", Mister Ranulfo, que trabajaba en un circo ambulante, el que más arriesgó su vida por salvar a la Virgen. ¡Dios se lo pague! Aunque se le regalaron 20 monedas de plata como premio. No está mal.

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