Niños y adultos se fusionan en una jornada repleta de azúcar y emociones fuertes en el Corpus de Granada
Columpios a precio reducido, risas, gritos por Stich, algún llanto y mucha nostalgia colmaron el Día del Niño
Todas las actividades del Corpus 2025 en el Patio del Ayuntamiento de Granada

Granada/Dicen que, a veces, para disfrutar hay que sufrir, y el viaje hasta el Almanjáyar en trasporte público podría ser el primer columpio a superar para los amantes de las emociones fuertes. Sin duda, en el día en el que los columpios rebajan su precio con motivo del Día del Niño, la afluencia de granadinos aumenta en el recinto ferial, convirtiendo el metro en una primera prueba antes de alcanzar el tren de la bruja o el Wipe Out en la feria del Corpus de Granada.
Y es que, si vas a la feria, no vayas con prisa, puesto que, alcanzadas las 19:30 horas, el dar más de dos pasos seguidos con ligereza se cotiza alto en los accesos al recinto ferial.
Una vez allí, la magia te invade al notar las sonrisas de padres e hijos La noria es la primera en saludar, imperante como siempre aunque con casi todos sus vagones vacíos, mientras las verdaderas multitudes se arremolinan en torno al Ratón Vacilón, el Donkey Kong, el Súper Dragón o la temida Mansión del Terror.
En el pasillo central las freidoras se preparan para la incipiente noche, donde trabajarán a destajo para abastecer a las cientos de personas que pedirán sus patatas, perritos o hamburguesas.

Una vez conquistado el primer columpio metropolitano, este redactor se adentra en la feria para conocer el sentir de los presentes. Aunque, no hay mayor sentir que el de aquellos que conocen la magia de la feria por primera vez, pues Pedro, un niño que viajaba en el metro, miraba a su madre con ilusión cada vez que el vehículo hacía una parada, esperando así que ese fuera su destino.
Otros simplemente mostraban ilusión al ver peluches de Stich, ese peludo azul que tan de moda está en estos momentos. Y, mientras que niñas como Sandra se hacían con su deseado peluche, otros como Álvaro lloraban porque sus padres le negaban ese regalo. "Llevamos ya tres peluches desde que empezó la feria pero quiere más", confesaba el padre del pequeño de apenas 5 años. Asimismo, otros niños ignoraban los juguetes o peluches y optaban por rociarse botellas de agua sobre la cabeza para aguantar un calor que aún permanecía adherido al lugar.
Cerca de alcanzar las 20:30 horas, los adolescentes toman el relevo a los niños. Se agrupan en torno a las atracciones más temidas, con el móvil en la mano y el grito fácil en la garganta. En la cola del Flip Fly, los más valientes ya planean la estrategia: “yo no voy a abrir los ojos ni a soltarme de la barra”, dice uno entre risas.

Por las esquinas, las tómbolas siguen atrayendo a soñadores, aunque los peluches cada vez pesan más. Un chico llamado Miguel lleva un balón que muestra orgulloso a este redactor. "Lo ha ganado al meter tres penaltis", explica su madre mientras el pequeño la empuja hacia el siguiente columpio.
El suelo empieza a llenarse de patatas medio comidas, tapas de granizado y abanicos rotos. Las chanclas dan paso a las zapatillas, y las risas se mezclan con algún que otro bostezo. Aun así, hay quien no quiere marcharse. "Si no nos montamos en el Ratón Vacilón no me voy, ¿eh mamá?”, dice una niña mientras su padre echa un vistazo al reloj.
Fermín contempla a su sobrina de 12 años en la Mansión del Terror y no duda en criticar los precios de esta jornada: "Antes sí que se notaba que era el Día del Niño, había una rebaja importante, pero ayer costaban 5 euros y hoy cuestan 4, y además hasta las diez de la noche".

Porque sí, en el Día del Niño los verdaderos protagonistas son ellos, pero los adultos también juegan su papel cargando mochilas, sujetando botellas, pagando tickets, limpiando narices y agotando la memoria de sus móviles para tomar fotos de todo. Pero también ríen, gritan, se suben a columpios que no les corresponden por edad y vuelven, por unas horas, a su añorada infancia.
Alcanzada la noche, este redactor se despide de este Día del Niño, con un olor a kebab que sustituía el algodón de azúcar que imperó durante toda la tarde. Niños y adultos se retiran también agotados tanto físicamente tras una jornada repleta de emociones, tradición y nostalgia capturada en sandalias rotas, piernas doloridas y, por supuesto, en cámaras de móvil. Pero también en la memoria, porque la feria, como el verano o la comida, sabe mejor cuando se comparte.
También te puede interesar
Lo último