Las mujeres de San Juan de Dios

Muchas mujeres ayudan hoy en la obra de San Juan de Dios, porque sigue habiendo pobres ¿A dónde iría el santo con cuatro prostitutas? La huella que le dejó Ana Osorio y la Casa de los PisaEl santo llegó soltero a Granada y no se le conoció pareja, pero varias damas se cruzaron en su camino

José Luis Delgado / Granada

02 de mayo 2011 - 01:00

San Juan de Dios era soltero, así llegó a Granada en 1538 cuando contaba 43 años, así vivió y no se le conoce pareja, ni nadie sabe si tuvo novia; salvo que de joven gozara devaneos desconocidos en su etapa de soldado a las órdenes de Carlos V contra los franceses cuando tenía 18 años, o contra los turcos de Solimán el Magnífico en Viena.

Ciertamente fue durante varios años soldado; uno más de sus muchos empleos: pastor, albañil, librero, vendedor de leña, enfermero y hasta bombero, si recordamos el hermoso pasaje en el que el santo rescató a los pobres del incendio del Hospital Real. Se salvó de milagro, le vieron salir de entre las llamas con sólo las pestañas chamuscadas. Por eso es el Patrón de los Bomberos.

Sin embargo hubo en su vida varias mujeres que jugaron un importante papel, bien porque fueron objeto especial de su atención en esa labor de cuidador de pobres, enfermos, viudas, prostitutas, etc., o bien porque se cruzaron oportunamente en su penoso camino como fundador del hospital que le llevó a la santidad.

Cuando el escultor Miguel Moreno plantó su obra de San Juan de Dios con los pobres en el Triunfo, tuvo el acierto de colocar en el grupo a una prostituta. Fueron estas mujeres objeto especial de la atención de Juan Ciudad, tanto por su desviada vida como por las enfermedades que las hacían pasto frecuente de los hospitales.

Solía acudir todos los viernes a la casa de las "mujeres públicas" a ver si podía, dice su biógrafo, "sacar algún alma de las uñas del demonio". No le faltarían las críticas; después de haberlo visto enloquecido, arrastrarse por los charcos de la Plaza de Bibarrambla, dando voces por las calles e internado en el Hospital Real de locos, no sería extraño que recibiera murmuraciones a estas visitas. A unas las llevaba al Beaterio de las Arrecogidas; a otras procuraba buscarle trabajo digno y a las que más las llevaba al hospital.

Entre las anécdotas que se cuentan, basadas casi todas en la biografía que nos dejó en 1585 Francisco de Castro, se cita aquella que le sucedió cuando acompañó a cuatro prostitutas a Toledo con el fin de devolverlas a una vida más sana.

Salió de Granada, acompañado por Juan de Ávila, criado del hospital, y las cuatro de marras. El cachondeo que recibió por el camino fue mayúsculo. ¿A dónde irían esos dos santurrones con cuatro putas?

En Almagro se quedó una de ellas; y llegando a Toledo desaparecieron otras dos. El criado trató de convencer al santo para que abandonara su intento. Dicen que le contestó: hermano, si llegasen de Motril cuatro cajas de pescado y tres se pudrieran, ¿tiraríamos la cuarta?

Gran ayuda le prestó otra mujer, la dueña del ropero de la calle Tundidores, que le regalaba ropa para los pobres. No sabemos su nombre, sólo que era muy entrada en carnes y tan gorda como generosa.

Otra de las damas granadinas que ayudó al santo fue la Duquesa de Sesa; tanto ella como su marido el Duque, descendiente del Gran Capitán, le suministraban zapatos, camisas y dinero para aliviar las deudas.

También le favoreció una dama ilustre de Valladolid; San Juan de Dios viajó a Valladolid, a solicitar ayuda del futuro Felipe II, allí conoció a María de Mendoza, la viuda del Comendador Francisco de los Cobos, que le acogió en su casa y le entregó dinero y bienes para los pobres. Otra benefactora fue Doña Francisca de Cáceres que le consiguió al santo el Hospital de la Cuesta de Gomérez.

Pero tal vez la mujer que más huella dejó en la vida y la obra de San Juan de Dios sería Doña Ana Osorio, mujer del Caballero Veinticuatro Don García de Pisa, en cuya casa (Casa de los Pisa) acogió al santo hasta su muerte, acaecida en el año 1550, y en la que se conserva el magnífico Museo que encierra entre sus paredes un riquísimo capítulo de la vida granadina más cercana al santo de los pobres. Y hoy, por cierto, la Cruz de Mayo.

Sigue habiendo otras muchas mujeres arrimando el hombro en la obra de San Juan de Dios, porque sigue habiendo pobres…y muchos.

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