Larga vida al Carmen Blanco, que cumple un siglo

En 1916 el pintor José María Rodríguez-Acosta dejó de pintar para construir el edificio que alberga la Fundación que lleva su apellido

Desde hace unos años se puede visitar totalmente gratis al ser gestionada con dinero público

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Fachada del Carmen Blanco vista desde Granada
Fachada del Carmen Blanco vista desde Granada / José Velasco / Photographerssports

Granada/Ahora que acaba de fallecer el pintor Miguel Rodríguez-Acosta Carlström, presidente de la Fundación que lleva su apellido, nos toca hablar de esta familia y, sobre todo, del carmen que la acoge. Un carmen muy visto por los granadinos a lo lejos y poco conocido por dentro, a pesar de ser una de las maravillas arquitectónicas y museísticas con las que cuenta esta ciudad. ¡Que levante la mano los granadinos que han entrado alguna vez en el 'carmen blanco'! La Fundación ha irradiado hasta hace poco un halo de exclusividad que ha echado para atrás la pretensión de visitarla de los granadinos, ignorantes tal vez de que desde hace seis años la gestión corresponde a la Junta de Andalucía (que es la que pone la pasta para que siga abierta) y se puede visitar todos los días de la semana, con visitas gratuitas los viernes y domingos. Tanto el carmen como los jardines fueron declarados Monumento Histórico Nacional en 1982, pasando posteriormente a ser Bien de Interés Cultural, por lo que merece más que la pena echarle un vistazo.

Miguel Rodríguez-Acosta Carlström, que murió el primer día del año 2025, era sobrino del fundador de la Fundación que lleva el apellido de la familia, la más rica de Granada de la segunda mitad del siglo XIX y primera del siglo XX. Era una familia de banqueros adinerada a la que le salieron varios miembros que se dedicaron a la pintura. El primero fue José María Rodríguez-Acosta de la Cámara, que nace en 1870 y se inicia en la pintura en la Escuela de Artes y Oficios de Granada con el maestro José Larrocha. Allí conoce y se hace amigo de otro pintor de referencia en Granada: José María López Mezquita. A los 29 años se marcha a pintar a Madrid, donde se hace un pintor de renombre. Hay obras suyas colgadas en el Prado y en Thyssen, entre otros. También se dedicó a viajar. Recorrió varios países de Europa, África y América.

Pero al iniciarse la Primera Guerra Mundial dejó de pintar y regresó a Granada con una idea en su mente: construir un carmen que además de vivienda y estudio de arte sirviera como lugar de acogida de artistas y de la que formarían parte “hombres de espíritu abierto, de noble corazón, que aunque tengan sus normas particulares sean capaces de analizar sin rencor ni hostilidad las distintas sugestiones con alegría, con la fecunda alegría de querer ensanchar los conocimientos de este milagro que es la vida y que tenemos el gozoso deber de hacer cada vez más noble, más bella y más dichosa”. Pretensión más que loable pero muy cercana a la utopía. Y como dinero no le faltaba, se puso mano a la obra. Iba a construir su sueño en la colina del Mauror, junto al carmen de los Catalanes y Torres Bermejas. También sabía cómo iba a ser la construcción: como un edificio blanco rodeado de cipreses que se ve en un cuadro de Arnold Böcklin titulado La isla de los muertos, que le había impresionado en uno de sus viajes que hizo por Europa. Tenía que ser algo entre modernista y clásico y, por supuesto, no un carmen al uso, sino un carmen vanguardista, con arquitectura recta, paredes blancas y jardines verdes exentos de flores: setos y cipreses, sobre todo. Más que un carmen, sería como un palacete italiano en el que no faltarían las estatuas clásicas e injertos de otras culturas.

Entrada al Carmen.
Entrada al Carmen. / José Velasco / Photographerssports

Compra de casas

Lo primero que hizo el pintor fue comprar varias casas y terrenos en la ladera en la que iba a construir su carmen. Tenía dinero y no había problema para su adquisición. Tampoco el Ayuntamiento le ponía problemas. Además, José María Rodríguez-Acosta era íntimo amigo del arquitecto municipal Modesto Cendoya, que tanta influencia urbanística tenía en la ciudad. Las obras comenzaron en 1916 y duraron casi 15 años. Además de su amigo Modesto Cendoya, que le asesoró, para la primera fase de la construcción contrató al arquitecto malagueña Ricardo de Santa Cruz, que estuvo al pie del cañón hasta 1920, año en que fue despedido por el pintor por unas desavenencias en torno a la concepción del proyecto. Contrató entonces a otro arquitecto llamado Teodoro de Anasagasti, pero le duró dos años porque tampoco le gustaba las modificaciones que quería hacer. El último arquitecto que se ocupó de la obra fue el granadino José Felipe Giménez Lacal, que por ese tiempo construía el Carmen de Quinta Alegre. Con éste sí congenió el pintor, más que nada porque se limitó a hacer simple y llanamente lo que quería su cliente.

José Miguel Rodríguez Acosta solo viviría en el magnífico carmen que construyó poco más de diez años, ya que se fue a vivir a él en 1930 y murió en 1941. Según dice Mateo Revilla, que tiene escrita una biografía del pintor, al estallar la Guerra Civil española, Rodríguez-Acosta se aisló en su estudio granadino, reanudando pausadamente su actividad en la pintura. “Entre 1939 y 1940 se concentra en la pintura de desnudos femeninos con una nueva concepción plástica repleta de sentido simbolista”, dice Revilla.

Un parte de los jardines de la Fundación
Un parte de los jardines de la Fundación / Archivo / Pepe Torres

Fue en 1934 cuando el pintor convirtió su carmen en Fundación, que con el tiempo se ha convertido en todo un museo en el que se encuentran las obras de los tres pintores que han llevado el apellido Rodríguez-Acosta: además de José María, sus sobrinos José Manuel y Miguel. Pero también colecciones como la del pintor Manuel Maldonado, el legado fotográfico de José Martínez Rioboo o donaciones bibliográficas de gran valor como la que le hizo el catedrático José Manuel Pita Andrade. En el propio carmen, en un anexo, se encuentra la sede del Instituto Gómez-Moreno, donde se alberga el legado arqueológico y artístico del célebre historiador, Manuel Gómez-Moreno Martínez, (1870-1970), otro gran museo que es prácticamente desconocido por los granadinos.

En cuanto a sus jardines, es un placer pasear por los distintos patios con distintas alturas, desde donde se puede ver la ciudad recostada. También en su visita por los subterráneos se pasan por numerosas galerías que recorren el interior de parte de la colina de Mauror. Hay quien dice que esas galerías confluyen con las de la Alhambra.

Durante muchos años, la Fundación ha sido privada y ha vivido de los patrocinios de la familia y de otras instituciones como Ayuntamiento, Diputación o Patronato de la Alhambra. Hasta que llegó la crisis de 2007 y los patrocinadores comenzaron a retirarse. Su actividad se redujo al mínimo. Fue en 2018 cuando la Fundación pasó a ser pública, tras aprobarse la gestión por parte de la Junta de Andalucía. De ahí que ahora se pueda visitar hasta gratis. Larga vida al Carmen Blanco.

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